Hace hoy 25 años José María Aznar celebraba desde el balcón de Génova la victoria que llevó por primera vez al PP a la Moncloa, un triunfo que supuso la segunda alternancia en el Gobierno de la democracia al desbancar al PSOE tras 14 años de felipismo.

En la noche del 3 de marzo de 1996, Aznar festejó su triunfo acompañado por su mujer, Ana Botella, por quien sería su sucesor, Mariano Rajoy, y por Francisco Álvarez Cascos y Rodrigo Rato ante seguidores que, a los pies de la sede, agitaban banderas rojigualdas y otras con el logo del PP.

“Gana el centro” fue el lema de campaña que le llevó a desbancar a Felipe González, un hito que la prensa de la época llegó a calificar de “segunda transición política” aunque los periódicos destacaron a la mañana siguiente la complejidad del pacto.

"Aznar derrotó a González”, tituló el ABC; “Aznar obtiene una mayoría insuficiente para gobernar en solitario”, decía El País; “El PP logra una histórica y exigua victoria”, abrió su edición de nacional El Mundo.

Un cuarto de siglo después, la doctora Paloma Román Marugán, directora del departamento de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid; José Antonio Piqueras, catedrático de Historia Contemporánea en la Jaime I; y José Luis Rodríguez Jiménez, historiador experto en la extrema derecha, analizan en conversación los ingredientes que fraguaron el logro de Aznar y el impacto de su éxito.

El centroderecha unido y un PSOE desgastado

Los tres coinciden al señalar dos elementos clave: Aznar había logrado unificar a la derecha bajo las siglas del PP y se benefició de un PSOE lastrado por las acusaciones de corrupción y el desgaste de casi 14 años de gobierno.

Piqueras, autor de “Cánovas y la derecha española. Del magnicidio a los neocon”, destaca que Aznar consiguió “diluir la esencia de Alianza Popular” y no tener “los estigmas de aparecer como franquista”.

“Supo aglutinar los años que fue líder del partido no solo al centroderecha, sino también a la derecha”, apunta Román Marugán, quien cree que las distintas sensibilidades de ese campo político forjaron una unión “de conveniencia” porque vieron la “oportunidad de gobernar”. Además, el proyecto de Aznar al frente del PP se diferencia del de sus predecesores.

Mientras que UCD “era una derecha más defensora del Estado en la economía” y “menos patriotera”, el PP giró al liberalismo económico, apoyó el Estado de las autonomías y convirtió el “españolismo” de Manuel Fraga en un discurso "patriota" que antes no existía, explica Rodríguez Jiménez. La autoridad de Fraga al nombrarle sucesor y la ilusión de compartir el poder unió además a los seguidores en torno a su líder.

Piqueras agrega otros elementos. El PP asumió "signos de identidad progresista”; sorprendió, por ejemplo, la reivindicación de Azaña como “patrimonio del reformismo español”; y hubo una "serie de símbolos" con los que "ofrece una imagen nueva".

Cambio de ciclo

La victoria de Aznar implica un “cambio de ciclo”, que es una prueba de la normalidad democrática que se manifiesta cuando “después de años” y “de forma normal, a través de unas elecciones”, llega al poder el “opositor”, explica Román Marugán. “El cambio es tan notable como en el 82” pues supone “la segunda alternancia que hay a lo largo de la democracia”, apunta Piqueras.

La victoria de Aznar no solo es relevante porque logre por primera vez adelantar al PSOE, sino también porque alcanza pactos con nacionalistas que durante la campaña electoral parecen un imposible.

Entre la noche en la que los simpatizantes del PP corearon “Pujol enano, habla castellano” y la investidura pasaron dos meses en los que Aznar logró pactar con la Convergència de Jordi Pujol -el pacto del Majestic- y el PNV de Xabier Arzalluz.

Aznar demuestra, destaca Piqueras, una “flexibilidad para los acuerdos” que no se le presuponía, una “predisposición pragmática a encontrar un espacio en común”. “Hizo sus devaneos en contra del nacionalismo hasta que lo necesitó”, apunta por su parte Román Marugán sobre un pacto que, como reconoce el propio Aznar, no tenía precedentes desde tiempos de la restauración.

El segundo mandato de Aznar y la mayoría absoluta en la que refuerza un “nacionalismo español” y "no uno que admitiera pluralidades” es para Piqueras el fin de este entendimiento. El PP se ha convertido, apunta, en “víctima de una retórica de intransigencia”. Y es que 25 años después todo ha cambiado.

2021, un "planeta distinto" a 1996

El actual líder del PP, Pablo Casado, encabeza ahora a un centroderecha dividido en tres, con un partido menguado en Cataluña y Euskadi, que lucha además en un panorama de fragmentación política, muy distinto al bipartidismo “imperfecto” de los años 90.

No le benefician tampoco las acusaciones de corrupción. "Le convendría mirar hacia delante pero no tapando el pasado, sino en gran medida, como en el 89, restablecerse como un nuevo partido", apunta Piqueras.

Los tres expertos consultados por Efe coinciden al señalar que el PP lo tiene muy difícil para unir a su espacio político, por el tamaño de Vox y el fin de la excepción que suponía la ausencia de la extrema derecha desde que Fuerza Nueva lograse un escaño en 1979.

Al catedrático en Historia Contemporánea la pugna PP-Vox le recuerda a la primera etapa de Alianza Popular, en el 77, cuando el partido de Fraga tenía dos almas, una “reformadora” y otra que “no quiere romper con la herencia”. Aquel “reducto de la derecha tradicional ahora ha encontrado su espacio”.

Casado puede “derechizar al partido”, pero pierde electores en el centro, y la fragmentación le impide forjar acuerdos porque un “pacto de legislatura con la ultraderecha es una alianza antinatura en cualquier lugar”, agrega.

Se une además la imposibilidad de llegar a pactos como los que dieron el Gobierno en minoría a Aznar. “Aznar era otro y sobre todo Pujol y Convergència eran otros. El liderazgo aglutinador de Casado tiene que ir por otros derroteros”, señala Román Marugán, que ve roto cualquier puente.

“El de Vox no está tan roto”, añade, pero los de Santiago Abascal “no están dispuestos a ser fagocitados por el PP” y “mientras PP y Vox, porque Ciudadanos ya está perdido, tengan unos resultados medianos" a Casado le va a costar entenderse porque la alianza tras Cataluña debe ser "de pares”.

En todo caso, el "cambio social" es imparable y las mayorías aplastantes son ahora cosa del pasado. Es, afirma Piqueras, "como si estuviésemos en un planeta distinto del 96".