"Yo no parpadeo, los demás acaban haciéndolo", se jacta Donald Trump para explicar su supervivencia contra pronóstico en la cumbre. Pedro Sánchez es uno de "los demás". Ha pestañeado en el debate de investidura, y Podemos le ha ganado el primer asalto. Pablo Iglesias ha acompañado al Pablo IglesiasPSOE, para que aprecie in situ la magnitud de la insuficiencia de sus 123 diputados. Aunque se le sume el cántabro irreductible, un voto de pago.

En el colmo de la contradicción, los pífanos avisaban simultáneamente de que Irene Montero se desviaba accidentalmente de la disciplina de Podemos para votar en contra de Sánchez, y de que la susodicha diputada tenía otorgada la vicepresidencia de un próximo ejecutivo. En un preludio de los trepidantes tiempos en ciernes, la vicepresidencia in péctore desacredita mediante el sufragio la llegada de su presidente al poder. Sin perder con esta traición ni una sola opción para acceder al gabinete.

Sánchez presume de 123 diputados, 140 años de historia y un montón de encuestas favorables. No suman, lo cual convierte al líder socialista en el primer candidato fracasado en tres votaciones de investidura. A cero, porque nunca ha superado esa barrera parlamentaria, y la temeridad debe concederle un paréntesis para reflexionar sobre su contumacia perdedora.

El 170 a 124, con 52 abstenciones, no mide la escarpada pendiente que ha de escalar Sánchez, sino lo fácil que hubiera sido coronar la mayoría absoluta de entrada. Le bastaba para ello domesticar por anticipado a Podemos, y conquistar el voto afirmativo de un Gabriel Rufián más razonable que un constitucionalista. De hecho, Esquerra estaba más predispuesta a dar el sí que los socialistas a aceptarlo. Con estas aportaciones, 179 votos y mayoría absoluta en la intentona inaugural. Sin desdeñar al famoso cántabro.

Sánchez se ha empeñado en arrastrarse hasta la segunda oportunidad de investidura, y quizás más allá. Lo grave no es perder las votaciones, sino desperdiciar el control de la situación. El PSOE puede haber demostrado que Podemos es un socio inestable, pero ¿ha mejorado la percepción ciudadana de que los socialistas están capacitados para empuñar las riendas del Gobierno?

El argumento cronológico desmiente la estrategia desplegada por Sánchez. El domingo de las elecciones abrileñas, no cabía duda de que el PSOE iba a encabezar en condiciones por definir un pacto de Gobierno con Podemos. Las cautelas sobre la inmiscibilidad de ambos partidos quedaron amortiguadas por el margen de ventaja de los socialistas, que doblaban al PP. En tres meses, la convicción sobre un ejecutivo progresista ha dado paso a un mar de incertidumbres.

Sánchez no es un maestro en cosechar indiferencias, que son la clave de una segunda votación que se dirime por mayoría simple. En el encuentro de vuelta, cada abstención es una bendición, incluidas las cuatro inhibiciones forzosas de los presos del procés.