SI ELLOS HABLARAN

Ya hemos cambiado de año, ¿y ahora qué?

Ya hemos cambiado de año, ¿y ahora qué?

Ya hemos cambiado de año, ¿y ahora qué?

Raúl Mérida

Raúl Mérida

El 2022, finalmente, resultó ser malo y dio por concluida la buena tendencia que llevábamos en cuanto a protección animal. Mientras que durante el 2020 y 2021, el abandono de animales se había contenido y las cifras nos habían hecho soñar con el abandono cero, el 2022 nos dio un baño de realidad.

Recuperada la movilidad, la cotidianidad, los usos y costumbres habituales, y restaurada la posibilidad de irse de vacaciones tras la pandemia, los animales volvieron a pagar con abandono la irresponsabilidad de sus dueños, convirtiéndose éste en el principal maltrato que perros y gatos sufrieron durante el pasado año en nuestro país. Sin embargo, sus altas cifras no se acercaron a las de antes de la pandemia.

Además, la adopción continuó imparable durante el 2022. Los hogares españoles que decidieron incorporar como animales de compañía a un perro o a un gato se multiplicaron y la adopción se consolidó como el sistema preferido a la hora de tener una nueva mascota. Así las cosas, muchos establecimientos comerciales que antes estaban especializados en su venta, hoy colaboran con protectoras y lo están en darlos en adopción. Por su parte, las redes sociales también colaboraron con esta tendencia alcista, siendo muy útiles en la difusión de casos especiales de animales que, por algún motivo, necesitaban una rápida acogida.

En cuanto a otros animales y al tráfico ilegal de especies, nada nuevo que contar. Sigue siendo, ante la desidia e inacción de los distintos gobiernos del mundo, un lucrativo negocio al alza para gente sin alma.

¿Qué ocurrirá en el 2023? Nadie lo sabe. Esperemos que el abandono vaya reduciéndose, que la adopción continúe estratosférica, que el maltrato físico sea cada vez más excepcional y que, por fin, alguien haga algo contra el tráfico ilegal de especies. Lo que sí sabemos es que el 2023 traerá nuevas leyes y que, aunque éstas son necesarias, en su mayoría serán oportunidades perdidas por no haber contado con consenso alguno y, sobre todo, por haber obviado que el capricho de unos pocos no puede estar nunca por encima del conocimiento y la ciencia de los expertos.