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Elecciones en Madrid

La 'estrella' Ayuso eclipsa a Feijóo

Díaz Ayuso emerge como la esperanza a la que se aferran los populares para derribar al Gobierno de coalición

Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, en la toma de posesión del segundo.

Ha nacido una estrella en un PP deseoso y necesitado de victorias electorales que reactiven al partido e introduzcan sangre fresca. Isabel Díaz Ayuso ha emergido como el nuevo faro al que la formación se encomienda para tratar de ganar unas elecciones generales y llegar a la Moncloa. El resultado de la ganadora de las elecciones autonómicas de Madrid es la bandera a la que se aferran los populares para derribar al Gobierno central de PSOE y Unidas Podemos, lo que eclipsa el ascendente del hasta ahora único barón de barones del partido: el gallego Alberto Núñez Feijóo.

El 4-M tendrá repercusiones a nivel estatal debido al peso económico y simbólico de Madrid, pero también debido a que el adelanto electoral de Ayuso fue consecuencia de una operación urdida en Moncloa a través de la fallida moción de censura de Murcia para hundir al centro derecha que ha salido por la culata, reforzando al PP y borrando prácticamente del mapa a Ciudadanos. Los populares seguramente tendrán la tentación de repetir adelanto en Andalucía.

En el seno del PP, la victoria de Ayuso –a cuatro escaños de la mayoría absoluta tras haber perdido los comicios de hace dos años ante el PSOE y lejos de los resultados, por ejemplo, de Esperanza Aguirre– marca un antes y un después y amenaza con desequilibrar la balanza interna. Frente al discurso estudiadamente "moderado" liderado por Feijóo, a escorar hacia la derecha el mensaje. Nada ilustra mejor el viraje que dos apoyos recibidos en el aluvión de aplausos a la nueva baronesa: Esperanza Aguirre y José María Aznar.

Ambos representan el ala dura del PP. La primera, bajo cuyas órdenes estuvo Ayuso gestionando incluso la cuenta de su perro en las redes sociales, criticó el “giro al centro” que había dado Pablo Casado, presidente del PP, antes de la debacle en Cataluña y apostó por “dar la batalla ideológica” sin complejos ante los “gurús de la izquierda que imponen la corrección política”. “Estoy absolutamente convencida de que a partir de ahora no solo Pablo Casado, sino todo el PP va a defender nuestras ideas. Y eso quiere decir dar la batalla ideológica y cultural, que es lo que ha hecho Isabel Díaz Ayuso, y por eso ha obtenido esta victoria tan impresionante”, expuso tras blanquear a Vox y negar que sea extrema derecha.

Por su parte, el expresidente del Gobierno José María Aznar usó las redes sociales para felicitar a Ayuso por su “extraordinario triunfo en Madrid”. “El modelo de libertad se entiende, funciona y los ciudadanos lo respaldan. Una gran lección y una gran esperanza para todos”, escribió acompañando el mensaje con una foto de ambos y retomando el leit motiv manido de la campaña de los populares madrileños: comunismo o libertad.

En julio pasado, no solo no usó el mismo tono cuando Feijóo revalidó su mayoría absoluta, la cuarta consecutiva, sino que ni siquiera hizo mención en sus redes al hito que igualó al dirigente de Os Peares con Manuel Fraga y que lo consolidó como gran referencia territorial en el partido. De momento, sigue siendo el único con mayoría absoluta y el único sin Vox ni Ciudadanos en el hemiciclo.

Feijóo apostó por un discurso más moderado, contenido, por obviar a Vox y por crecer por el centro. Frente a él, el ayusismo, una nueva dirigente sin complejos a la hora de acercarse a Vox, que mantuvo lagunas de gestión en pandemia y polémicas sobre ayudas a su padre y falta de transparencia sobre el piso de lujo cedido por un empresario, y que elevó la tensión de su discurso hasta catalogar a Pablo Iglesias, que anunció su adiós a la política y dejará el liderazgo de Podemos, de ser lo “más mezquino” de la política española.

