El PSOE respondió rápido. Lanzó un tuit, salió al ataque a través de su vicesecretaria general, Adriana Lastra. Habían pasado apenas unos minutos desde la confirmación del acuerdo de PP y Vox en Castilla y León, el pacto por el que los populares cedían la vicepresidencia del Gobierno autonómico y tres consejerías a la ultraderecha, además de la presidencia de las Cortes. El partido de Pedro Sánchez quiso denunciar sin demora el "pacto de la vergüenza", remarcar que "este PP nuevo es el más viejo de todos", el que no desea tender un cordón sanitario a Vox. Al paso de las horas se sucedieron las manifestaciones de distintos dirigentes federales y territoriales, todos en el mismo sentido. En tromba. Tal y como recoge El Periódico de España.

La primera reacción fue poner el foco en el futuro presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, como responsable final de la decisión: "Es su carta de presentación". Pero este diario ha sondeado a una docena de presidentes, barones autonómicos y ministros y existe preocupación. Porque sí, "es evidente que la alternativa es o PSOE o PP + Vox", en palabras de un integrante del Gabinete, pero se ponen ya muchas cautelas y se incide en que habrá que esperar a ver si se pincha o se engorda la burbuja de la ultraderecha, igual que se subraya que los socialistas también tienen que hacer su trabajo y presentar un proyecto "ilusionante". En suma, la reflexión es que ya no se puede confiar todo en el miedo a Vox. Lo ocurrido en Castilla y León "debería" ayudar a espabilar al votante progresista de cara a las siguientes elecciones (las primeras serán las andaluzas), sentencia gráficamente un cargo de peso en Ferraz. "Debería", en condicional. 

"Es muy fuerte blanquear a Vox"

El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, esquivó ayer jueves cualquier atisbo de satisfacción y aseguró, a su llegada a la cumbre informal de la UE en Versalles, que el acuerdo en Castilla y León es una "pésima noticia para la democracia española" y también para el PP. Es una decisión, explicó, que "la van a pagar cara en términos políticos" ya que habrá mucha gente, incluso votantes populares, que no entienden que permitan "un Gobierno de la ultraderecha". 

Otros miembros del Ejecutivo y del PSOE consultados por este diario se expresan en términos parecidos. "Seguramente" favorecerá que el electorado de izquierdas se movilice más ante la posibilidad de que sean necesarios en otras autonomías o en el Gobierno de España pero, apuntan, "es muy grave que la ultraderecha gobierne en España". "Puede ayudar" a despertar a los votantes progresistas, señala una ministra, "pero es tan peligroso que no compensa de ninguna de las maneras. Es muy fuerte blanquear a Vox". Espolear el temor a la ultraderecha, asegura otro integrante del Gabinete, "es condición necesaria, pero no suficiente". "Depende de cómo lo perciba la opinión publica —prosigue este ministro—. Ciertamente, es un precedente inédito en los países europeos de referencia, como Francia o Alemania, y también en la derecha tradicional y choca mucho. Pero la autoconfianza del PSOE es clave, tenemos que salir a ganar". 

"En principio, sí puede ayudarnos, pero hay que ver cómo avanza, hay que verlo con prudencia", coincide un importante presidente autonómico socialista, que reconoce que a Vox le puede ocurrir como a Unidas Podemos, que una vez entre en la dinámica de gobierno, se vea obligado a atemperar sus posiciones y se diluya frente al socio mayoritario. Otro barón coincide en el análisis y observa con inquietud que la formación de Santiago Abascal ya no genera tanto miedo: "Va a ser nuestra estrategia, pero está por ver su efectividad". En la propia Castilla y León, en la que el PSOE advirtió del peligro de la comunión de Mañueco con los ultras, también se sienten las dudas. 

