Hace unos años conocíamos cómo unos jóvenes marroquíes habían contraído la rabia al tener sexo con una burra. Lo grotesco del caso no le resta, en absoluto, gravedad al mismo. Se trata de una violación pura y dura, una de las muchas que se producen con los animales pero, de las que nunca nos habríamos enterado, si no sucede un contagio. Ahora bien ¿Cuántos casos de este tipo existen, realmente, cada año? No lo sabemos por dos razones principales. La primera, porque los animales no hablan. La segunda, porque este tipo de hechos ocurren siempre de puertas para adentro, es decir, o es denunciado por alguna persona cercana al responsable o, no existen testigos de los mismos.

Claro que, si salvaje era ya de por sí la agresión anterior, no se queda atrás la ocurrida en Florida. Allí, una anaconda de más de 7 metros ha matado a su dueño. Los hechos ocurrieron cuando el chico, con la serpiente enrollada sobre su cuello, estaba, literalmente, penetrando y violando a la misma. El ataque de ésta acabó con su vida por asfixia. Lo más sorprendente es que, los amigos del mismo, conocían su afición a este tipo de relaciones que, por cierto, él las defendía como algo normal.

¿Quieren saber cómo se enteraron de todo? Pues porque hace unos meses fue ingresado en un hospital con lesiones en el interior del ano causadas por un pequeño ratón que se introdujo vivo por el mismo. Ver para creer o, mejor dicho, para vomitar.

En fin, todo esto me ha recordado al primer caso de este tipo que conocí. La víctima, entonces, era una perra que, sistemáticamente, era violada por su dueño. En aquella ocasión, los gritos del animal y los desgarros sufridos por ésta, dieron la voz de alarma y es que la colaboración ciudadana es fundamental.

En cualquier caso, es difícil imaginarse hasta que punto "el bestialismo" o "zoofilia" -sexo con animales- tiene la gran demanda que tiene en internet o, peor aún, cuántas personas lo practicaran diariamente, pese al maltrato que supone para el animal. No lo sabemos pero, de todas formas, lo que está claro es que, a veces, las profundidades y oscuridades del cerebro humano pueden llegar a ser, a veces, demasiado profundas y oscuras.