El domingo salieron del muelle de Arguineguín los últimos migrantes que permanecían retenidos allí tras llegar a Gran Canaria a bordo de cayucos. Un intenso trasiego de guaguas durante toda la jornada dominical dejó vacío el espejo en el que España y Europa han visto reflejada su vergüenza desde que el 20 de agosto alguien decidió retener allí al primer grupo, 101 días que ya finalizaron.

Las imágenes de la tarde del domingo contrastaron con las que han recorrido el mundo en las últimas semanas. En la madrugada de el domingo pernoctaron 474 personas en el espigón de la localidad del Sur de Gran Canaria, al caer el sol eran solo 27. Ocho guaguas sacaron a lo largo del día a 447. Llovía, y dentro de las carpas, al contrario de lo ocurrido en gran parte de los días durante los últimos tres meses y diez días, existían las condiciones mínimas de habitabilidad.

El paisaje de las vallas colmadas por jóvenes con la mirada pérdida en un horizonte incierto eran ya historia. Los voluntarios respiraban aliviados por saber que el lunes no van a tener que asistir al espectáculo deleznable del hacinamiento humano. No obstante, entre el evidente agotamiento de muchos de ellos se colaban la rabia por lo vivido y el sentimiento del deber cumplido dentro de las escasas posibilidades que les otorgaron. "Se va a hacer raro", comentó uno de ellos aliviado pero triste por lo que ha tenido que ver.

Varios de los migrantes fueron reubicados en el campamento que se ha levantado en Barranco Seco; otros, en establecimientos alojativos. "Es importante que se vayan dando soluciones, sobre todo habitacionales que sean seguras y reúnan garantías para esos migrantes", señaló desde La Palma la ministra de Turismo, Industria y Comercio, Reyes Maroto.

También el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, celebró, a través de su cuenta de Twitter, el fin de la pesadilla: "A esta hora y desde la Delegación del Gobierno (central) informan de que ya no queda ningún migrante en el muelle de Arguineguín. Comienza a desmantelarse el campamento. Allí quedará solo un retén de cribado sanitario. Lo celebro. Pero queda mucho por hacer".

Torres había insistido en reiteradas ocasiones en la necesidad de aliviar la presión, porque llegaron a concentrarse 2.600 personas en un espacio muy reducido: "Era insostenible", recordó el jefe del Ejecutivo autonómico. La previsión ahora es que las instalaciones del muelle de Arguineguín se reduzcan y se mantenga un operativo mínimo para atender a quienes logren culminar travesías que se inician en la costa africana y que, dependiendo del punto de partida, pueden prolongarse por espacio de más de una semana.

Sea por el mal tiempo o por el fruto que hayan podido dar los contactos mantenidos por los integrantes del Ejecutivo central en los países de origen de los migrantes la semana pasada, lo cierto es que el flujo de llegadas ha amainado notablemente. A lo largo del domingo solo se registró la llegada de dos embarcaciones, una al Muelle de Los Cristianos, en el Sur de Tenerife, y otra al Charco del Palo, en el municipio lanzaroteño de Haría; 55 persona entre ambas.

Ángel Víctor Torres optó por incidir en los aciertos y errores cometidos por sus compañeros de partido (PSOE) en el Gobierno central. Entre los primeros, fomentar "el control en origen", la lucha "contra las mafias", y la agilización de "tránsitos y repatriaciones". El segundo lo resumió en una máxima enviada al cajón del olvido durante los últimos 101 días: "Es importantísimo dispensar un trato humano digno a estas personas que se juegan la vida en la peligrosa travesía del Atlántico", expuso. Justo lo que no ha ocurrido en torno a Arguineguín.

Tampoco dejó pasar la ocasión el presidente de enviar un mensaje a la ciudadanía: "No lo olviden, a nadie le gusta dejar atrás a la familia. Como aquellos canarios y canarias, nuestros antepasados, que se vieron obligados a dejarlo todo y a buscar otras orillas. Lo llevamos en el ADN. En Canarias no cabe la xenofobia".

Un recado que cobra más importancia, si cabe, cuando el domingo la formación política Vox sacó a la calle a sus correligionarios para pedir firmeza policial en origen y el enclaustramiento en las Islas de los migrantes que lleguen. A pesar de los 30 años que transcurren desde las primeras llegadas, aún se maneja el efecto llamada como un factor real. El efecto salida, económico o por salvar el pellejo, tiene poco espacio en el debate.