Apuntes políticos de la semana

Aragonès, Borràs y Ponsatí pinchan la burbuja del independentismo mágico

Aragonès, Borràs y Ponsatí pinchan la burbuja del independentismo mágico.

Aragonès, Borràs y Ponsatí pinchan la burbuja del independentismo mágico.

Júlia Regué

El convulso otoño de 2017 dejó al soberanismo dividido y desnortado. Más de cinco años después, la alianza ERC-Junts en el Govern se ha roto, las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno se han normalizado, el peso penal de la sanción por la consulta se ha aligerado y no se ha producido un nuevo choque de trenes. El asunto pendiente sigue siendo cómo lograr la desconexión de Catalunya respecto al resto del Estado, pero los protagonistas de esta semana política ya han pinchado burbuja del independentismo mágico.

La vuelta a las esencias

El 'president' Pere Aragonès trata de llenar el vacío de la mesa de diálogo con el acuerdo de claridad. En este 2023 plagado de citas con las urnas, la agenda entre el Gobierno y la Generalitat para la resolución el conflicto político permanecerá suspendida y su continuidad queda en manos de los resultados de las generales, así que Aragonès lanza un plan para presionar a los socialistas a mantener la negociación y para defender ante Junts y la CUP que su Executiu explora caminos hacia la independencia.

Aragonès parte de las lecciones del 1-O y persigue cumplir el lema 'volverlo hacer, pero para hacerlo mejor'. Si la unilateralidad provocó que la consulta de 2017 se organizara de forma clandestina, que el resultado no fuera vinculante, que los países de la Unión Europea pasaran de largo y que sus promotores terminaran encarcelados o en el extranjero; se propone ahora el diseño de una iniciativa pactada que, esta vez sí, tenga validez jurídica, fuera y dentro del Estado.

El acuerdo de claridad supone la asunción de los errores del independentismo y evidencia cómo en Catalunya se construyó la casa por el tejado: la vía unilateral se impuso a la búsqueda de fórmulas pactadas que generaran simpatía internacional y después se abrió una etapa de diálogo que hasta la fecha ha servido para solucionar las consecuencias penales del otoño de 2017. Aragonès vuelve a las esencias y retrocede para recomenzar, confiando en que la senda del pragmatismo sirva como pretexto para forzar una nueva ronda de escucha del Gobierno y, a la vez, captar simpatías entre la comunidad internacional.

Las alternativas al referéndum

El 'sanedrín' para lograrlo ya está en marcha. Los académicos elegidos por el Govern se volverán a citar la próxima semana -ya alejados del foco mediático- para empezar a clarificar cómo se puede trazar una nueva hoja de ruta. Hay prisa: el Govern prevé contar con su informe a mediados de junio, tras las elecciones municipales. No están encorsetados al referéndum, de hecho tampoco aparece la palabra independencia en el cuestionario que deben responder, y los recelos de algunos académicos propiciaron que Palau se abriera a contemplar "otros mecanismos análogos" y, sin comerlo ni beberlo, eso les facilitó un arma de presión a los socialistas.

A tenor de las preguntas, se puede hurgar en nuevas vías para dar voz a los catalanes, ya que nada impide refrendar acuerdos y eso bien lo saben PSOE y ERC, que en el pacto sobre la creación de la mesa de diálogo sancionaron que "las medidas en que se materialicen los acuerdos serán sometidas en su caso a validación democrática a través de consulta a la ciudadanía de Catalunya, de acuerdo con los mecanismos previstos o que puedan preverse en el marco del sistema jurídicopolítico". 

La magia del simbolismo

La cuestión pendiente es si el Govern monocolor de ERC logrará apoyos a un plan que sólo cuenta con el apoyo de sus 33 diputados y de los 8 de los Comuns. Pero Aragonès, tras el oxígeno de los presupuestos, necesita validarse ante el independentismo y marcar perfil ante un Junts desdibujado por el antagonismo entre Laura Borràs y Xavier Trias. Un espacio político del que una parte asume que se ha pasado página, mientras la otra sigue anclada en el simbolismo.

El relevo en el Parlament de su presidenta ya está en marcha por mucho que hiera a Borràs, y la Junta Electoral exigirá esta semana la ejecución de su cese del Parlament, al tiempo que la credencial de diputado de Antoni Castellà estará lista para ser recogida. En Junts asumen el recambio, no quieren perder un mando de poder ni caer en artimañas retóricas que hagan mella en la campaña de Trias. No habrá espectáculo.

Quién sí buscará la magia del simbolismo es Clara Ponsatí, que este lunes tiene cita con Pablo Llarena en el Tribunal Supremo, pero por mucho que busque poner parches a la burbuja pinchada para mantener vivo el conflicto, está acusada por desobediencia -un delito menor ya que antes de la reforma del Código Penal estaba procesada en rebeldía por sedición- que no conlleva penas de prisión, así que aunque decida plantar a Llarena, sabe que no terminará entre rejas porque se beneficia de los pactos que tanto reprocha al Gobierno y a ERC.

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