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Elecciones andaluzas

Juanma Moreno coquetea con los 50 escaños de Javier Arenas

Aunque en un panorama multipartidista resulte más apropiado decir que Moreno quiere ‘hacerse un Ayuso’ en Andalucía, no le haría falta abandonar su comunidad para encontrar un resultado de 50 escaños para el PP

Juanma Moreno. EP

El anhelo de Juanma Moreno encaminado a una mayoría amplia -casi absoluta si se cumplen los vaticinios más generosos de sus encuestas- tiene un precedente dentro del propio PP andaluz. Aunque en un panorama multipartidista como el actual resulte más apropiado y cercano en el tiempo decir que Moreno quiere ‘hacerse un Ayusoen Andalucía, no le haría falta abandonar su comunidad para encontrar un resultado con los 50 escaños con los que él ahora mismo coquetea. Hace diez años, en las elecciones del 25 de marzo de 2012, el entonces candidato del PP, Javier Arenas, se quedó a solo cinco de los 55 parlamentarios que fijan la mayoría absoluta. Sin embargo, no existían aliados para frenar el pacto entre el PSOE e Izquierda Unida que se produjo finalmente. Y el único triunfo electoral conseguido, hasta ahora, por el PP en suelo andaluz resultó baldío. Paradójicamente, ocho años después Juanma Moreno se convirtió en el presidente andaluz que no fue Arenas con la mitad más uno de los escaños de 2012. 

Además, con los resultados que le dan ahora mismo diversos sondeos y sitúan al PP siempre por encima de los 40 parlamentarios, Juanma Moreno se quitaría la espina que lo estigmatiza como el político que ha cosechado los peores resultados del PP en las elecciones andaluzas, durante las últimas tres décadas. 

Cuando se estrenó como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía en marzo de 2015, en los siguientes comicios a los del triunfo de Arenas, Moreno no logró que el PP repitiera como fuerza más votada. El proyecto del malagueño bajó desde los 50 hasta unos 33 escaños que significaban el peor registro de su partido en el último cuarto de siglo en esta comunidad sureña. 

En aquella convocatoria electoral, el multipartidismo se consolidó como una realidad incontestable ante los 15 diputados con los que irrumpió en solitario Podemos y los 9 con los que eclosionó Ciudadanos, que a la postre resultó decisivo para que la socialista Susana Díaz revalidase la presidencia autonómica. En cambio, Izquierda Unida sufrió un descalabro -al igual que el PP- y bajó de 12 a 5 sillones.

Tres años y medio después, en la cita con las urnas del 2 de diciembre de 2018, el segundo intento de Juanma Moreno se saldó con una acogida en los colegios que calcó la nefasta cosecha de 26 parlamentarios que obtuvo el PP con Gabino Puche en 1990, cuando los comicios regionales se celebraron un sábado. 

Lo impensable hace cuatro años era que la imprevisible evolución del panorama multipartidista se tradujese en una realidad tan nueva, en estos lares andaluces, como la del dominio del bloque de centro-derecha.

A pesar de que los populares se dejaron por el camino otros siete diputados y se quedaron prácticamente en la mitad de la representación que apuntaló Arenas, Juanma Moreno se convirtió en el primer presidente del Gobierno andaluz del PP de la historia. El ascenso de Ciudadanos hasta los 21 escaños y la docena de representantes con los que explotó inesperadamente Vox le dieron un vuelco absoluto a la tarta parlamentaria.

La suma de este bloque inédito alejó de la Junta de Andalucía al PSOE por primera vez en la democracia española. Susana Díaz dejó de ser la presidenta andaluza pese a que los socialistas habían ganado las elecciones, con unos 33 escaños que se antojaban insuficientes junto a los 17 que aportaban las fuerzas situadas a su izquierda. Y un nuevo pacto de ella con el líder de Cs, Juan Marín, resultaba inviable tras el antecedente negativo de la anterior legislatura. De hecho, Marín terminó convirtiéndose en el vicepresidente de un Gobierno de coalición entre el PP y Cs, que precisó del apoyo parlamentario externo de Vox para que se pudiese llevar a cabo la investidura de Juanma Moreno como primer gobernante no socialista de Andalucía. La fórmula empleada por el bloque de centro-derecha llevó a los políticos de izquierda a bautizar el Gobierno andaluz del cambio como ‘el trifachito’.

Tres años y medio después, el crecimiento de Vox será el principal dolor de cabeza con el que acuda a las urnas Moreno para su reválida el próximo 19 de junio. La caída de la izquierda -que llegaría a sumar junto al PSOE menos incluso que el PP en solitario, según señalan las encuestas- le da al presidente andaluz el punto de felicidad que le arrebata el pacto con el partido de Santiago Abascal al que podría verse abocado, tal y como ha sucedido en las elecciones inmediatamente anteriores de Castilla y León.   

De ahí que la barrera de los 50 escaños se sugiera como el horizonte necesario para evitar, como consiguió Isabel Díaz Ayuso en Madrid, la alianza con la extrema derecha. Eso sí, alcanzar los 50 escaños ahora -con al menos seis formaciones aspirando a repartirse la tarta electoral- es a priori mucho más difícil que cuando Javier Arenas ganó las elecciones.

Hace diez años, el bipartidismo  mandaba sin grandes lagunas y solo tres partidos lograron representación, tras el declive del PA. El PSOE de José Antonio Griñán sumó sus 47 diputados a los 12 de IU y gobernó con Diego Valderas como vicepresidente. Eso sí, la coalición se caracterizó por la inestabilidad. Griñán no duró ni año y medio en el sillón de San Telmo y fue relevado, en septiembre de 2013, por Susana Díaz. Y la legislatura no duró ni tres años. La trianera adelantó los comicios a marzo de 2015, con el cambio de candidato en el PP y las apuestas de Podemos y Cs como novedades.   

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