Darío Grandinetti es Carlos, un argentino que vive en España, al que no le ha ido mal porque ha cambiado de actividad; desde que dejó su país y a su pareja de baile (y de vida), Margarita (Morán) no ha vuelto a bailar. Ella tampoco. Sigue en su barrio de Rosario, viviendo muy ajustadamente con su amigo Pichuquito (antaño, mánager de la pareja), al que tampoco ha cuidado mucho la vida. Así comienza 'Empieza el baile'. Hablamos con Grandinetti y su directora y guionista.

¿Podríamos considerar Empieza el baile una road movie romántica que acaba convirtiéndose en una reflexión sobre la amistad y la propia vida?

Marina Seresesky: Empieza el baile podría ser una comedia romántica pero sobre otro tipo de amor: habla sobre el amor a una amistad y un lugar.

Darío Grandinetti: Y a un oficio que han desarrollado donde han volcado tanta pasión los tres personajes.

Y luego está Argentina, 40 años después. Cuando se cambia una pista de tango por una de patinaje supongo que es porque el país también ha cambiado.

D. G.: Todos los argentinos sabemos, de una manera u otra, de lo que trata el exilio. Y yo quería contar esa historia entrañable y tierna, no melancólica sino nostálgica. Quería hablar de cómo el que se va añora y recuerda como quiere, porque los recuerdos son engañosos...

M. S.: El pasado también puede ser un lugar físico, un lugar idealizado. Yo soy argentina, llevo 24 años aquí en España y el de la película también es mi viaje. Cuando vuelve, uno ya no es el mismo, y lo que va pasando modifica todo. Es difícil volver y asumir que las cosas han cambiado.

D.G.: Yo no estoy de acuerdo con eso que tanto se dice de que no hay que volver al lugar donde uno fue feliz. Hay que volver mil veces a esos lugares y aprender a ser feliz de otra manera.

En la película se apuesta mucho por el humor, en diferentes tonos, desde el más cómplice y ligero hasta uno de naturaleza más negra.

M. S.: Pero no queríamos hacer una comedia de chistes.

D. G.: Uno se deja llevar y empieza a estimular su propio humor, pero tiene que ser el de los personajes, no el tuyo propio. Es importante tener una mirada desde afuera. Que los actores, además, con mucha facilidad, nos dejamos llevar por la risa...

M.S.: Lo que quería hacer era no pasarme ni de comedia ni de tragedia; quería un tránsito complicado, un filo peligroso. Y luego quería reivindicar la ternura, que me fascina, algo que tenemos que revalorizar porque todos la llevamos dentro, entronca directamente con la infancia».

¿Por qué dos viejos bailarines de tango, estrellas olvidadas?

M.S.: Quería que parecieran personajes que se están cayendo de la historia para volver a hacerlos yo presentes. Ellos son personajes que te sienten tan fuera de espacio y tiempo como todos aquellos con los que se encuentran en su viaje por la periferia de Argentina, gente que fue una cosa que ya no es, o que, al menos, ellos lo sienten así. Quería poner la mirada en toda esa gente que también es Argentina.

Como el propio tango, el baile nacional argentino.

M.S.: El baile es volver a tocarse. El tango es un baile, como todo el mundo sabe, de mucho contacto y, sobre todo, de mucha entrega. Uno no puede bailarlo con la cabeza, es un baile relacionado con los sentidos, con dejarte llevar de manera muy fuerte. Y eso es lo que les ocurre a los protagonistas de la historia.

D. G.: Ahí es cuando empieza el baile, siguiendo el título de la película, cuando los personajes vuelven a abrirse poco a poco.