Dicen que el alma de una persona pesa 21 gramos exactos. El dato se ha descubierto al pesar a varios hombres y mujeres segundos antes y después de sus muertes.

Parece increíble que pueda ser tan poco. ¿Se imaginan? 21 gramos pesan todas las sonrisas, sinsabores, tristezas, esperanzas y anhelos de una vida entera.

En el caso de los animales, se ha demostrado que también ellos al morir pesan menos. Me pregunto si todos aquellos perros y gatos que son abandonados o maltratados no irán perdiendo peso durante toda su vida. ¿No adelgazarán su alma con cada decepción o golpe recibido? ¿Y el hambre? ¿Reducirá el peso de su alma al mismo ritmo que lo hace el de su cuerpo?

Estos días hemos empezado a conocer casos de caballos que están dejando de ser cuidados como merecen. La crisis sanitaria y económica, pero sobre todo la crisis moral del ser humano, ha empezado a dejarlos morir. Algunos han perdido su figura y parecen ya sacos de piel y huesos. Pronto olvidaron aquellos humanos que los tuvieron, que un animal no se posee sólo por unos días u años, es una decisión que dura toda la vida del animal. Por eso es tan importante.

Pero no son sólo los caballos los que se ven afectados por todo lo que está ocurriendo.

Curiosamente, las peleas de gallos también. Por alguna extraña razón, cada vez hay más. Supongo que el juego y la adrenalina que se genera en torno a las mismas, anestesia la desesperación de aquellos que asisten a ellas.

Es un problema muy grave pero no de los animales sino de algunas personas que, en las crisis, en vez de sacar lo mejor de sí mismas, se quitan el disfraz de humano y muestran su peor cara. Sinceramente, dudo mucho que todos esos al fallecer pesen 21 gramos menos que cuando estaban vivos porque, simple y llanamente, ellos no tienen alma.