Pocas veces el Congreso vive una ruptura tan desgarradora, tan descarnada. En directo. Pero eso sucedió este jueves. El estallido de un líder, Pablo CasadoEl sorprendente y rotundo divorcio de PP y Vox. La liberación de la derecha tradicional de las ataduras, al menos de manera simbólica y por ahora, del "desvarío estrambótico" de la ultraderecha.

La moción de censura de Vox, la quinta de la historia, condujo finalmente a ese puerto inesperado en su segunda jornada de debate. Una iniciativa que de entrada estaba abocada al fracaso y que se saldó con un aplastante y atronador 'no' de la Cámara baja: solo fue respaldada por los 52 diputados de Santiago Abascal. Y enfrente, los 298 restantes, incluidos los 88 del PP. No hubo ni una sola abstención. La de Vox fue la moción con el menor apoyo de la democracia.

Casado no solo quiso guardar estratégicamente el secreto de su voto en contra hasta que subió a la tribuna. Había diseñado un discurso feroz contra Abascal, sin contemplaciones. El más rotundo y quizá determinante de su corta carrera al frente del PP. Reventó. Se desquitó. "Hasta aquí hemos llegado", le dijo al jefe de Vox, para desmarcarse de él, de lo que ahora considera "derecha populista" y "del odio". Para marcar esa línea roja que nunca había querido perfilar. "No es que seamos cobardes. Lo que ocurre es que no queremos ser como usted". El PP, le espetó, es la derecha responsable de Estado, "política sin complejos, sí, pero con cabeza".

"Decimos no a la ruptura que usted busca, no a la polarización que usted necesita, como [Pedro] Sánchez, no a esa España a garrotazos, en blanco y negro, de trincheras, ira y miedo, no a ese engendro antiespañol que también patrocinan". Casado se proclamó harto de los "insultos" con que Vox -"el partido que le ha dado trabajo durante 15 años"- ha despachado al PP estos dos años.

Tal fue la contundencia del jefe de los populares, celebrada por su bancada, que Abascal no supo hilar una réplica. De hecho, se declaró "perplejo", descolocado por haber sido "pateado de manera inmisericorde". Apenas acertó a decir que el PP retorna al pasado de Mariano Rajoy, a la "equidistancia", y que lo convierte en la "música del Titanic cuando se hunde". El jefe de Vox se dolió no tanto del voto en contra, que podía esperar, sino de los ataques políticos y personales de Casado. Ello acentuó la sensación de aislamiento total de la ultraderecha.

"Brillante" discurso

El Gobierno celebró el giro del PP, que tanto había reclamado Sánchez. Aunque también el viraje desconcertó a los socios de coalición. Lo probó la respuesta del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que en parte se quedaba vieja. El líder de Podemos sí calificó de "brillante" el discurso de raíces "canovistas" de Casado, pero le advirtió de que llega "tarde", porque tanto el PP como Cs han alimentado al "monstruo" de Vox que ahora quiere devorar a ambos.

Sánchez aprovechó el giro de Casado para dar un paso más "en favor del entendimiento": el Gobierno detiene "el reloj" de la tramitación parlamentaria de la proposición de reforma de la ley orgánica del poder judicial para allanar el camino de la renovación del órgano de gobierno de los jueces. En definitiva, se aparca (no se retira) la revisión legal para que el desbloqueo del CGPJ sea posible. El Ejecutivo actúa también presionado por Europa. El PP respondió recordó que mantiene dos condiciones: la "despolitización" de la Justicia y la Fiscalía y que Podemos quede "fuera" del proceso negociador. Pero quien conversará por el Ejecutivo será el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo.

En el Gobierno late una cierta esperanza en el giro de Casado, pero también reina la cautela. "El movimiento se demuestra andando", aseguraba una ministra a la salida del pleno. "Jaque mate", se felicitaban en la Moncloa, por el aislamiento de Vox, el anuncio del presidente y el refuerzo del Ejecutivo. La ultraderecha sale derrotada, por ahora, en todos los frentes.