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Estreno

'Moonfall', de Roland Emmerich: cuando destruir la Tierra ya no es suficiente

La Luna se precipita sobre nuestras cabezas en la espectacular y desmesurada ‘Moonfall’, todo un ‘grandes éxitos’ del cine apocalíptico marca de la casa del director alemán que llega este viernes a los cines

Fotograma de 'Moonfall', con la Luna peligrosamente cerca de la Tierra.

En 1970, los astrofísicos soviéticos Alexander Shcherbakov y Mijail Vasin aventuraron que la Luna no era una simple roca yerma, sino una gigantesca nave espacial que, oculta bajo la corteza selenita, habría sido puesta en órbita alrededor de la Tierra por una civilización altamente desarrollada. Conocedor, sin duda, de las lunáticas teorías de Shcherbakov y Vasin -fascinado también por ellas-, el director alemán Roland Emmerich viaja a nuestro satélite en 'Moonfall' para insistir en su ya tradicional gusto por la destrucción total del planeta Tierra; en esta ocasión, a partir de una inminente colisión con la Luna, que está a punto de precipitarse sobre nuestras cabezas después de que una fuerza misteriosa la haya sacado de su órbita.

A modo de ‘greatest hits’ del Emmerich más destructor, en ‘Moonfall’, estreno este viernes en salas, hay tsunamis, terremotos, erupciones volcánicas, lluvia de meteoritos y crisis gravitatorias a la altura los desastres naturales vistos en ‘El día de mañana’ (2004) y ‘2012’ (2009), sus dos hitos del cine de fatalismo geológico. Pero como hace tiempo que el mundo se le quedó pequeño al desorbitado director de ‘Independence day’ y 'Soldado universal', el campo de batalla se acaba trasladando al mismísimo centro de la Luna, lo que convierte a ‘Moonfall’ en un ‘blockbuster’ de dimensiones ciclópeas, rebozado en infinitas capas de efectos digitales, tan aparatoso, ruidoso y disfrutable como consciente de su propio absurdo. El viejo Emmerich, al cien por cien, saliendo al rescate de la experiencia cinematográfica en salas con la que es, seguramente, su particular Capilla Sixtina de la destrucción.

‘Moonfall’ parte de la premisa antes relatada: la Luna, sí, la Luna, se ha salido de su órbita a causa de un misterioroso nano enjambre electromagnético surgido de su núcleo y, desestabilizada en su eje de rotación, amenaza con caer sobre la Tierra, antes de provocar terribles mareas y otros desastres naturales a causa de la fuerza gravitatoria del satélite. Dado que el fin del mundo es inminente, una alta directiva de la NASA (Halle Berry), un exastronauta proscrito por la agencia espacial (Patrick Wilson) y un teórico de la conspiración que defiende el origen alienígena de la Luna (John Bradley, el Samwell Tarly de ‘Juego de Tronos’) se lanzarán al espacio en una misión suicida a bordo de un vetusto trasbordador espacial sacado del desguace para la ocasión; el objetivo: combatir esa extraña fuerza y, a modo de héroes imposibles, intentar salvar a la Humanidad.

Con estos ingredientes, la película regala, como es natural, todas las constantes del cine del director de Stuttgart cuando se suelta el pelo apocalíptico: el espectáculo hiperbólico a través de la destrucción total de grandes ciudades del mundo; las frenéticas huidas en coche entre olas de 50 metros, movimientos sísmicos y lluvias de asteroides; o la edulcorada epopeya familiar marcada por viejos traumas entre padres e hijos. ¿Alguien da más? Sin destapar más detalles de la delirante trama, ‘Moonfall’ podría ser el híbrido imposible entre ‘El día de mañana’, ‘Armegeddon’ (Michael Bay, 1997) ‘Prometheus’ (Ridley Scott, 2016) y ‘Lo and behold: Reveries of the connected world’, el documental de Werner Herzog (2016) sobre inteligencia artificial. “Básicamente, ‘Moonfall’ es una película espacial en la que hay menos acción terrestre que en otros títulos míos”, relata Emmerich en una entrevista a 'Collider', en la que asegura que fueron unas primeras proyecciones de prueba las que le dejaron claro que el público estaba mucho más interesado por la acción en la Luna que por las escenas de destrucción terráquea, ya muy vistas, por otra parte, en su cine previo. Efectivamente, la Tierra ya no es suficiente.   

Memorabilia de la NASA y conspiración

Artefacto de dimensiones faraónicas pero al mismo tiempo cercano, ‘Moonfall’ hará las delicias de los fans de la vieja memorabilia de la NASA, hoy de nuevo de moda a través de camisetas, sudaderas y demás prendas disponibles a buen precio en grandes cadenas de ropa. El hecho de que el único modo de acercarse a la entidad que remueve la Luna sea con una nave que pueda pilotarse de forma manual, sin dispositivos electrónicos, justifica que nuestros héroes imposibles alcancen la Luna en el mismísimo transbordador Endevour, joya de la vieja mecánica espacial jubilada en 2011, y que recuperarán de un museo convertida casi en chatarra, vandalizada y grafiteada con un autoparódico ‘Fuck the moon’.

También hará vibrar, y mucho, a la nutrida legión de conspiranoicos que vinculan la Luna con entidades alienígenas inteligentes, pues se atreve a relacionar el misterio del amenazador nano enjambre que la saca de su órbita con aquellos dos minutos en los que, supuestamente, el Apolo 11 perdió la comunicación con la Tierra poco antes de alunizar en el Mar de la Tranquilidad el 20 de julio de 1969. Lo cual nos lleva a pensar qué diablos ha pasado por la cabeza de la NASA para patrocinar semejante exaltación de la conspiranoia espacial, dotada del mismo rigor científico que las delirantes 'El nucleo' (Jon Amiel, 2003) o 'Reacción en cadena’ (Andrew Davis, 1996). El propio Emmerich expresa su sorpresa: “Siempre me ha gustado usar teorías de la conspiración no porque realmente crea en ellas, sino porque me resultan atractivas. Son cosas que están en internet y hay un sinfín de ellas sobre la Luna. En este sentido, me extrañó mucho que la NASA nos apoyara. No tengo ni idea de por qué lo hicieron, pero parece claro que lo necesitan”. Por cierto, Emmerich no descarta una segunda parte de ‘Moonfall’. Ni una tercera.

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