Carmen es una vaca que fue rescatada hace dos años del abandono y la explotación y vive feliz en un santuario de animales de Madrid. En el santuario ha aprendido a confiar y a vivir con otros animales humanos y no humanos, desde el respeto y la compasión. Ha recuperado su dignidad. No es un número, es un ser único y especial que tiene nombre.

Hace unas semanas Carmen dio positivo a la prueba de tuberculosis practicada por el área de Ganadería de la Comunidad de Madrid, enfermedad que sólo se puede transmitir a humanos por el consumo de la carne del animal enfermo. La respuesta de la Administración era el sacrificio de Carmen sin posibilidad de realizar una prueba de contraste. La legislación en materia de ganadería es así como lo prevé. No existen normas específicas aplicables a los santuarios de animales. Los animales de granja son considerados «animales de producción»: se les aplica una legislación con un marcado fin mercantilista sin posibilidad de considerarlos como animales de compañía o domésticos.

No obstante, gracias a las firmas de miles de personas y al trabajo incansable de los fundadores del santuario y su abogada, la Administración ha dado un importante paso en el reconocimiento de los derechos de los animales de granja. La Administración ha reconocido que no se trata de «una vaca» o un simple número, sino de «Carmen», a la que reconocen (o van a reconocer) como animal doméstico o de compañía, por lo que se evitará su sacrificio.

Al fin y al cabo, los santuarios devuelven a estos animales su dignidad. Les dan un nombre.