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Fin de ETA, año X

Las víctimas del terrorismo: "Se quiere pasar página sin haber leído el libro"

"La evolución será generacional. El daño producido tantos años, en tantas generaciones, va a tener impacto bastante tiempo”, dicen los psicólogos

Ángel Altuna, hijo de un policía asesinado por ETA, en el monumento de Ibarrola que recoge los nombres de víctimas de diversas bandas terroristas en Vitoria. José Luis Roca

Diez años después del jueves 20 de octubre de 2011, el día que ETA anunció su fin, Paqui Hernández sigue viendo el mismo vacío negro e inexplicable en el asesinato de su marido. “Ya están en las instituciones. ¿Para esto mataron a tantos? ¿No podían haber llegado igualmente sin matar?”, se pregunta. Por eso ante este X aniversario del comunicado final de la banda siente… “nada”. Como mucho, la constatación de que ya no matan los pistoleros, su único motivo de alegría.

La viuda del inspector Eduardo Puelles, jefe del Grupo de Seguimientos de la Policía Nacional en Vizcaya, el último agente asesinado por ETA en suelo vasco, verbaliza en Bilbao con una sola palabra la ausencia de significado que le ve a este aniversario. En su paseo con este diario ha pasado ante la sede de la Policía en Bilbao. En la entrada, una enorme placa de mármol alinea los 114 nombres de agentes que se llevó por delante el terrorismo en Euskadi. Puelles pasaba cada día ante esa placa, hasta que su nombre acabó en ella.

Paqui Hernández, víctima de ETA, viuda del policía Eduardo Puelles.

Paqui Hernández, víctima de ETA, viuda del policía Eduardo Puelles. José Luis Roca

 “No espero que ocurra nada este aniversario con respecto al año noveno o el año once. La evolución será generacional. El daño producido tantos años, en tantas generaciones, va a tener impacto bastante tiempo”, resume en Vitoria el psicólogo Ángel Altuna, a quien la banda arrebató a su padre, también policía, el 6 de septiembre de 1980.

“Es solo el recuerdo de la escenificación de cómo se camufló el fracaso absoluto de ETA tras 40 años. Cuarenta años de asesinatos, 40 años de persecución, para no conseguir ni uno solo de sus objetivos y anunciar un día que lo dejaban”, sentencia en San Sebastián Rubén Múgica, abogado e hijo del letrado Fernando Múgica Herzog, tiroteado el 6 de febrero de 1996.

Coexistencia sin convivencia

El 20 de junio de 2009, sobre la monumental escalera del Ayuntamiento de Bilbao, 24 horas después de que matasen a su marido en Arrigorriaga con una bomba lapa bajo su coche, Paqui solicitó tras hablar los políticos. “Yo quiero decir algo”. Y como en un drama griego, flanqueada por sus dos hijos, clamó a ETA ante una multitud transida: “¡No vais a conseguir nada más!”.

Desde entonces le da dolorosas vueltas a la idea de que quizá Eduardo podía haber escapado de las llamas que devoraron su coche si hubiese llevado la ventanilla bajada.

A eso le da vueltas, y también a que algún vecino avisó a los verdugos. “El día antes le pusieron matrículas nuevas al coche de mi marido. Alguien lo vio llegar y avisó –especula-. Quien lo delató vive en nuestro barrio”.

Ángel Altuna, víctima de ETA, en el monumento a las víctimas en Vitoria.

Ángel Altuna, víctima de ETA, en el monumento a las víctimas en Vitoria. José Luis Roca

En este año diez postETA hay en España una coexistencia política con el mundo heredero del entorno de la organización, pero en Euskadi es una proximidad asfixiante para sus víctimas. “Siempre hay algún animal que te insulta por la calle, todavía hoy, pero no ocurre ya con la frecuencia de hace años”, constata Múgica.

Ángel Altuna evita volver a Erentxun, el pueblecito alavés de su madre, en el que, sospecha, uno de sus escasos vecinos avisó al pistolero que mató a su padre en la verbena. La coexistencia, en su opinión, no ha derivado “ni tiene visos de derivar” en convivencia.

“En las cuadrillas de amigos el tema de las víctimas hoy es incómodo: pone a la gente ante lo que ha sucedido en este país”, explica en Vitoria Eduardo Mateo Santamaría, politólogo que se comprometió cuando ETA mató a Fernando Buesa y su escolta, el 22 de febrero de 2000; ahora es dirigente de la fundación que recuerda al socialista alavés.

