Cada cierto tiempo, en algún lugar del mundo aparece el cuerpo de un animal sin vida brutalmente atacado, al que han succionado la sangre. Nadie es capaz nunca de explicar que ha ocurrido aunque, en el aire, siempre sobrevuela la leyenda más popular de todas, la del «chupacabras».

Probablemente, esa hubiera sido la explicación dada, por ejemplo, ante el reciente ataque sufrido por una ternera y su cría en España cuando la primera acababa de dar a luz. Sin embargo, esta vez alguien pudo grabar cómo fueron los buitres los que acabaron con la recién nacida. Supongo que fue cuestión de hambre. Cuando ésta aprieta y los recursos naturales disminuyen, los animales carroñeros pueden llegar a ser depredadores, con tal de llevarse algo al estómago.

Esta vez estuvo claro, pero ¿qué ocurre con esa otra multitud de casos de difícil explicación pero idéntico resultado? ¿Quién acabó con la vida de todos esos animales degollándolos y succionándoles la sangre?

Los primeros casos registrados de este tipo se produjeron en Puerto Rico pero, pronto, aparecieron por toda América y, por supuesto, también en España.

En cuanto aparecieron los cuerpos de los animales, también lo hicieron multitud de testigos que afirmaban haber presenciado las matanzas. Todos hablaban de animales parecidos a cánidos pero sin pelo, seres extraños con la piel llena de costras y heridas, de aspecto enfermizo y deforme. Increíble, ¿verdad?

El asunto, poco a poco, comenzó a tomarse en serio. Los siguientes ataques se produjeron en Estados Unidos y México. Hasta allí se desplazaron distintos especialistas. Hicieron fotos y recogieron muestras de ADN. Las primeras conclusiones dejaron muchas lagunas sin resolver. En unos casos parecía clara la posibilidad de que se tratara de coyotes o chacales, quizás enfermos con sarna. Al fin y al cabo, la sarna es una enfermedad de la piel que provoca severas heridas que pueden deformar su aspecto. Pero, sin embargo, en otros afirmaron que los resultados no eran compatibles con ningún animal conocido, siendo incapaces de dar respuesta alguna.

Por eso, todos los interrogantes siguen abiertos, entre otras cosas, porque en España se producen todos los años casos pero ni hay coyotes ni tampoco chacales. Así las cosas, ¿qué animal podría en nuestro país provocar heridas de ese tipo y succionar de esa forma la sangre? De momento, ni idea.