Alberto Núñez Feijóo será prácticamente desde este lunes presidente del PP. El voto de los militantes dará al líder gallego la primera pátina de oficialidad, a la espera del baño final del congreso del 1 y 2 de abril. Él, muy cuidadoso en las formas, permanece aún en un segundo plano. Pero su nombre inunda la política española y ya ha comenzado ha notarse un cambio en el tono de oposición en el Congreso, como consecuencia de su impronta en el PP. El siguiente paso del grupo parlamentario será estrechar la interlocución perdida en la Cámara con otros partidos, sobre todo con el PNV. Pero esta pretensión se ha topado con un primer obstáculo: el pacto con Vox en Castilla y León. Esta decisión complica una futura reconciliación entre el nuevo PP y el grupo vasco, según fuentes de este partido.

En los últimos años la relación entre el PP y el PNV ha sido muy complicada. Los populares, aseguran en Bilbao, siguen empeñados en "achacarnos" el triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, sin tener en cuenta que "de no prosperar esa lo habrían hecho las siguientes" que anunciaban Podemos y Ciudadanos. La consecuencia ha sido más de tres años de profundo distanciamiento aunque, apuntan, Andoni Ortuzar mantenía una "buena relación personal" con Pablo Casado. "Mucho más de lo que parecía", señalan, habida cuenta de que la colaboración entre el PP y el PNV es casi inexistente tanto en Madrid como en el Parlamento vasco. "Particularmente allí, donde no se ha llegado a ni un solo acuerdo y los populares se dedican a ir contra el PNV en todo, por su convicción de que les robamos a su electorado".

Más allá de cómo evolucionen las relaciones en Euskadi (el PP también tendrá que decidir si mantiene a Carlos Iturgaiz o no en el puesto más adelante), a la sorpresa de esa relación con Casado se añade que Ortuzar y Feijóo apenas se conocen. El presidente gallego sí mantiene una comunicación muy fluida con el lehendakari Iñigo Urkullu, hasta el punto de que suelen concertar la fecha de las elecciones para celebrarlas conjuntamente.

Feijóo es de los primeros en saber cuándo serán las autonómicas vascas para ajustar su calendario. Pero esa complicidad en el diálogo institucional no es extensible al presidente del PNV, responsable de la dirección política. Y la bicefalia es una de las señas de identidad del nacionalismo vasco.

A pesar de ello, el PNV recibió con cierto entusiasmo la candidatura de Feijóo a la presidencia del PP. "La música sonaba bien, un dirigente de la periferia en un momento en el que el 'madricentrismo' de la política española es tremendo y en que existe una tendencia recentralizadora, no sólo del PP sino también de PSOE y Podemos", explican. Pero, "las primeras letras que hemos escuchado han sido nefastas", aseguran en referencia al pacto entre el PP y Vox en Castilla y León. "Sabemos que se ha hecho cuando Feijóo aún no es presidente, probablemente rápido para no implicarle. Pero también sabemos que ya no se mueve ni una sola caja en Génova sin que él dé el visto bueno".

"Nunca en la ecuación con Vox"

El acuerdo con Vox, que permite a la extrema derecha entrar por primera vez en un gobierno autonómico, preocupa mucho a los nacionalistas vascos. La prueba es que el propio Ortuzar, nada partidario de compartir en Twitter sus propias opiniones, lo hizo aquel día para mostrar su reprobación. "Para nosotros es un partido antisistema, antidemocrático y antiautonomías". "Los primeros compases de Feijóo no han sido nada satisfactorios". Una vez que sea oficialmente presidente, prosiguen, "nos reuniremos con él". El PNV siempre tiene "voluntad de escuchar" pero "nunca estaremos en una ecuación en la que participe Vox".

Si la alternativa al Gobierno de coalición es la suma de PP y la ultraderecha, "el PNV estará con el bloque actual", zanjan. "No vamos a ir contra nuestros principios", advierten, tras constatar que "en Madrid han comenzado a construir castillos en el aire y nos empiezan a utilizar como posibles apoyos a esa suma". "En la variable PP más Vox, el PNV no estará jamás de los jamases".

El peso del PNV en el Congreso siempre es fundamental para inclinar las mayorías. Y es cierto que muchos dirigentes populares llevan tiempo repitiendo que hace falta recomponer relaciones tras el trauma que vivieron con los nacionalistas vascos cuando vieron el descabalgamiento de Rajoy. Fue un “golpe muy duro”, reconocen, pero al tiempo recalcan que “la política también es esto”. Y en el PP saben bien que si pretenden buscar cualquier alternativa nacional a Vox tendrán que tejer otras complicidades.

Alternativa a la suma con Vox

El Congreso está hoy más fragmentado que nunca y la irrupción de la España Vaciada en las elecciones de Castilla y León apunta a que ese fenómeno continuará más allá de Teruel Existe. La cuestión es que la muerte política de Ciudadanos y la lejanía que el PP tenía hasta ahora con otros muchos grupos de la Cámara le empujaba a una sola suma posible: la de que populares y Vox consiguieran la mayoría absoluta.

Algunas encuestas situaban ese escenario como plausible y, de hecho, la estrategia de la dirección nacional de Casado de no pactar con Santiago Abascal en ninguna comunidad autónoma tenía mucho que ver con esa expectativa. La de evitar a toda costa compartir gobiernos con Vox hasta las elecciones generales.

En el entorno de Feijóo señalan la sintonía que, en efecto, el aún presidente de la Xunta tiene con Urkullu. Y también una mayor sensibilidad a la hora de entender reivindicaciones de los territorios. A eso se suma el discurso de centralidad y alejado de Vox por el que el dirigente gallego quiere apostar en su desembarco nacional. Pero está por ver si la hoja de ruta de ensanchar el partido a izquierda y derecha es suficiente como para no depender de los ultras en el futuro.

Aún así, el PP está convencido de mejorar las relaciones con los grupos parlamentarios. Una conclusión a la que hace meses también llegó Casado, aunque nunca terminó de implementar. Sí contaron con la complicidad de los nacionalistas vascos en su alternativa jurídica al estado de alarma durante la pandemia, (el plan b jurídico que tanto repitió el líder del PP) y que pretendía reformar la ley de 1986 para que las comunidades pudieran tomar decisiones que afectaban a los derechos fundamentales (como la movilidad o imposición de cuarentenas).