Pilar López de Ayala (Madrid, 1978) se acomoda en el set preparado para fotografiarla, lista para la charla, frente a una taza de café. La pantalla la engrandece; es bastante más menuda de lo que parece. El cuerpo delgado y la mirada atenta. Con un atisbo de tristeza que a veces parece incomodarle y otras se convierte en su mejor aliado, pero que, en cualquier caso, muestra recorrido, y no parece que este haya sido fácil. Es reservada y desprende una mezcla entre vulnerabilidad y fortaleza. Ganadora de un Goya, por hacer de la compleja Juana la Loca un personaje al que se pudiera entender, y perteneciente a la generación de actores de la serie Al salir de clase, a la que no se acaba de hacer justicia, retorna ahora al cine español tras vivir un exilio de varios años, buscando hueco donde quisieran una actriz dispuesta y curiosa. En 'Rumbos', mezcla de drama y comedia que la devuelve a las pantallas, interpreta a una mujer embarazada y abandonada de madrugada por su novio cuando están planificando su boda. Como la vida misma. O más o menos.

-¿Por qué el desengaño amoroso da tanto de sí en la comedia cinematográfica?

Es verdad que también provoca mucha risa. No porque seamos poco solidarios con las desgracias ajenas; es que como todos hemos pasado por ello y más o menos lo hemos superado, nos alivia que esta vez no nos haya tocado a nosotros. Representar el desengaño siempre tiene algo de absurdo; es cotidiano y a la vez inusual; hay lágrimas, moqueos, aspavientos. En la vida real es excesivo; nos hemos visto ahí y nos hemos comportado así. Lo básico para un personaje es que establezca conexión con el público, y en estos filmes sobre dramas cotidianos impregnados de humor es especialmente importante.

-Le han tocado pocas comedias, aunque debutó en una por la que fue candidata al Goya€

Sí, Besos para todos, pero es cierto que no me han propuesto muchas. De todas formas, las comedias payasas con personajes por donde no circulan emociones no me parecen interesantes. Prefiero que me dejen poso y me hagan pensar. Reivindico la comedia inteligente. Con la comedia se puede contar cosas muy interesantes, ¿por qué no aprovecharlo?

-¿Le ha ido a la contra su fama de seria?

Espero que no. Soy seria, pero también muy payasa. Creo que es complementario. Suelo hallar el humor en las más diversas situaciones y soy muy capaz de reírme de mí misma. No es incompatible con profundizar en las cosas. No soy una persona superficial. Podría ir con la sonrisa puesta todo el día y no cambiaría nada. Es algo que va por dentro; un modo de ver el mundo, mi manera de ser€

-Lo dice como pidiendo perdón.

Bueno, no es lo habitual. No respondo fácilmente a las etiquetas ni soy la persona más ortodoxa del mundo.

-¿De dónde viene ese López de Ayala, que sugiere procedencia privilegiada? ¿De Cristóbal Colón, como se ha publicado?

No lo sé. Nunca he investigado si es mi antepasado porque no influye para nada en mi vida ni lo hizo en mi educación. Lo importante son los genes inmediatos. No me he educado entre algodones. Soy hija de padres trabajadores que han luchado para sacarnos adelante. No he ido a veranear a hoteles de lujo ni mucho menos. Me he ganado a pulso lo que soy y lo que tengo; nadie me ha regalado nada. Otra cuestión es que mi físico me lleve a personajes de una clase social determinada.

-Siendo así, ¿hubieran preferido sus padres que eligiera una profesión más segura?

No, la verdad. Me he sentido siempre apoyada; nunca me han presionado para dedicarme a otra cosa. Cuando uno tiene muy claro lo que quiere hacer desde muy joven, todo es más fácil. Mientras estudiaba COU ya trabajaba a las órdenes de Ricardo Franco y con Concha Velasco en la serie Yo, una mujer; luego llegó más televisión y pronto el cine. Todo iba muy bien hasta que apareció la maravillosa crisis que nos ha trastocado la vida a casi todos.

