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Reina sin corona

Sandra Hüller, la gran vencedora de Cannes que no ganó ningún premio

La actriz protagoniza 'Anatomía de una caída', Palma de Oro a la Mejor Película, y 'La zona de interés', Gran Premio Especial del Jurado

Sandra Hüller. EFE

Sandra Hüller es protagonista de los dos largometrajes ganadores de la recién clausurada 76ª edición del Festival de Cannes, los dos que acabaron en lo más alto del palmarés: 'Anatomía de una caída', de la francesa Justine Triet, que obtuvo la Palma de Oro a la Mejor Película, y 'La zona de interés', del británico Jonathan Glazer, galardonada con el Gran Premio Especial del Jurado. Buena parte de la grandeza de ambas películas se debe al trabajo de la actriz alemana, y si ella no resultó vencedora en la categoría de Mejor Interpretación Femenina es, casi seguro, a causa de esa regla no escrita del certamen según la que una misma película no debe llevarse más de un premio. La incongruencia resultante de esa norma, en todo caso, no le impidió volver a casa coronada como la reina de Cannes.

Para ella, triunfar en los festivales se ha convertido en algo parecido a una costumbre. Lo hizo al ser elegida Mejor Actriz de la Berlinale gracias a su trabajo en ‘Requiem’ (2006), en la piel de una joven epiléptica destruida por el fanatismo religioso y la ignorancia de su entorno, y de nuevo una década después al presentar en Cannes la incomparable comedia ‘Toni Erdmann’ (2016), sobre una empresaria ambiciosa y permanentemente tensa que mantiene una relación complicada con su padre. Dirigida por Maren Ade, la película fue injustamente olvidada en el reparto de galardones, pero causó sensación y proporcionó a Hüller su consagración internacional. En una de sus escenas, su personaje canta a grito pelado 'The greatest love of all', de Whitney Houston; en otra, con motivo de una fiesta que ha organizado en su casa, recibe a sus compañeros de trabajo completamente desnuda. Hay que verlas para creerlas, y para entender qué desconcertante resultó que, ya entonces, el premio a la Mejor Actriz fuera a parar a otras manos.

Mujeres frente a lo atroz

Desde ‘Toni Erdmann’, la actriz se ha especializado en interpretar a mujeres duras, frías, enigmáticas y reprimidas, y que son capaces de disociar sus emociones de sus acciones en pos de sus objetivos; al menos, claro, hasta que dejan de serlo. En ‘El reflejo de Sibyl’ (2019), su primera colaboración con Triet, encarnó a una autoritaria cineasta que soporta con gran autocontrol las traiciones de su amante por el bien de la película que está rodando, hasta que un día se arroja de repente por la borda del barco en el que tiene lugar la filmación y desaparece para siempre.

Los personajes que Hüller interpreta en 'Anatomía de una caída' y 'La zona de interés' son tan diferentes entre sí como las películas mismas -la una, una mezcla de drama judicial y disección del mundo conyugal; la otra, una aterradora mirada al Holocausto-, pero la actriz resulta igual de magnética en ambas dando vida a sendas mujeres aparentemente serenas frente a una atrocidad. Una de ellas tal vez ha matado a su marido pero tal vez no, y la otra se muestra cuando menos encantada de hacer la vista gorda ante los crímenes de su marido.

¿Mató o no a su esposo?

En ‘Anatomía de una caída’, en efecto, el marido de la escritora a la que encarna aparece muerto sobre la nieve a las puertas de la casa que comparten en los Alpes franceses junto a su hijo, y ella se ve empujada al centro tanto de la investigación policial como del proceso penal que tienen lugar después. En su piel, decimos, Hüller se muestra excepcionalmente entera y templada, capaz de mantener sus emociones bajo la superficie; alcanzamos a verlas asomársele fugazmente por el rostro, antes de ser aplacadas sin piedad. ¿Mató o no a su esposo? Por supuesto, no hay forma de saberlo.

En ‘La zona de interés’ -apenas inspirada en la novela homónima de Martin Amis, fallecido un día después del estreno de la película en Cannes- la actriz interpreta a Hedwig Höss, esposa del comandante de las SS Rudolf Höss. La mujer vive una vida idílica, en la casa ideal, junto a su hombre y sus hijos: cuida con esmero del jardín, ejerce de anfitriona perfecta de sus invitados, organiza fiestas de cumpleaños para los niños y celebra picnics familiares a orillas del lago. Y se mantiene perfectamente ajena a lo que sucede al otro lado del muro de su mansión, en el campo de exterminio de Auschwitz, donde miles y miles de personas son gaseadas y quemadas. “Esta es la vida con la que siempre hemos soñado”, comenta en una ocasión. Por supuesto sabe lo que sucede al otro lado. A veces viste la ropa confiscada a las prisioneras, y abona sus flores con cenizas de crematorio (“haré que mi marido esparza tus cenizas en el río”, le oímos espetarle a una de sus sirvientas judías). Y su rostro en ningún momento muestra siquiera el más fugaz de los arrepentimientos, nunca sugiere un instante de vergüenza, no parpadea. Hüller no se molesta lo más mínimo en dotarla de empatía, pero tampoco la reduce a una caricatura del mal, y así convierte al personaje en otra prueba demoledora de la sutileza y la ferocidad gracias a las que la actriz se ha erigido en la ganadora moral de Cannes. Y queremos más pruebas, aunque no hagan ninguna falta.

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