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Entrevista

Albert Serra: "Soy la Madre Teresa de Calcuta del cine español: doy mucho y recibo muy poco"

Su película 'Pacifiction' es la más radical e intrépida de todas las ficciones que este año aspiran a la Palma de Oro del festival de Cannes

Albert Serra, en Cannes.

Sobre el papel su nueva película, ‘Pacifiction’, habla de un político francés destinado en Tahití que sucumbe gradualmente a la paranoia nuclear, pero cualquier que conozca la obra previa del director de Banyoles intuirá que esa descripción de ningún modo hace justicia a la experiencia que verla proporciona al espectador. Es, de largo, la más radical e intrépida de todas las ficciones que este año aspiran a la Palma de Oro. ¿Qué habrá opinado de ella el jurado que este año preside el actor Vincent Lindon? Solo faltan unas horas para que lo descubramos.

 ¿Por qué escogió ‘Pacifiction’ como título internacional de la película?

Es una obviedad. El título es una contracción de las palabras Pacífico y ficción, y la película es una ficción ambientada en el océano Pacífico. Confieso que no me he preocupado ni por el título de la película ni por el diseño del cartel o los títulos de crédito. Yo soy el responsable de todas las imágenes de su metraje, de la primera a la última, pero de nada más. En un momento de la producción se me ocurrió un título que consideré interesante, ‘Ultramerde’, que unía las palabras ultramar y ‘merde’ [en francés, mierda]. Por supuesto, no gustó.

 ¿Diría que es su película más elaborada?

Sí, a nivel narrativo y temático es más ambiciosa, o tal vez es mejor decir que mis películas previas son más conceptuales y están más encerradas en sí mismas. ‘Pacifiction’ es más libre y loca. Transita a través de diferentes temas, tonos y atmósferas; y además, a su manera, toca un tema muy actual: la distancia cada vez más grande que separa a la gente normal de los poderosos que gobiernan el mundo.

El protagonista de la película se sitúa entre ambos extremos...

Exacto, es un político que habla y se comporta espontáneamente, y no como un robot. En general los líderes políticos nunca dicen lo que piensan de verdad, nunca se apartan de las consignas del programa, del partido, del gobierno. Son como máquinas parlantes. Si los populistas tienen tanto éxito últimamente es porque al menos rompen con esa monotonía.

¿Por qué decidió rodar en la Polinesia Francesa?

Porque ambientar la película en un entorno urbano, como por ejemplo París, me parecía muy aburrido y muy burgués. Transcurrir en Tahití la dota de un exotismo, una artificiosidad y un misterio muy interesantes. Y filmarla allí me ayudó a dotarla de la misma pureza e inocencia que posee todo mi cine.

¿Se considera un cineasta puro e inocente?

Claro. Esas cualidades son imprescindibles para un director de cine de autor. Mis películas son cada vez más sofisticadas y refinadas pero, al mismo tiempo, en todas ellas se huye de cualquier forma de reflexión. Cuando una película deja de ser inocente se apoderan de ella los clichés, el postureo y la falsedad, y esos son ingredientes esenciales en la mayor parte del cine actual.

"No me interesa controlar lo que sucede, prefiero provocar el descontrol"

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La película habla del lado oscuro del poder. ¿Cómo lidia usted con el poder que, en tanto que director, ejerce en los rodajes?

Siempre he pensado que todos los que participamos en la filmación deberíamos pasarlo bien. Por eso, en el transcurso de ella me gusta generar cierto caos de diversas maneras; por ejemplo, dando un poco de alcohol a los actores, no sé. Así es más divertido. Creo que mis mejores cualidades como director afloran en medio del caos. Lo que trato de crear durante el rodaje no es progresión sino destrucción, tomando decisiones arbitrarias, y no dejando espacio ni a la autocensura ni a la corrección política. No me interesa controlar lo que sucede, prefiero provocar el descontrol.

¿Cuál es la posición que usted cree ocupar en el cine español?

Creo que soy como la Madre Teresa de Calcuta del cine español, porque doy mucho y recibo muy poco. De verdad, siento que soy muy generosa, porque mis películas cuestan muy poco dinero a la industria y, a cambio, le otorgan mucho prestigio. Es justo lo contrario que pasa con todas esas producciones que reciben muchísimo dinero público para su financiación y ni van a festivales ni atraen a un solo espectador al cine.

"Competir es bueno si acabas ganando. Si no ganas, la verdad, no tiene tanta gracia"

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 ‘Pacifiction’ es la quinta de sus películas que participa en el Festival de Cannes, pero la primera que compite por la Palma de Oro. ¿Cómo se siente a ese respecto?

No tengo mucho que decir al respecto. Yo no he escogido competir este año, como tampoco escogí no hacerlo con mis películas anteriores. Y competir es bueno si acabas ganando. Si no ganas, la verdad, no tiene tanta gracia.  

Es una película eminentemente francesa pero, si acaba ganando la Palma de Oro, desde España se va a vender como un triunfo del cine español...

La película es una coproducción, sí. La mayor parte de la financiación proviene de Francia, y la mayoría de sus actores son franceses. Pero, por otra parte, todos los jefes del equipo técnico son catalanes, amigos míos. Creo que ya no tiene sentido hablar de nacionalidades a la hora de hacer películas. En el ámbito en el que yo me muevo, la etiqueta ‘cine español’ ha perdido todo sentido. Y, en cualquier caso, no me preocupa lo que se diga de mi cine. Hacerlo mataría mi creatividad.

"Tengo seis libros escritos por Michael O’Leary, el CEO de Ryanair, debo de ser la única persona en el mundo"

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¿Y qué, o quién, estimula su creatividad?

Gente muy distinta, como Dalí y Karl Lagerfeld. También Michael O’Leary, el CEO de Ryanair.

¿Cómo dice?

Sí, tengo seis libros escritos por O’Leary, debo ser la única persona en el mundo. Es un tipo que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, que se ha reído en la cara de ministros y hasta del presidente de su propio país, Irlanda, y que ha convertido su empresa en la compañía aérea con más pasajeros de Europa demostrando en todo momento que sus clientes le importan un comino. Eso tiene mucho mérito. No estoy diciendo que a mí me importen un comino los espectadores, me preocupo por ofrecerles algo que les permita rentabilizar los 10 euros que pagan por la entrada. Pero, como digo, yo hago películas para pasármelo bien.

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