-Y decidió emigrar...

Como tanta gente. Tuve que adaptarme como todo el mundo y buscar lo que me permitiera seguir siendo útil. Salí a buscar trabajo a Argentina y después a Brasil, donde había estrenado dos películas con bastante éxito, pero no salió nada. Surgió la oportunidad de ir a estudiar Historia del Arte a Estados Unidos, porque un amigo dejaba libre una casa, pedí un préstamo y me marché. Rumbos me ha hecho volver y reencontrarme con mi profesión.

-¿Cómo ha sido la experiencia?

Muy dura y muy difícil, pero también muy satisfactoria ­porque hacía algo que me ­enriquecía. Pero la realidad es que no había trabajo para mí. Ni para gente de otras generaciones. Aunque ha servido para darnos cuenta de que hay otras cosas que pueden llenar nuestra vida.

-¿Ha sacado alguna conclusión de esta obligada catarsis?

Que el sentido del humor, que nunca he perdido, es esencial y que, por fin, tras muchos años de pesar, vuelve a estar en primer plano en el día a día. Y detrás viene el sentido de lo bueno, de lo positivo. Deberíamos educar para ser positivos. Es básico y el único modo de que algún día todo cambie. Tomar decisiones es lo más importante y lo más difícil.

-¿Cómo convive con ello?

Le doy importancia, sabiendo que dejarse llevar también es una decisión. Lo mejor es estar despiertos y ser conscientes de lo que hacemos, esperando lo que haya de llegar, porque todo tiene enorme importancia. Por supuesto, hay etapas en la vida en las que ocurren cosas más definitorias que en otras.

-¿Cambió su vida interpretar a Juana La Loca?

Por supuesto. Fue increíble entrar en ese personaje tan complejo. Y me permitió conocer a Vicente Aranda, uno de los grandes autores de este país y al que vamos a echar de menos más de lo que pensamos. Me abrió las puertas a un montón de oportunidades: fue un antes y un después en mi carrera.

-¿Y lo que vino después estuvo a la altura?

Me dicen que dejé pasar un tren, pero no es verdad. Las cosas se fueron dando. Si lo analizo, siento que he ido aprovechando las oportunidades. Creo que simplemente soy una persona de pausas. La prueba es que aquí estoy otra vez. No es que yo pierda trenes: mi camino es así.

-¿No se pasó de selectiva?

Mejor selectiva que todo lo contrario. Si hay que tener fama de algo, mejor de esto. ¡Qué manía de etiquetarlo todo!

-En ese viaje exterior que comentaba hizo un alto con Intruders de Juan Carlos Fresnadillo y optó de nuevo al Goya.

Es verdad. Fue una experiencia estupenda; un fantástico rodaje, nada menos que con Clive Owen, interpretando a una mujer desgastada hasta la médula. Podría haber sido el inicio de una nueva carrera internacional, porque en mi ánimo está trabajar en cualquier lugar del mundo donde haya una oferta interesante y cuenten conmigo.

-¿Qué tipo de actriz cree ser?

¿Aparte de nómada? Obediente en el set. Fuera es otra historia. Creo en el trabajo de mesa; en el análisis, y me gusta mucho lo previo, pero cuando empiezo a actuar me corto la cabeza y no pienso más. Uno tiene que dejarse llevar, entrar en situación, mirar al compañero e ir descubriendo lo que va a pasar.

-Le falta probarse en el teatro€

Como decía Fernán Gómez, no me gusta que me miren mientras trabajo..., algo que en realidad es lo que se me ocurre para justificar mi mieditis, algo que pienso superar. Siento enorme respeto por el teatro y empezaría a sudar frío ante una oferta interesante, y a la vez me encantaría subir al escenario y disfrutar de todo ese proceso. Aunque, en realidad, ¿quién sabe lo que nos espera a la vuelta de la esquina?