"Que se les vea gobernar"

Una presidenta se muestra, en cambio, más optimista: que Vox entre en un Ejecutivo regional por primera vez "servirá para que la gente vea cómo actúa y cómo le blanquea el PP". Es más, "precisamente" porque ahora la ciudadanía no teme a la extrema derecha, esta líder regional cree "necesario que se les vea actuar gobernando". Aquellos que creen que el pacto en Castilla y León sí servirá para activar al electorado progresista advierten de que los de Abascal probablemente no se amolden a las inercias de gobierno como ha hecho Unidas Podemos: es decir, que es una fuerza menos "domable". "Las autonomías son una palanca más para ellos —sentencia una presidenta—. Les interesa marcar perfil propio porque su interés y su obsesión es el Gobierno de España". "Hay que ser contundentes, y los de Vox van a dar la nota", converge una dirigente de la cúpula federal.

Realmente, tampoco hay muchas certidumbres respecto al futuro y al comportamiento de la formación. Porque comienza un territorio inexplorado. Un ministro aventura que, "una vez dentro", Vox estará "durmiente" hasta las andaluzas, para a partir de ahí sacar pecho y marcar diferencias. Lo que sí puede "castigar" al PP es el señalamiento internacional. Sánchez y más dirigentes de su equipo y en los territorios recalcaban las palabras del presidente del Partido Popular Europeo, Donald Tusk, quien calificó el jueves de "triste sorpresa" el pacto en Castilla y León y expresó su deseo de que sea "un incidente" y no una tendencia. "Es que es muy gordo. No estamos en eso", en los cálculos electorales, responden desde Ferraz.

"Ilusionar por nosotros mismos"

En la Moncloa son asimismo conscientes de que el camino no será fácil. De un lado, denuncian el "estreno de Feijóo", inciden en que ya no es "una línea roja" para el PP gobernar con Vox pero añaden esta elocuente reflexión: "Preferimos ilusionar por nosotros mismos y nuestra acción de gobierno". "No queremos que nos voten por miedo a otros. Nos gustaría que lo hicieran por lo que hacemos, por las respuestas que vamos dando en tiempos tan duros, y ahí es donde vamos a pelear", completa una relevante integrante del Consejo de Ministros.

La desmovilización de sus votantes era el gran problema al que se enfrentaba el PSOE de cara a las próximas citas electorales. Las encuestas comenzaron a apuntarlo en primavera: el cansancio por la limitación de derechos que trajo la pandemia, el impacto económico y social del coronavirus y el ruido constante en el seno de la coalición por los continuos roces con Unidas Podemos conllevó una bajada de sus expectativas, que se confirmaron en las elecciones de mayo de la Comunidad de Madrid. Fue en ese momento cuando Sánchez decidió que debía tomar medidas e hizo una profunda remodelación de la parte socialista del Ejecutivo.  

El impacto en Andalucía

Si lo hizo en julio y no esperó a después del verano fue porque los sondeos eran rotundos y apuntaban a una estruendosa caída del voto socialista, propulsada por la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Poco a poco el PSOE ha ido recuperando terreno, en parte por la impericia de Pablo Casado, para mantener esa ventaja. Ahora Casado ha sido defenestrado del cargo y el PP elegirá en el congreso extraordinario del 1 y 2 de abril a Feijóo. El impacto de este cambio en las encuestas todavía está por ver. 

Pero lo cierto es que el acuerdo de Castilla y León con Vox, aunque era aceptado por una amplia mayoría del PP, ha sentado muy mal en Andalucía. Para el presidente de la Junta, Juanma Moreno, que tiene elecciones en diciembre, es una mala noticia. Moreno se ha esforzado por mantener a raya a Vox, que fue, hasta la ruptura hace unos meses, parte de su mayoría parlamentaria. El argumento que ofrecía para no acceder a sus peticiones era la importancia de no despertar al votante abstencionista de izquierdas. 

Por ello si para el PP andaluz el pacto de Mañueco con Abascal es un contratiempo, para los socialistas de Juan Espadas puede suponer una oportunidad. Fuentes del entorno del líder del PSOE-A sí admiten que les puede beneficiar para sacar de casa a sus votantes. "Lo que ha sucedido en Valladolid confirma que ya no estamos ante una amenaza virtual o un 'que viene el lobo', sino ante una realidad".