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El perfil que cambia

Las invisibles de las pateras

La muerte de una bebé en Canarias pone rostro al drama que sufren las migrantes que viajan en patera con sus criaturas, muchas veces huyendo de matrimonios forzosos o la violencia machista

Miembros de Salvamento Marítimo trasladan a los ocupantes de una patera rescatada al sur de la isla de Gran Canaria, esta semana.

En los cayucos que arriban a las costas españolas ya no solo hay hombres africanos jóvenes. Cada vez hay más mujeres, en ocasiones embarazadas y otras solas con sus hijos. Pequeños que no están registrados oficialmente. El proyecto Ödos, de Córdoba, ayuda a estas madres que huyen a Europa en busca de una vida mejor.

La penúltima tragedia registrada en Canarias tras la muerte de una niña de 2 años que viajaba en una patera distinta de la que llevaba a su madre rescata la historia de tantos menores engullidos en busca de una tierra mejor. En los cayucos que arriban a las costas andaluzas y canarias no solo hay hombres africanos jóvenes. Cada vez hay más mujeres. Las hay solas y las hay que están embarazadas. A veces viajan con sus hijos. Huyen de sus países de origen por muchos motivos. Entre ellos, los matrimonios forzosos, la mutilación genital y la violencia machista. La muerte de la bebé en Las Palmas hace unos días ha encendido todas las alarmas. Su terrible historia pone rostro a los miles de menores acompañados que migran a España. Son los niños y las niñas invisibles.

Los menores que viajan solos (menores no acompañados) sí están registrados. En 2017 fueron más de 2.500 los que llegaron a España, un 60,4 % más que el año anterior, según las estadísticas de Save The Children. Pero los niños acompañados no aparecen en ningún listado oficial. Como si no existieran.

En 2015, la Fundación Emet Arcoíris empezó a percatarse de que la migración no solo es cosa de hombres. El 20 % de las personas que arriban en patera son mujeres que viajaban o bien solas o bien acompañadas de niños pequeños. Son el objetivo perfecto de las redes de trata. Gracias al proyecto Ödos, en abril de 2018 nació en Montilla (Córdoba) un centro pionero de acogida de mujeres migrantes, una bonita casa con forma de cortijo y con capacidad para 40 plazas. Ubicada en mitad del campo, dispone de columpios, patios exteriores y salas de juego infantil. «Es un lugar donde los niños y las niñas regresan a su infancia. Aquí, vuelven a ser niños», explica su directora, Teresa Girón. «Es importante que la atención a los migrantes tenga un enfoque de género y de infancia», subraya.

Cuando un menor migrante viene acompañado a las costas españolas, la primera gestión es realizar las pruebas de ADN para comprobar que el adulto es, efectivamente, su progenitor. En la mayoría de los casos, son mujeres. Respecto a los menores, más de la mitad son niñas. «El 80% de las mujeres que han pasado por nuestro centro son de Costa de Marfil o de Guinea-Conakry. Lo habitual es que las niñas vengan sin ningún documento, ni siquiera un registro de nacimiento. Son menores que no tienen identidad». Hay bebés recién nacidos y adolescentes de 17 años, pero la inmensa mayoría tienen entre 2 y 5 años. Las mujeres son migrantes especialmente vulnerables porque pueden ser víctimas de explotación sexual en mafias de trata. Viajan a España engañadas o con un alto nivel de inconsciencia porque piensan que una vez que pisen suelo europeo ya estarán a salvo. Y nada más lejos de la realidad. 

El objetivo de las migrantes -explica Girón- no es tanto vivir en España sino en Francia, donde habitualmente tienen familiares o amigos. «Es un país con mayores redes sociales, es su país europeo de referencia. Hablan francés pero no castellano. Además de por el idioma, España no es atractivo porque aquí los trámites son más complicados y largos».

Pruebas de ADN

Las pruebas de ADN -realizadas en laboratorios de Madrid- tardan meses, un tiempo que el proyecto Ödos aprovecha para acoger a las mujeres y tratar de inculcarles la necesidad de que sus hijos tengan una identidad oficial y un plan seguro para continuar su periplo a Francia. 

Hasta que el laboratorio confirma las pruebas de ADN, las mujeres acogidas en el proyecto Ödos (palabra griega que significa «acompañamiento») reciben un documento policial que no es un DNI pero sí un papel oficial con el que se pueden empadronar en el municipio y acogerse a los servicios sociales, incluida la escolarización de los menores, ya sea en guardería o en colegio. «El cambio que se produce en ellos es muy llamativo. Son menores que, en la mayoría de los casos, han sufrido violencia o han visto violencia. A veces, por su pasado, tienen una conducta violenta o sexualizada y les asusta mucho la escuela, pero a los pocos días parece que llevan ahí toda su vida y están felices en el aula», subraya la responsable del proyecto.

Hacia Francia

De las 200 mujeres, niños y niñas que han pasado por el centro de acogida, solo en seis ocasiones las pruebas de ADN no confirmaron la relación de maternidad con el menor. En esos casos, el crío es separado hasta que se estudia su mejor opción. Una vez concluidas las pruebas de filiación, la mayoría de mujeres sigue su camino hacia Francia, donde también llegan los tentáculos de Ödos, al igual que en Marruecos. «El trabajo en red y transnacional es fundamental. Nuestra misión incluye saber cómo es la vida que tienen ellas en Francia para cerciorarnos de que los niños siguen estando seguros», concluye la responsable del proyecto, que dio sus primeros pasos exclusivamente con fondos privados y que en mayo de 2020 consiguió, por fin, subvención pública del Gobierno que no cubre todas las necesidades pero ayuda mucho. 

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