Estamos viviendo tiempos extremadamente duros, difíciles y dolorosos para todos. A pesar de que el Covid-19 no se transmite entre humanos y animales domésticos y que perros y gatos son las principales especies con las que compartimos nuestra vida, el virus no supone ningún riesgo en este sentido, a ellos también les puede afectar negativamente.

Esta crisis ha desatado una alarma social muy grave y eso ha generado que emociones como el miedo y el pánico dominen nuestros actos. Por un lado, esto es sano y normal puesto que dichas emociones son las que se encargan de garantizar nuestra supervivencia. Gracias a ellas nos protegemos ante amenazas que pueden poner en peligro nuestra vida. No obstante, a pesar de que es normal experimentarlas en estos momentos, debemos ser nosotros mismos los que mantengamos el control sobre ellas y tomemos decisiones de forma responsable y meditada. De no ser así, podrían ocurrir situaciones dramáticas para los animales y además injustificadas, como por ejemplo el abandono masivo de los mismos por miedo a algo que no es real. Los animales no tienen que pagar las consecuencias de los desastres que ocasionamos los seres humanos.

Por ello, hago un llamamiento a la responsabilidad de todos a la hora de decidir lo que hacemos con las vidas que manejamos con nuestras manos y pensemos en las consecuencias antes de hacerlo.

También han aparecido negocios ilegales como el de «alquilar perros» para poder salir del confinamiento. Esto ha hecho que personas sin escrúpulos que no quieren a los animales ni de lejos utilicen una situación tan grave para lucrarse de forma absolutamente irresponsable y dañina a costa de los animales.

Es imprescindible y absolutamente necesario que recuperemos la cordura y que, aunque debemos extremar las precauciones para parar esta barbarie, no dejemos que a nuestros amigos animales les afecte de forma grave, sin que haya ninguna razón para ello.