Un joven que había perdido un perro en Álava, lo encontró días después en Valladolid.

El dueño, un francés que estaba haciendo turismo por la zona, denunció por las redes que lo había perdido al parar a echar gasolina en una estación de servicio, ofreciendo por él una recompensa de 500 euros.

Los hechos son recientes, aunque, en realidad, este tipo de sucesos en los que alguien pierde un animal y a los pocas horas éste es encontrado a cientos de kilómetros, son más habituales de lo que parece.

Evidentemente, no se producen por una causa sobrenatural ni un agujero negro que los abduce y transporta por el espacio.

Normalmente, se lo llevan personas que están de paso por la zona cuando el animal se pierde y que, al encontrarlo, deciden recogerlo pensando que estará abandonado y preocupado por si pudiera resultar atropellado. El resto es sencillo de imaginar, el animal les acompañará durante su viaje llevándoselo a su casa o a alguna protectora de animales conocida de su zona.

En realidad, todo lo anterior no debería de ocurrir nunca si, de verdad, existieran servicios de recogida de animales efectivos que cubrieran todas las necesidades que pudieran darse en un municipio y que, ante una llamada pidiendo sus servicios, esto se pudieran desplazar inmediatamente y hacerse cargo del animal. Sin embargo, la realidad es que hay una gran carencia de los mismos.

Por eso, aunque la ley dice que la recogida de animales puede efectuarse sólo por las asociaciones o empresas que designe cada ayuntamiento, en la práctica, son muchas las personas que, con toda su buena voluntad, intentan ayudar, pero para que esa ayuda sea efectiva, es importante recordar que siempre hay que avisar a las autoridades por si el dueño lo estuviera buscando.

Ayudar no siempre es hacer lo que uno quiere y como uno cree, sino siempre hacerlo siguiendo unas mínimas normas lógicas y básicas.