Son muchos los turistas que vienen a la Costa Blanca con la intención de relajarse y disfrutar de su oferta de sol y playa. Sin embargo, para sacar todo el sabor a sus 244 km de playas, calas, acantilados, sierras, lagunas y salinas no hay nada mejor que utilizar un vehículo que nos permitirá contemplar y disfrutar de los paisajes únicos y encontrar nuevas sensaciones en la costa alicantina.

Alicante, la segunda provincia más montañosa de la península, ofrece multitud de planes a la medida tanto de los que prefieren disfrutar de la arena fina y las aguas cristalinas de sus playas como para los que eligen sus montañas para empaparse de sus ecosistemas de gran valor natural y paisajístico.

El Castell de Guadalest fue declarado conjunto histórico-artístico en 1974. David Revenga

Ruta de montaña

Ni verano ni costa. Las cada vez más sofisticadas preferencias de los visitantes de la Costa Blanca han abierto la puerta a disfrutar de Alicante de norte a sur y de este a oeste durante todos los meses del año. Pueblos de interior, como El Castell de Guadalest, situado en lo alto de un peñasco y con sus pintorescas casas perfectamente encajadas en la roca, ofrecen un insuperable cóctel de belleza, historia y naturaleza con el que arrancar de la mejor manera nuestra ruta. El Castell de Guadalest está catalogado como Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural.

Tras contemplar las magníficas vistas de las sierras de Xortà, Serrella y Aitana desde este bonito pueblo, la siguiente parada de esta ruta por el interior de la provincia podría ser Polop, un coqueto pueblo de la Marina Baixa lleno de historia, patrimonio y paisajes y sendas de gran belleza, como el Monte Ponoig.

Una vez cumplida la visita a su castillo del siglo XII y a los refrescantes 221 caños de agua transparente de su imprescindible Plaza de los Chorros, nuestro siguiente destino sería Finestrat, que ofrece una combinación perfecta entre mar y montaña y entre tradiciones y modernidad. Con sus casas colgadas y sus estrechas y encantadoras calles, Finestrat se levanta sobre los cimientos de un antiguo castillo musulmán y cuenta, además, con el mítico Puig Campana como principal atractivo para los amantes de las excursiones y el senderismo.

Casco antiguo de Altea. David Revenga

Ruta de playa

Sin embargo, si es de los que piensan que la playa es un plan veraniego irrenunciable, la Costa Blanca pone a su disposición más de 200 kilómetros de arenales plagados de banderas azules, un total de 170 playas y calas que hacen de esta provincia un lugar único y la costa con más distinciones de calidad de España.

Comenzando nuestro recorrido por Xàbia, bien protegida por el Montgó, podremos disfrutar de las excelencias de una playa urbana como la del Arenal y de innumerables y bellísimas calas, como la Sardinera, Tangó, la del Francés, la del Ministro y la de Ambolo, además de la famosa Cala del Portixol (o de la Barraca), con su islote y su puerta azul, escenario de cientos de fotografías.

A continuación, nos dirigiremos a Calp, que, bajo la mirada del grandioso Peñón de Ifach, invita a disfrutar de un recorrido por su historia, por su naturaleza, por sus playas y por sus sabores. El peñón, de 332 metros de altura y unido a la tierra por un pequeño istmo, hace de Calp uno de lugares más visitados del mediterráneo, tanto para los amantes de la playa como para los seducidos por disciplinas como el buceo, la escalda o el senderismo.

La Plaza de los Chorros de Polop que en su origen tenía 11 caños y en la actualidad cuenta con 221 caños.

Además del Peñón de Ifach, otra de las visitas obligadas en Calp son sus salinas, una laguna habitada por diferentes aves, con los pintorescos flamencos como protagonistas. Sin embargo, es su variada oferta de arenales lo que convierte a este destino en ideal para los que buscan relajarse en la playa, con localizaciones populares como Levante - La Fossa o l’Arenal-Bol y con espacios recónditos, cantos rodados y toda la tranquilidad del mediterráneo, como las calas de El Racó, Calalga, Racó del Corb, del Mallorquí, Cantal Roig o Gasparet, entre otras.

El siguiente destino de esta excursión bien podría ser Altea, un pequeño paraíso de la Costa Blanca situado entre el mar y la montaña, que cuenta con más de seis kilómetros de costa en los que se pueden encontrar gran variedad de playas, como L’Olla, Solsida, Cap Negret, Albir, Cala del Mascarat y La Roda, todas ellas de cantos rodados y sin arena.

Tras disfrutar de su casco antiguo y su espectacular paseo marítimo, el destino final de esta ruta playera bien podría ser Alfaz del Pi, conectado con Altea a través del Parque Natural de la Sierra Helada, y con la playa del Albir y su característico faro como principales ganchos para los que quieren disfrutar de la playa con tranquilidad y sin la masificación de la vecina Benidorm.