B ahía de Palma fue vendida en 1962 como la más internacional de las películas producidas en España hasta la fecha. A principios de los sesenta, el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, tuvo la idea de impulsar una serie de cintas de temática playera que vendieran el mayor patrimonio de la costa española: el sol y la playa.

De todo ese corpus fílmico, uno de los títulos que con más fuerza forma parte del imaginario colectivo es Bahía de Palma, cinta que ahora cumple cincuenta años. Hablar de esta película, rodada en Mallorca, supone atender a uno de los mayores óbices a la libertad de expresión y artística: la censura. Sorprendentemente, los examinadores del régimen autorizaron en el metraje de Joan Bosch el primer bikini del cine español, una prenda que hasta hacia pocos anos había estado prohibida bajo amenaza de multa. La actriz alemana Elke Sommer desafío por primera vez a la censura española luciendo un bikini sobre unas rocas de la costa mallorquina.

El más apasionante escenario del mar latino para la más apasionada historia de amor era una de las frases que, el 4 de diciembre de 1962, podía leerse en el cartel de la sala Astoria, escenario del estreno de Bahía de Palma. Según Arturo Fernandez, el bikini fue uno de los ganchos del filme, uno de los de más éxito que conozco. Recuerdo que estuvo durante tres meses programado en el Palacio de la Prensa de Madrid, en la Gran Vía. No recuerdo una película que estuviera tanto tiempo en cartelera., comenta. Pero el éxito de Bahía de Palma, insiste el actor, .reside en el estupendo guion, como en cualquier otra cinta.

A partir de lo del bikini en esta película tan exitosa, vino el gran problema, porque los productores pensaron que por sacar a una mujer en un dos piezas la gente iba a ir al cine, y no fue así. Amén del bikini de Sommer, uno de los culpables de la buena acogida de Bahía de Palma fue el compositor Jose Sola, que armo la banda sonora. La película también obtuvo un gran éxito en Alemania y sirvió de reclamo para que hordas de germánicos hicieran las maletas durante sus vacaciones para recalar en Mallorca.

Prueba de que no solo los anuncios de cerveza nos han servido de promoción turística. Los carteles de promoción en los que Elke Sommer aparecía en bikini llegaron a ser pintados sobre la fotografía por los censores hasta convertirlo el dos piezas en un traje de baño, y en algunas ciudades, como Sevilla, fueron mas allá, transformando el bikini en un vestido. Las autoridades eclesiásticas llegaron a considerar la película gravemente peligrosa y desaconsejable para todos los públicos, lo que motivo que la Guardia Civil se apostara a la puerta del cine para controlar rigurosamente la edad de los espectadores. Las críticas de la época arremetieron contra la indumentaria estival de la cinta.