Casado se ha visto entre dos aguas. Por un lado, el discurso de la “estabilidad” del presidente gallego, que criticó al Gobierno central pero mantuvo una política de restricciones en línea con el mando general. Por otro, el verso suelto de Ayuso, que usó la Comunidad de Madrid como ariete contra la Moncloa, optando por menores limitaciones, por ejemplo, en la hostelería y cuestionando las políticas del Ejecutivo sin contemplaciones. El primero muestra los índices más bajos de impacto de la pandemia. La segunda, de los más altos.

"Madrid no es España"

La tentación de usar el resultado de Madrid como un referéndum de la gestión de Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición es evidente, especialmente tras involucrarse en la campaña Pablo Iglesias, que en dos meses ha dejado la Vicepresidencia del Gobierno, primero, y la política, después.

En el PP gallego alertaban antes del 4-M del riesgo de confundir Madrid con España, aunque Pablo Casado no ha tardado en agarrarse a esa analogía, pese a pasar de puntillas por la campaña. "El PP ha sido el PP de siempre, Isabel es puro PP, es Partido Popular por los cuatro costados porque llevamos trabajando mano a mano más de 15 años", declaró antes de añadir: "Isabel ha ganado porque ha sabido comprender a Madrid al completo. Ahora debemos seguir ese camino". Del equilibrio que proponía el líder popular entre Ayuso y Feijóo hace unos días ya no hay rastro. Elige la primera en un nuevo cambio de tercio, exultante tras el varapalo a Sánchez y al PSOE. Tanto, que ha pedido un debate sobre el estado de la nación en una muestra del papel que Madrid desempeña en la política estatal. O que la clase política le concede.

Feijóo no quiso ser menos en la lluvia de elogios a su compañera y en usar el 4-M contra Moncloa. "Eso es un anticipo, en mi opinión, de lo que los españoles están esperando", sostuvo el primer día en que ya no ocupa el lugar de barón de barones en exclusiva. En la reunión de la junta directiva del PP, celebrada ayer de forma telemática, usó una palabra para resumir el balance de Ayuso: "espectacular". "Se ha convertido en una de las presidentas autonómicas más importantes de España", sintetizó.

Y lo ha hecho sin contar demasiado con su compañero gallego, pese a hablar con regularidad por teléfono, según fuentes del PPdeG. Feijóo no participó en la campaña madrileña, puesto que no fue convocado por el equipo de Ayuso, y ha mantenido enfrentamientos con Vox, negándose también a incorporar a Ciudadanos. Sus resultados han frenado a ambos. En Madrid, con otro estilo, Ayuso ha fagocitado a Ciudadanos y arañado votos al PSOE, pero Vox se mantiene.

Varapalos al PSOE

Los dos pueden presumir también de asestar serios correctivos al PSOE, pues en Galicia los socialistas volvieron a quedar en tercer lugar siendo sorpassados por el BNG como lo fueron en 2016 por En Marea. Más Madrid también superó al PSOE.

Eso sí, ambos territorios son proclives al PP, que ha ganado todas las elecciones autonómicas en Galicia y todas salvo tres en la comunidad madrileña, por lo que usar Madrid o Galicia de termómetro estatal conlleva sus riesgos.

Ambas recetas difieren en los mensajes, aunque está por ver si en lo político, pues la gestión no ha centrado la campaña, salvo el anuncio de una bajada de impuestos selectiva. Si Ayuso ha ayudado a Casado a eclipsar a Feijóo, lo cierto es que también le supone un problema porque amenaza con robarle los focos en caso de un mal resultado en unas generales o incluso ser aclamada para ser cabeza de cartel, pues en la política, como en el deporte, la paciencia escasea y urgen nuevos ídolos a ensalzar y derribar.

En el PP conviven dos modelos de éxito, aunque el gallego ofrece un mejor balance, pero las miradas que antes se posaban en Feijóo se dirigen ahora a Ayuso, cuya gestión personalista constituye un nexo de unión con su compañero gallego. Este es su momento porque el PP considera la victoria en Madrid el síntoma de un cambio de ciclo, algo que pasó en Galicia… en 2009.

Si Ayuso marca el camino a seguir, como ha dicho Casado, brotará la incógnita de la comodidad de Feijóo en el nuevo discurso y en un nuevo partido, donde la savia nueva, como también el alcalde de Madrid, viene pidiendo paso y, quizás, cerrando puertas al siempre esperado salto de Feijóo al liderazgo estatal del partido.

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