Aparece un tigre en una casa viviendo junto a una plantación de droga. Cuando creíamos que todo estaba ya visto, vino la realidad y nos atropelló de frente. Los protagonistas de esta surrealista historia son un tigre, un alijo de drogas, unas alhajas de personas y, por si nos faltaba alguien, un famoso de renombre: David Bisbal.

Pero no nos engañemos: de la existencia de ese tigre se sabía desde hace mucho tiempo. Otra cosa es que, mientras los incombustibles agentes del Seprona -realizando, como siempre, una impecable labor- levantaban actas sobre la tenencia del animal y solicitaban la incautación del mismo, el resto de instituciones y organismos públicos miraran al cielo preguntándose qué tiempo haría al día siguiente. Nada nuevo.

La historia es ésta. A una persona que tenía un centro de adiestramiento en Alicante se le ocurrió adornar el mismo con un tigre al que educaría convenientemente. Ni más ni menos. Y, así, tras comprarlo en un zoo de Sevilla y, según relata el mismo, ser el animal apadrinado por el propio David Bisbal, llegó a tierras alicantinas.

A partir de ahí, mil veces fue denunciada su tenencia y mil veces cayeron en saco roto las mismas, salvo, como digo, las actuaciones que realizó el Seprona.

El tiempo pasó y el animal, finalmente, fue donado a otra persona. Entonces, curiosamente, las cosas cambiaron. Comenzaron de nuevo a llegar denuncias, sí, pero esta vez, curiosamente, tras ser bien aireado el caso por las redes sociales y los medios de comunicación, las autoridades por fin se decidieron a hacer algo. ¡Bendito sea Dios!

Claro que el bombazo final de esta historia estaba aún por llegar. Días más tarde de darse a conocer su existencia, llegó la Policía Nacional en otra magistral intervención y destapó que, como en las películas egipcias, el tigre era el guardián de un secreto. Tras sus aposentos, sus dueños escondían toda una plantación de droga. No estaba mal pensado. Me recordó a aquellos narcos que, en el fondo de terrarios con serpientes venenosas, transportaban sus cargamentos de droga.

Hoy los dueños del tigre ya duermen a buen recaudo, igual que sus plantaciones, que ya marchitan sus hojas. Pero el tigre, ese sigue en idéntico lugar. Tan solo como siempre vivió. Entre rejas, frente a una lujosa piscina, sintiéndose mitad felino, mitad perro guardián; mitad salvaje, mitad peluche. Una pena.

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