Isabel Díaz Ayuso ha planteado una medida polémica, que, en la línea de VOX, parece dirigida a acentuar y exaltar su veta ultraliberal, que tan buenos frutos le rindió en las últimas elecciones madrileñas después de haber promovido una retirada rápida de las medidas de protección dictadas por las autoridades sanitarias para proteger a los ciudadanos de la pandemia. La más veloz recuperación de la actividad económica gustó a su clientela y fue bien explotada por sus publicitarios, aunque probablemente generó más víctimas.

Ahora, Ayuso, que ya logró descabalgar a Casado, ha recuperado su agresividad y, para conseguir su objetivo de extender el “socialismo free” en su comunidad autónoma, ataca (seguramente sin saberlo) el llamado consenso socialdemócrata que creó en Europa los estados de bienestar que, aunque mermados en la etapa Reagan-Thatcher, siguen siendo la base de la bonanza europea.

Para que nadie se llame a engaño, Ayuso ha anunciado provocativamente sus becas para ricos, que permitirán que parejas con un hijo que ingresen hasta 107.739 euros, con dos hijos y hasta 143.652 euros, o con tres y hasta 179.565 euros obtengan becas públicas para financiar en centros privados las etapas de Educación Infantil, Bachillerato y Formación Profesional de grado medio y superior.

Para entender la medida, hay que tener en cuenta que la renta media por hogar fue en Madrid en 2021 de 37.687 euros según el INE; además, en la CAM hay aproximadamente un millón de personas en riesgo de pobreza, en torno al 15,4% del total, unos seis puntos menos que la media nacional. Mucha gente, en cualquier caso.

Ante este panorama social, la propuesta de Ayuso es un disparate, que demás colisiona con dos artículos de la Constituciónel 31, cuyo primer apartado afirma que "todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”, y con el 40, que establece que “los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica”.

En definitiva, la equidad y la progresividad no son potestativas; vienen impuestas por la Carta Magna, y no sería de recibo que una política de subvenciones a la educación no fuese absolutamente progresiva. El argumento utilizado por Ayuso de que ya que los adolescentes de 16-18 años pueden abortar sin consentimiento familiar, sería también legítimo que los estudiantes fueran premiados por su aprovechamiento con independencia de la situación socioeconómica de sus familias, es una simple ocurrencia. Como lo es asegurar que esta medida favorecerá a “las clases medias”.

Ante semejante actitud, es lógico que el PSOE, que evitaba hasta ahora la confrontación con Ayuso y que representa a las corrientes socialdemócratas que, por ejemplo, ostentan hoy el poder en Alemania, en Suecia, en Finlandia o en Portugal, haya saltado como un resorte. El presidente Sánchez ha manifestado en un acto público que estas ayudas suponen “retorcer y violentar el propio significado de la política pública de redistribución de la renta y de impulso a las políticas de igualdad en generaciones que no tienen niveles de renta para estudiar lo que ellos consideren y expandir todas sus potencialidades”.

Y la ministra de Educación, Pilar Alegría, las ha calificado de “medida vergonzante” antes de recordar que las becas están hoy concebidas en España, por el gobierno y las demás autonomías, para familias que no ingresen anualmente más de 38.000 euros

El PSOE, lógicamente, no se conforma con criticar a Ayuso sino que pide explicaciones a Feijóo y a su partido, que están entre la espada y la pared. Fue patético escuchar a la portavoz del PP en el Congreso, Gamarra, declarar el lunes en una cadena de radio que el PP apoya en esas becas a la presidenta popular de la Comunidad madrileña. Y es que Feijóo, que llegó al cargo con la etiqueta dominante de “moderado”, tenía que tropezar antes o después con la piedra de la radicalidad. Aunque se ha librado de Vox en Andalucía, gobierna con este partido en Castilla y León. Y Ayuso, muy cómoda con la formación de Abascal, ya ha dicho que ella no va a mover un milímetro sus posiciones, que difícilmente congeniarán con la cacareada templanza del nuevo equipo de Génova.

En definitiva, Feijóo, cuya ausencia del Congreso le resta visibilidad y que por ello ha de medir muy bien sus escasas intervenciones, no podrá mantenerse apelando a la moderación y convalidando a la vez las estridencias radicales de su estrella más rutilante. Para lo cual quizá tenga que reconocer que no todos los males del PP provenían de un solo lado en la vieja polémica que en principio el expresidente de Galicia había venido a zanjar.