Del aniversario valora Mateo que “no existe ya la amenaza, pero como sociedad nos queda mucho: hay gente que quiere pasar página rápido, sin leer el libro antes”.

Relato

“Si yo pudiera hablar con mi padre, le diría que uno de sus asesinos, Valentín Lasarte, se pasea por San Sebastián”, dice indignado Rubén Múgica. A veces, en los duermevelas, las víctimas vivas entablan charla mental con sus muertos. Múgica le comenta al padre lo que denuncia como “traición política” de sus ex compañeros del PSOE “y de otras fuerzas de la izquierda”.

Conserva este abogado en su despacho, que fue de su padre, la mesa que usó él, los aranzadis en sus estantes, la foto del amigo José Luis López de Lacalle, también tiroteado, la estrella de David, el candelabro… “Este despacho es lugar de combate y de memoria”, dice.

El rastro del combate está en el suelo, tomos del sumario instruido por el asesinato del líder donostiarra del PP Gregorio Ordóñez, el 23 de enero de 1995. “Intentamos señalar a los inductores en la Audiencia Nacional”, explica, en alusión a José Javier Arizkuren, Kantauri; Juan Luis Aguirre Lete, Isuntza; Mikel Antza…

Rubén Múgica, víctima de ETA, en su despacho en San Sebastián, junto a un retrato de su padre, Fernando Múgica.

Rubén Múgica, víctima de ETA, en su despacho en San Sebastián, junto a un retrato de su padre, Fernando Múgica. José Luis Roca

No solo el relato ocupa a la parte activa de las familias de los 857 asesinados por ETA en toda España. También la perseverancia ante los jueces. “Es rotundamente falso que ETA está derrotada –considera Consuelo Ordóñez, la hermana de Gregorio-. ETA consiguió un compromiso del Gobierno cuando estaba más debilitada que nunca. Su derrota se habría conseguido simplemente aplicando el Estado de Derecho”.

En este año X del comunicado de cese definitivo de los atentados, admite la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo COVITE que “al menos se ha conseguido lo mejor: ahora ETA no nos mata. Pero fue un final con negociación que Zapatero aceptó y Rajoy materializó”.

“Que ya no maten está bien –ironiza desde Bruselas la eurodiputada Maite Pagazaurtundua, hermana de Joseba, policía local y socialista de Hernani asesinado-. Pero la circunstancia actual del País Vasco, un negacionismo sutil, se teje desde entonces: ETA abandonó, pero su fuerza política fue legalizada sin condena previa de los crímenes”.

Queda la pena

¿Cómo se le cuenta a una niña de cuatro años que a su abuelo lo asesinaron? La experiencia del dolor, meditado, se plasma en un folleto que Ángel Altuna ha escrito como “guía para contar la verdad a víctimas de actos violentos de segunda y tercera generación”.

A Altuna le sobrevino la pregunta en el coche, momento temido: “Ahí no hay pantallas ni juguetes que distraigan; estás en trayecto y entonces tu hija de cinco años te pregunta: Papi, ¿por qué nunca me contáis cómo murió el abuelo?’”.

Diez años después del fin de ETA quedan las malas noches. Las de Paqui recordando que Eduardo había vuelto de un viaje en tren con un folleto de la Ribeira Sacra que cogió en la estación. “Íbamos a irnos de vacaciones por primera vez sin los niños, como cuando éramos novios”, cuenta. El policía preparaba minuciosamente el veraneo cuando le quitaron la vida.

Y Altuna piensa a veces que si no se hubiera quedado con unos amigos y hubiese acompañado a Basilio, su padre, a las fiestas del pueblo, “quizá estaría con él cuando le apuntaron, y desviar la pistola de un manotazo…”, relata subiendo un cerrito lleno de txiribitas, florecillas, y nombres de víctimas de ETA y otros terrorismos que el artista Agustín Ibarrola erigió en Vitoria junto a un impresionante pebetero. Allí se cita a gente de toda condición. Carrero Blanco, por ejemplo, y Argala, el etarra que lo mató, asesinado después por el Batallón Vasco Español.

El de Altuna con este diario es un paseo por un paraje hermoso, alfombrado de hierba y frutos de los castaños que lo arropan. El cotidiano deambular de Rubén Múgica es otro, por una acera donostiarra romántica, en la que una placa colorada entre los adoquines recuerda dónde dispararon a su padre. Es parte de la cotidianeidad con que las víctimas reciben este X aniversario de la emisión de aquel vídeo con un encapuchado locutando: “En Euskal Herria se está abriendo un nuevo tiempo político…”.

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