Si a la escala de tensiones entre PSOE y Unidas Podemos le podía faltar algo de sal, ténganse en cuenta la reaparición de Pablo Iglesias en unas pocas horas. El exlíder de los morados regresa este lunes a la vida política, que no a la política activa, con el traje de analista de la actualidad, puesto que la comentará en varios medios de comunicación. Esto sucederá en un momento en el que las relaciones en el seno del Gobierno de coalición, ese que forman la organización que él fundó y el PSOE, están tirantes. La negociación de los Presupuestos, el precio de la luz y las informaciones sobre Juan Carlos I friccionan la alianza y cualquier palabra más alta que otra es tildada de "deslealtad". En este clima, la vicepresidenta segunda y jefa de Unidas Podemos, Yolanda Díaz, pide calma y menos ruido. Un estilo distinto al que Iglesias marcaba hace unos meses desde la Moncloa y al que habrá que ver si se acomoda en su nueva etapa profesional.

Desde que Iglesias se bajó del atril de la sede de Podemos en la noche del 4 de mayo, tras dimitir por los resultados en las elecciones madrileñas, todo ha cambiado en su organización. Díaz heredó el liderazgo del ala morada del Gobierno, en la que intenta imprimir su impronta, y Ione Belarra se ha puesto a los mando de Podemos como partido. El reparto de papeles es claro: la vicepresidenta segunda, con un tono calmado y conciliador, reclama paz en el Ejecutivo, y la ministra de Derechos Sociales, descendiente de la línea más dura inspirada por Iglesias, eleva la presión al PSOE. En el partido miran ahora qué rol puede jugar el exlíder morado, que hablará ante los micrófonos asiduamente, para que beneficie a la formación, habida cuenta de su fama como orador muy dado a los impulsos y poco amigo de los límites.

Todos los lunes, primero por la mañana y después por la noche, Iglesias estará en dos tertulias radiofónicas para debatir sobre los temas de la semana y en su entorno son conscientes de que sus palabras, como ha ocurrido siempre, harán ruido. La duda que aún tienen es si llegarán a convertirse en tal estruendo que eclipsen a Belarra y, sobre todo, a Díaz que el pasado viernes sentenció que "no hay que elevar la voz" a la hora de debatir las discrepancias en la coalición.

Nueva dinámica

La solución para evitar que la exposición mediática de Iglesias engulla los mensajes de las dos líderes moradas es -al menos sobre el papel- mantener una comunicación constante, prácticamente diaria entre el exvicepresidente y la cúpula del partido para que pueda "acoplar" sus intervenciones a los intereses del partido. Por el momento, han empezado a ensayar esta dinámica con Twitter. Desde que abandonó todos sus cargos, la cuenta de Iglesias en esta red social permaneció silente hasta el pasado martes. "No hay mayor lealtad al Gobierno que exigir que se cumpla el acuerdo de Gobierno", sentenció, en referencia a la polémica por los precios de la luz.

Al día siguiente, aplaudió a Díaz por haber logrado una subida del salario mínimo interprofesional (SMI). "Ser la parte minoritaria del Gobierno es difícil, pero mejora la vida de mucha gente", apuntó cuando ya todos los altos dirigentes de Unidas Podemos habían hablado. En su entorno sostienen que este será el 'modus operandi' habitual: el protagonismo será para los miembros en activo del partido y, después, Iglesias remachará los mensajes principales.

Aun así, y a riesgo de atirantar la coalición con el PSOE, en las filas de Unidas Podemos ven en Iglesias la oportunidad de tener un portavoz de primera categoría que pueda ir más allá en sus críticas a los socialistas que los ministros morados.