¿Se acuerdan de la vaca Carmen? Hace unos años su caso ocupó la portada de numerosos medios de comunicación. El motivo fue la orden dada por parte de las autoridades sanitarias para su sacrificio.

Por aquel entonces, aquella vaca vivía en un «santuario de animales» ubicado en la capital de España. Allí había llegado tras ser rescatada del matadero por los propios gestores del centro, un golpe de suerte que no duraría mucho.

El problema llegó cuando, como a todos los animales destinados a la explotación, a la vaca Carmen le realizaron una prueba rutinaria de tuberculosis y dio positivo a la misma.

Evidentemente, si el destino de dicho animal hubiera sido el consumo humano, aquello habría supuesto su condena de muerte. Sin embargo, el destino de Carmen no era ya ser servida como filetes. El «santuario» en el que vivía sólo esperaba de ella que pastara feliz hasta el resto de sus días.

Gracias a eso y al movimiento social que se impulsó para salvarla, la vaca Carmen, finalmente, no pisó el matadero. La Administración acabó reconociendo su carácter doméstico como animal de compañía.

De eso hace ya cinco años, pero desde entonces hasta ahora, otros animales que vivían también en santuarios y a los que les pasó lo mismo que a Carmen, desgraciadamente, no tuvieron la misma suerte.

En realidad, mientras que no exista una ley que establezca claramente que no pueden aplicarse las mismas normas sanitarias a un animal de compañía, aunque sea una vaca, un cerdo o una cabra, que a un animal que va a ser destinado al consumo humano, no se podrán evitar cuestiones de este tipo.

Las leyes, también las sanitarias, están para solucionar problemas y no para crearlos. Por otro lado, la sociedad ha cambiado tanto en los últimos años en cuanto a su actitud hacia los animales, que lo que hasta hace poco podría ser una costumbre o, incluso, una norma, hoy es un delito penal.

La ley debe seguir adaptándose a los nuevos tiempos.