Moda sostenible
Cuando nuestra ropa se teje con químicos tóxicos
Las prendas que compramos pueden llevar sorpresas desagradables ocultas en su composición, sobre todo, si han sido fabricadas en países con regulaciones más laxas

La ropa puede ser tóxica para la salud y el medio ambiente. / PB / EP
Marilés Bonet Aracil/The Conversation (*)
Desde los tejidos que vestimos a los que cubren nuestros muebles y ventanas o los geotextiles que dan estabilidad a una carretera, todos son esenciales para nuestra comodidad y estilo de vida. Sin embargo, su fabricación implica frecuentemente el uso de químicos que pueden tener efectos nocivos, tanto para la salud humana como para la naturaleza. Su impacto es alarmante, considerando su amplio uso y el contacto constante con la piel, lo que resalta la urgencia de regular y minimizar su uso.
Por ello, es necesario un debate que impulse métodos de producción más sostenibles y seguros para el consumidor y el planeta. Pero… ¿podemos encontrar textiles saludables?
Formaldehído en la ropa
En la industria textil, los químicos contaminantes –entendidos como causantes de efectos nocivos para la salud y el medioambiente– se utilizan por diversas razones.

En la UE hay cada vez más regulaciones, pero persisten las críticas por su falta de rigor / Agencias
Mientras que los colorantes aportan colores vivos y duraderos a las telas, los acabados proporcionan características adicionales como resistencia al agua o a las arrugas. Finalmente, los suavizantes mejoran la textura y facilitan el manejo y la comodidad de las prendas.
Entre los compuestos de mayor preocupación, se encuentra el formaldehído ―utilizado en resinas para acabados permanentes―, que puede causar irritaciones y alergias severas.
Por su parte, los ftalatos ―empleados para aumentar la flexibilidad de los plásticos en cortinas de baño y ropa impermeable― son disruptores endocrinos que pueden afectar a los sistemas reproductivos.
Tintes peligrosos
Además, los metales pesados como el plomo y el cadmio, a menudo presentes en los colorantes, son altamente tóxicos y pueden acumularse en el cuerpo humano y el medio ambiente, causando desde daño neurológico hasta problemas renales y óseos, principalmente a los trabajadores de la industria textil. También se han relacionado con alergias e irritaciones.
Encima, cuando el color no queda bien fijado, se puede desprender durante el uso con el sudor o saliva, así como en el lavado. Ello implica la contaminación de agua, suelos y ecosistemas, no solo durante la fase de producción, sino también durante el mantenimiento.

Pigmento de sulfuro de cadmio. / Wikimedia Commons / EP
Transformación de la industria
Ante este panorama, la industria textil está adoptando alternativas menos tóxicas para minimizar su impacto ambiental y mejorar la seguridad de sus productos.
Así, el uso de colorantes naturales, derivados de plantas, minerales y otros recursos biológicos, está ganando popularidad debido a su menor toxicidad comparada con los sintéticos.
Al mismo tiempo, poco a poco se imponen procesos de fabricación sostenible, como el empleo de agua reciclada, energía renovable y técnicas de producción que reducen los residuos químicos.
En el aspecto legislativo, la Unión Europea, a través del Reglamento REACH, ha liderado la regulación de químicos peligrosos, exigiendo pruebas rigurosas y la gradual eliminación de las sustancias más nocivas.

Mucha ropa es fabricada en países sin regulaciones exigentes / Agencias
Esta clase de regulaciones fomentan una mayor transparencia y responsabilidad y obligan a la industria a buscar vías más seguras.
Consumidores informados
Europa tiende a utilizar menos productos tóxicos en textiles debido a sus regulaciones más rigurosas, pero no puede decirse lo mismo de otros países, con normas más flexibles. Un dato que el ciudadano debería tener en cuenta al examinar el lugar de origen o fabricación de la tela que compra.
Para los consumidores, elegir textiles menos tóxicos implica estar informados sobre los materiales y procesos utilizados en su fabricación. Una clave es optar por ropa certificada por sellos como Oeko-Tex, que garantizan bajos niveles de sustancias nocivas.
Este tipo de certificado puede referirse a la composición del producto (Standard 100) o al proceso de fabricación (Made in Green), entre otros aspectos.
Asimismo, apoyar a empresas que practican la sostenibilidad y exigir mayor claridad en el etiquetado de los productos pueden contribuir significativamente a promover un consumo más responsable y consciente.

Las etiquetas de Oeko, una organización formada por 17 institutos de investigación textil europeos y japoneses, son una forma de marcar productos textiles que no emplean compuestos químicos tóxicos. / Oeko / EP
Invertir en sostenibilidad
Una prenda no tóxica implica que sea respetuosa tanto para la salud humana como para el medio ambiente. Puede ser más costosa debido a la utilización de procesos de producción éticos, el uso de materiales orgánicos, el cumplimiento de certificaciones rigurosas, los salarios justos y la implementación de medidas para asegurar la transparencia en toda la cadena de suministro.
Estos costos adicionales reflejan una inversión en prácticas ambientales responsables y condiciones laborales equitativas, valoradas por compradores conscientes.
Si, como consumidores, nos preocupamos de las características de un teléfono, una televisión, etc., ¿por qué no lo hacemos con los textiles? La concienciación social obligará a los productores a aumentar la oferta de textiles certificados y dejará en nuestras manos la decisión de invertir en opciones responsables que protejan la salud y el medio ambiente.
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(*) Marilés Bonet Aracil es profesora de Ingeniería Textil de la Universitat Politècnica de València.
Artículo originalmente publicado en The Conversation.
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