De todas las figuras que la propia sociedad ha ido creando para dar respuesta a la situación de desamparo en la que se encuentran muchos perros y gatos en España, sin duda, hay una que ha venido a aliviar tanto a los propios animales abandonados como a aquellos centros que se dedican a recogerlos.

Me refiero a las conocidas como casas nodrizas o de acogida. Son personas particulares que ponen a disposición de los animales abandonados o necesitados sus viviendas, es decir, las casas en las que viven. Allí los acogen y cuidan mientras lo necesitan. Su labor resulta especialmente importante con cachorros que siempre son más delicados y con perros ancianos que necesitan una atención más constante y especial.

Por eso, necesitan una regulación jurídica propia porque, si no, puede ocurrir y de hecho ocurre, que dichas viviendas son denunciadas por vecinos porque en las mismas hay animales o porque se produce algún problema con algún animal concreto.

En esos casos, la legislación que se les aplica actualmente será la misma exactamente que a un particular, por lo que, por ejemplo, si se trata de un perro, este deberá tenerlo con las vacunas al día e identificado a su nombre. En esta última cuestión es, sobre todo, donde pueden venir los problemas, dado, que, a menudo, o están a nombre de una asociación o, a veces, aún no se ha podido identificar porque simplemente acaban de ser recogidos de la calle.

Todas estas cuestiones son importantes y conviene tenerlas claras para evitar problemas. Actualmente, muchas de estas casas funcionan con contratos temporales de acogida que muchos ayuntamientos ponen legalmente en cuestión y, también, con convenios con asociaciones, que no dejan de ser contratos entre partes regulados por el Código Civil.

Sin embargo y como decía anteriormente, es necesario, por un lado, ponerlas en valor por la labor que realizan y, por otro, es necesario regular su existencia para que, ante un posible problema, puedan estar convenientemente protegidas.