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Festival de cine

Timothée Chalamet, ídolo absoluto y caníbal dudoso en Venecia

El actor protagoniza 'Bones and All', de Luca Guadagnino, presentada a concurso este viernes junto con 'Una pareja' y 'Athena'

Timothée Chalamet. EFE

Como la película que más ha hecho hasta la fecha por su prestigio, ‘Call Me By Your Name’ (2017), el largometraje que Luca Guadagnino ha presentado este viernes en Venecia está protagonizado por el ídolo absoluto Timothée Chalamet -la histeria que desata este muchacho cada vez que pasea por una alfombra roja desafía toda explicación- y cuenta una historia de amor primerizo y autodescubrimiento; la gran diferencia es que, en lugar de un joven que se inicia en la homosexualidad, los protagonistas de ‘Bones and All’ son una pareja de caníbales o, mejor dicho, gente que necesita comer y beber carne y sangre humanas para sobrevivir. Parece lo mismo, pero la película se muestra muy preocupada por demostrar que no lo es.

Además de una historia de personajes con hábitos alimentarios aberrantes, ‘Bones and All’ trata de ser también un romance juvenil y un retrato de angustia adolescente, y se muestra sorprendentemente ineficaz en ese cometido; pese a que películas como la primera entrega de la saga ‘Crepúsculo’ demostraron que, bien manejados, esos elementos temáticos son compañeros de viaje idóneos, aquí no hacen más que estorbarse. Y eso es así porque Guadagnino no se molesta en explorar la identidad monstruosa de sus personajes; como ya demostró en su ‘remake’ ‘Suspiria’ (2018), el género de terror no le interesa más que para esbozar metáforas de lo más obvias y como vehículo de sus tics autorales. La historia del cine demuestra que los caníbales, en cualquiera de sus formatos, son criaturas perfectas para reflexionar sobre lo que somos. Merecen mucho más respecto del que Guadagnino parece dispuesto a concederles.

Monólogo monótono

También presentada el viernes a competición en la Mostra, ‘Una pareja’ ha llegado publicitada como la primera película de ficción de Frederick Wiseman, cineasta que lleva dirigiendo documentales más de 50 años -tiene 92- y a quien se considera como el mejor en lo suyo. En realidad, sin embargo, se hace difícil categorizarla de ese modo: se trata de un monólogo escrito por Wiseman inspirándose en las cartas que León Tolstói y su sufrida esposa, Sofía Behrs, se enviaron a lo largo de los años; la actriz Nathalie Boutefeu se encarga de recitarlo mientras pasea por los bellos paisajes de una isla bretona. Lo que sin duda la distingue del resto de la filmografía de su autor, eso sí, es su duración: si la duración promedio de una no-ficción de Wiseman son unas 3 horas, el metraje de ‘Una pareja’ es de solo 64 minutos. 

Al verla, sin embargo, el tiempo parece transcurrir mucho, mucho más despacio. La película resulta agresivamente monótona y repetitiva mientras contempla a la esposa explicar, con tanto poder de convicción como insistencia, qué mal marido y mal ser humano era el autor de ‘Guerra y Paz’; entretanto, no hay progresión temática o dramática alguna. Sin duda el festival ha decidido incluirla en la competición en parte por su contundencia feminista y en parte por fidelidad a Wiseman, un director habitual del certamen. Ambos motivos son comprensibles, pero ninguno suficiente.

Guerra en la 'banlieue'

A diferencia de ‘Bones & All’, ‘Athena’ -tercera candidata al León de Oro presentada el viernes- tiene muy claro lo que quiere ser y, al contrario que ‘Una pareja’, mantiene al espectador bien agarrado a los brazos de la butaca. Su primera escena es un deslumbrante plano-secuencia de 15 minutos durante el que un pelotón de jóvenes de origen inmigrante asaltan una comisaría y luego huyen para parapetarse en su ‘banlieue’ a la espera del asedio policial, y lo que la sucede es un musculoso relato bélico que mantiene los pies plantados en el campo de batalla y lo recorre sin descanso. Dirigida por Romain Gavras -hijo del célebre cineasta griego Costa Gavras-, la película prefiere funcionar a la manera de una tragedia griega que abordar un tema candente en la sociedad gala, y eso explica algunos de sus rasgos definitorios más discutibles; sirvan a modo de ejemplo su afectación estilística excesivamente autoconsciente y los bandazos ideológicos que da para hacernos trampas y, de paso, nadar y guardar la ropa. Dicho de otro modo, ‘Athena’ es tanto más disfrutable cuanto menos se moleste uno en pensarla. Afortunadamente para ella, Gavras es un orquestador de imágenes y sonidos especialmente dotado para distraer al espectador a base de fuegos de artificio.

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