Filomena impidió el estreno de la nueva imagen en los Telediarios de TVE. Llegó en vísperas de la puesta de largo, y dado que Madrid quedó colapsada, el dispositivo se canceló. Dado que las cosas de palacio van despacio, tras el paso de Filomena tuvimos que esperar un mes para que quien tiene mando en casa apretase el botón para dar luz verde al operativo.
Es el que disfrutamos cada día. El mayor cambio de grafismo de la última década. Ahora habitamos «dentro» del Telediario. Es un plató inmersivo, donde las pantallas rodean literalmente al presentador, encerrado en un cubo donde el techo y el suelo también proyectan.
La música no es estridente. La sintonía, por vez primera, deja de ser esa llamada que nos atrae la atención si estamos en otros menesteres, anunciándonos que llegan las noticias. Los presentadores se pasean por el plató. Están de pie o sentados indistintamente. Los rótulos de los titulares que acompañan las imágenes son gigantes. Los que indican los directos, liliputienses. Mediado el informativo se ofrece un avance de El Tiempo que conquista adeptos. Falta hacen, puesto que las audiencias de los Telediarios están muy por debajo de los de Antena 3, líderes indiscutibles que en algunas ediciones les doblan. También los de Telecinco.
¿Servirá este complejo cambio de imagen para aumentar la audiencia? Lo dudo mucho. Muchos espectadores asocian los Telediarios con el sesgo político del gobierno de turno, que ahora es el que es. Y eso los ahuyenta.
A ese sector les recomendaría que los siguiesen a partir del minuto 20, sin pasar peajes gubernamentales. Comprobarán que a partir de ahí el TD, por su red de corresponsalías internacionales y su información cultural, carece de rivales.
