Ciudadanos consiguió hace apenas dos años 629.940 votos, el 19,5% del total: 26 escaños en la Asamblea de Madrid, a solo cuatro del PP. El resultado parece venir de otro mundo, uno en el que el partido naranja estaba llamado a competir de tú a tú con socialistas y conservadores, incluso a liderar el centro-derecha. En la noche de este martes, en cambio, hubiese celebrado como un triunfo haber cosechado el 5% de los sufragios en la comunidad, el mínimo exigido para tener representación parlamentaria y no dar por perdido su futuro. Algo así quedó muy lejos de ocurrir.

Los naranjas se quedaron en un 3,5% de apoyos: en torno a 125.000 votos con el 97% escrutado, perdiendo 500.000 desde los anteriores comicios y desapareciendo de la autonomía. El desenlace coloca una piedra más en el difícil camino que transita el partido, quizá la definitiva después de sus pésimos resultados en las generales de noviembre de 2019 y en las catalanas del pasado febrero.

Sin embargo, su candidato, Edmundo Bal, anunció que nada iba a cambiar. Reconoció que esta era una “noche dura” para Cs, pero también subrayó que iban a “seguir trabajando por lo mismo”. La líder de la formación, Inés Arrimadas, en la cuerda floja, evitó comparecer junto al cabeza de cartel.  

Bal, antiguo abogado del Estado apartado tras insistir hasta el final en la acusación de rebelión para los líderes del ‘procés’, había sido uno de los últimos en llegar a Cs. Pero nadie le puede acusar de falta de compromiso. Portavoz naranja en el Congreso, aceptó el envenenado encargo casi a regañadientes. “Podría haberme quedado en mi zona de confort”, reconoció cuando fue nombrado cabeza de cartel, el 18 de marzo. 

Desde entonces, Bal no ha parado quieto. En este mes y medio de bronca campaña, en la que los problemas concretos se han visto opacados por las grandes palabras (libertad, socialismo, comunismo, fascismo, democracia), al aspirante se le ha visto tocando la batería, corriendo por las calles de Madrid, montando en moto, sentado en el estadio del Atlético de Madrid, explicando sus gustos culturales y recordando sus excelentes notas como estudiante. Y sobre todo, se le ha visto recorrer toda la comunidad intentando que calara su mensaje en contra de la “crispación” y los “extremos” de Podemos y Vox, una posición que no le ha impedido dejar claro desde el principio, por si había alguna duda, que quería volver a pactar con Isabel Díaz Ayuso, quien profundizó en la veloz decadencia naranja al adelantar las elecciones.

Factores en contra

La supervivencia de Ciudadanos está en juego, y así se ha tomado la formación estos comicios, pero todo el esfuerzo parece destinado a ser inútil. La marca del partido ya se encontraba en horas bajas, y la moción de censura en Murcia, pactada con el PSOE para desalojar del poder al PP y frustrada por el transfuguismo de tres diputados naranjas en la autonomía, la ha dejado por los suelos. Ahora importantes dirigentes de Ciudadanos se pasan al PP. También los votantes, en masa. Y esta campaña, tan polarizada, ha terminado de jugar en su contra.