80 años de la liberación de Auschwitz
Albert Barbouth, superviviente del Holocausto: "Si no nos ponemos en guardia, vendrán otras catástrofes"

Albert Barbouth, activista de la memoria del Holocausto. / José Luis Roca
Hay dos momentos de extrema violencia psicológica grabados a cincel en el arranque de la vida del anciano Albert Barbouth. El primero es la helada que se desencadenó en torno suyo cuando su madre le cosió una estrella de David amarilla en el abrigo. El segundo es el de la sensación de llevar atadas con esposas las tiernas muñecas en formación de un niño de 11 años. Ocho décadas después de aquello, este superviviente viene este lunes al Senado para dar testimonio el mismo día en que se conmemoran 80 años de la liberación de Auschwitz.
Aquel primer mal trago del niño Barbouth tuvo lugar en mayo de 1942. Con su estrella en el pecho, pasó de ser un compañero más en su colegio de París a un "sucio judío", que es como lo llamaban los niños que dejaron de ser sus amigos, o sea, todos.
La segunda escena negra se desarrolló en una mañana de marzo de 1944, en Celle-sur-Loire, cuando la policía de la Francia ocupada llegó hasta la alquería en la que se escondía acogido por una familia cristiana para llevárselo como un judío más. Los gritos de la madre adoptiva recordándoles a los gendarmes que solo era un niño le liberaron del mordisco de los grilletes, pero no de que se lo llevaran al campo de concentración de Drancy, desde donde los hebreos capturados eran expedidos por los ocupantes nazis a los lager de exterminio en Europa central.
Median entre una escena y otra dos años de escondite, una infancia en la que se cimenta la biografía de este activista de la memoria, presidente de honor de la AFMA (Association Fons Mémoire d’Auschwitz), conocido en Francia, donde a sus 91 años aún recorre colegios para relatar que hubo un horror no hace mucho al que llaman Holocausto.

Unas personas visitan el campo de concentación de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. / Oded Balilty AP
Albert Barbouth fue uno de los tres hijos de un matrimonio de inmigrantes turcos que había buscado una nueva vida en París. El padre, Moisés, que había salido de Turquía para que no lo enrolara su ejército, acabó tomando las armas por Francia en la Legión Extranjera en 1939, y falleció enfermo y vencido, en 1941, al poco de la derrota de su país de acogida. A la madre, Rebeca, en el verano de 1942 su condición de judía la obligó a acudir, viuda y desesperada, a una red clandestina de familias francesas dedicadas a la protección y ocultación de menores perseguidos por la ocupación nazi.
Albert acabó siendo localizado en una granja de la Borgoña y enviado a encontrarse con su madre biológica en el punto de espera para la deportación. El hecho de ser turcos los salvó: Turquía era un país neutral en la Segunda Guerra Mundial. En vez de llevarlos a un horno crematorio, el Tercer Reich los repatrió, a lo largo de nueve días de infernal viaje ferroviario, hasta Estambul.
Los supervivientes de la Shoah escasean. El tiempo ha ido haciendo su criba aun entre los más longevos. Porque era un niño en aquellos tiempos, Barbouth, tras toda una vida de reivindicación y lucidez, innumerables conferencias y 31 Voyages de la Mémoire organizados a Auschwitz, puede hoy todavía dar testimonio con esta visita a Madrid, y responder con amabilidad y modestia a este diario.
Cada año quedan menos testigos del Holocausto. Los hombres y mujeres que lograron salvarse son la última memoria viva de la humanidad sobre una etapa atroz...
Es verdad que, con el paso de los años, los últimos testigos desaparecen. Durante mucho tiempo yo he acompañado a los supervivientes de los campos en los testimonios que ellos hacían a la generación joven. Entonces yo no hablaba. ¿Qué tenía que decir yo, en comparación con lo que ellos habían padecido?

Albert Barbouth. / José Luis Roca
Y, aparte de esas escenas que he mencionado, ¿qué le queda como recuerdo general de aquella época?
Los recuerdos de esa época se me resumen en la cabeza en una ausencia de los padres, un deambular de derecha a izquierda, arrastrándome entre diferentes familias de acogida... Digamos que a veces me fue bien y otras no tanto.
Y hoy, a las nuevas generaciones, ¿qué no debe dejar de decirles un testigo?
En mis testimonios trato de hacer comprender a los jóvenes hasta dónde puede llevar el rechazo al otro por su religión, su color o su nacionalidad. Solo hay una raza: la raza humana.
Cuando se dirige a gente que es mucho más joven que usted, ¿siente que le creen, le comprenden?
Algunos me creen y otros menos. Digamos que en general logro una buena audiencia si el 10% me ha entendido. ¡Entonces he ganado! Mire, hoy, bajo el pretexto de la tolerancia, aceptamos demasiadas cosas. Y también se asiste al resurgimiento del racismo y del antisemitismo. Si no nos ponemos en guardia, vendrán otras catástrofes.
Ciertamente, el totalitarismo ha encontrado una forma de volver a postularse como solución en la Europa democrática. ¿Cree que, además de propuesta, puede convertirse en gobierno, incluso en países que vivieron sus efectos más terribles?
Yo no pienso que en un futuro próximo el totalitarismo pueda llegar a nuestro Occidente. Europa está demasiado ligada al liberalismo como para que una cosa semejante pueda ocurrir. No obstante, es necesario frenar las tesis del islamismo radical, por ejemplo, que quiere islamizar Europa...
¿Tiene pujanza hoy el revisionismo, una contramemoria histórica en Occidente? ¿Europa se ha descuidado en la vigilancia de su libertad?
Yo creo que, efectivamente, Europa ha dejado hacer mucho tiempo y ha aceptado sin reacción las tesis revisionistas, los planteamientos negacionistas de algunos de sus líderes por fines electoralistas. Y esto es grave.
¿Puede aún Europa conjurar el peligro autoritario y su herramienta, el bulo? ¿Está a tiempo?
El bulo, las redes sociales… están haciendo mucho daño. Quizá, no sé si es posible, se deberían frenar estas avalanchas de información falsa que circulan aguas arriba de donde yo estoy. Yo voy haciendo lo que puedo con nuestra juventud. Yo lo que puedo hacer es provocar que la gente comprenda hacia dónde pueden conducir las dictaduras.
¿Ayuda hacer memoria democrática, señalizar lugares donde seres humanos sufrieron, y la libertad y los derechos fueron violados?
Es un medio. Los viajes de la memoria que nuestra asociación organiza cada año a los lugares de los campos de exterminio desde hace 35 años son también otro medio. Son una forma de hacer comprender la importancia de la fraternidad entre todos los hombres.
Ustedes, los judíos que hacen que la gente no olvide la Shoah, ¿tienen más dificultades para ser escuchados después de lo que hemos visto en la guerra de Israel contra Hamás en Gaza?
No lo creo. Los supervivientes no comentamos jamás los acontecimientos recientes. Nosotros nos conformamos con recordar y relatar lo que hemos vivido en aquellos tiempos...
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