Estreno de cine
Joshua Oppenheimer, director de 'The End': "Se nos acaba el tiempo para escapar del abismo"
El director ha firmado una distopía que retrata la acomodada vida de una familia rica dentro de un búnker 25 años después de que sus propias acciones hicieran del planeta un lugar inhabitable

Joshua Lincoln Oppenheime / EFE/EPA/PAUL ZINKEN
Nando Salvà
El documental de Joshua Oppenheimer 'The Act of Killing' (2012), sobre el impacto sostenido del genocidio perpetrado en Indonesia en 1964 y 1965, es una de las grandes obras cinematográficas de este milenio. Tanto aquella película como su secuela, 'The Look of Silence' (2014) -ambas nominadas al Oscar en su día-, eran retratos demoledores de la impunidad de gente corriente involucrada en actos atroces, y ese tema también es explorado, aunque de forma muy distinta, en su primer largometraje de ficción. 'The End' es una distopía que observa la acomodada vida que una familia absurdamente rica lleva dentro de un búnker 25 años después de que sus propias acciones hicieran del planeta un lugar inhabitable; de vez en cuando, sus miembros rompen a cantar canciones que evocan el brillante colorido de la Edad de Oro de Hollywood incluso cuando su idílica existencia empieza a verse quebrada por la culpa, la vergüenza, el resentimiento y el arrepentimiento.
-'The End' se basa en un concepto extraordinariamente arriesgado. ¿Cómo se las arregló para encontrarle financiación?
-Una de las grandes ventajas que proporciona haber tenido éxito con una película como ‘The Act of Killing’, en la que los miembros de un escuadrón de la muerte montaban un musical para recrear los asesinatos que habían cometido contra sus compatriotas, es que te da la oportunidad de ser tomado en serio incluso si propones la idea más insensata que se te ocurra. Y hay que aprovecharla.
-¿Cómo surgió esa idea?
-Inicialmente quise hacer un tercer documental sobre el genocidio de Indonesia, centrado en los oligarcas de aquel país que construyeron sus imperios sacando tajada de la barbarie. Pero volver allí era demasiado arriesgado, porque sigo recibiendo amenazas de muerte, así que decidí buscar oligarcas en otro lugar. Conocí a uno que había amasado su fortuna en el negocio del petróleo a base de intimidar, sobornar y aplastar, y que se estaba construyendo un refugio con piscinas subterráneas, jardines, una gran colección de arte y vinos carísimos; incluso llegué a visitar el lugar. Me habría encantado preguntarles a él y a su familia: ¿Cómo os enfrentaréis a vuestra propia culpa por la catástrofe de la que estaréis huyendo? ¿Qué les contaréis a vuestra descendencia al respecto? ¿Cómo blanquearéis la verdad para poder soportaros? Pero no me atreví a preguntar y, de haberlo hecho, no me habrían contestado con sinceridad. Así que decidí imaginar su historia.
-¿Por qué la imaginó a través del género musical?
-Yo soy estadounidense, y el musical es un género típicamente americano que encarna a la perfección el autoengaño, la negación y las falsas esperanzas, y la idea de que, con independencia de lo que pasa en el mundo, puedes hundir la cabeza bajo la arena porque mañana será un gran día. Y los personajes de mi película tratan de convencerse precisamente de eso. Los musicales vivieron su apogeo en los 50, cuando la humanidad se enfrentaba al peligro de la aniquilación total asegurada, pero esas películas nunca abordaban esos asuntos y estaban llenas de alegría y esperanza. Ahora nos encontramos en un momento parecido, porque nos dirigimos hacia el colapso medioambiental y aun así no estamos haciendo casi nada al respecto. Además, los musicales clásicos evocan una visión idealizada de América, que es justo aquello por lo que el movimiento MAGA siente nostalgia.
-¿Podría decirse que sus tres películas hablan de la impunidad de los perpetradores?
-Creo que la impunidad es lo que define la historia de la humanidad, porque quienes escriben la historia siempre son los vencedores, y lo hacen con la intención de absolverse de sus crímenes. Yo diría que el nexo principal entre las tres películas es que todas reflexionan sobre las mentiras que los seres humanos nos contamos para no tener que enfrentarnos a nuestra complicidad en actos terribles. Cada vez que leemos noticias sobre miles de personas que se ahogan en el Mediterráneo tratando de escapar del infierno que nosotros mismos les hemos impuesto, y cada vez que reaccionamos a sus desgracias con un mero emoji triste antes de volver a posar para Instagram, estamos negándonos a afrontar la verdad, entrando voluntariamente en nuestro propio búnker y contribuyendo a esa impunidad de los perpetradores.
-Hay quienes han criticado la empatía que ‘The End’ muestra hacia sus personajes...
-Recibí críticas similares cuando estrené ‘The Act of Killing’. El cine insiste en fingir que el mundo está dividido entre buenos y malos, y nos tranquiliza mostrándonos cómo los malos reciben su merecido, y haciéndonos sentir que nosotros somos los buenos. Pero, como dijo Primo Levi, “puede que haya monstruos entre nosotros, pero son demasiado pocos para preocuparse por ellos; de lo que debemos preocuparnos es la gente común”. Yo no quiero que el espectador demonice a la familia de ‘The End’, sino que se identifique con su ceguera moral.

Tilda Swinton y Michael Shannon en 'The end'. / EPC
-Genocidio, culpabilidad, impunidad... ¿De dónde proviene su interés sostenido en esos asuntos?
-Crecí tratando de entender la maldad que había hecho posible el Holocausto; toda la familia de mi madrastra fue asesinada entonces, y muchos parientes de mi padre también. Y mi madre es activista sindical y abogada laboralista, y además de inculcarme la certeza de que una injusticia contra una persona causa daño a toda la humanidad, me enseñó a comprender que la hegemonía cultural americana se impuso derramando sangre. Supongo que soy producto de esas influencias.
-Cuando usted terminó la película, Donald Trump no estaba en la Casa Blanca. ¿Cree que su significado cambia después de su nuevo ascenso al poder?
-No, Trump solo hace que mi película sea más urgente. Nos dirigimos hacia el abismo, y se nos acaba el tiempo para escapar de él. He hecho la película para animarnos a buscar en los más profundo de nuestra humanidad. A través de la solidaridad y la colaboración podremos acumular poder suficiente para sobreponernos a la adversidad; lo hemos hecho muchas veces en el pasado. Puede que sea demasiado tarde para los protagonistas de 'The End', pero no es demasiado tarde para nosotros.
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