En la Edad Media, Europa sufrió la peor de las epidemias: la peste negra. Su nombre obedecía al olor tan desagradable que desprendía aquel que sufría la enfermedad. De hecho, se llegó a pensar que era precisamente ese olor el que servía como vehículo de contagio.

¿Han visto alguna vez esas famosas caretas con forma de pico de pájaro que todos los años llenan los carnavales de Venecia? Aparentemente, parece que son disfraces de «hombres pájaro» pero no es así. 

En realidad, sus vestimentas son los que llevaban los conocidos como «médicos de la peste». Esos doctores de la época portaban dichas máscara para quemar en el interior del pico que da forma a las mismas, hierbas aromáticas pensando que, así, evitaban el contagio, dado el fuerte olor que desprendían los enfermos.

Más de 25 millones de personas murieron por la peste en todo el mundo. La gravedad llegó hasta tal punto que, en algunas ciudades, no existían suficientes personas vivas para enterrar a todas las que se morían.

Años más tarde, se descubrió que la transmisión corría a cuenta de las ratas. En este tema, no ayudó que el Papa Gregorio IX afirmara que los gatos negros eran la representación de Satán y tampoco que un alcalde de París ordenara erradicar su población. Esa persecución gatuna multiplicó la población de las ratas y, con ellas, el contagio. 

Hoy en día, nos enfrentamos a otra pandemia aunque, afortunadamente, la medicina no es la que era y cuenta con munición mucho más sofisticada. Sin embargo, algunos «negacionistas» hacen referencia a la anterior historia para desacreditar el uso de las mascarillas. Dicen que ya con la peste se propuso un método erróneo para contener la trasmisión. Se equivocan. Nadie ha dicho que el uso de las mascarillas acabe con el covid-19, pero sí que pueden ayudar contra su propagación.

En lo que socialmente no han variado las cosas, es en que se sigue persiguiendo a los animales como origen de todos nuestros males. Entonces fueron los gatos y ahora son murciélagos y pangolís. Otro típico error humano. Supongo que siempre ayuda tener un culpable a mano.

En cualquier caso, lo que está claro es que, cuando una epidemia o pandemia asola una civilización, se hace todo lo que se puede para luchar contra la misma, que no todo lo que se quiere.