-Acaba de ganar el prestigioso premio Cirilo Rodríguez, el año pasado recibió el Ondas y el del Congreso de Periodismo Digital de Huesca, entre otros, ¿se sube a la cabeza tanto éxito?

-(Ríe) Pues, estoy entre la sorpresa de que mi trabajo se haya reconocido tanto, y el susto que me sobreviene después de cada uno de estos prestigiosos premios. Se me dispara la autoexigencia y temo defraudar. Sumo más responsabilidad, pero no lo entiendo como una carga, sino como una especie de viento de cola que empuja al avión. Por supuesto que estoy muy agradecida a los jurados. Seguimos. Ya sabemos que en este oficio se empieza de cero cada día, que es un continuo reto, y que se vale tanto profesionalmente como la última información que se ha hecho.

-Su corresponsalía en China para RTVE la ha hecho estar en el 'ojo del huracán' de la pandemia, ¿ha sido duro?

-Al principio más que al final. En enero de 2020 no sabíamos a qué nos enfrentábamos. Al temor de contagiarnos se sumaba la incertidumbre en una atmósfera de ficción distópica hecha realidad. Cuando en abril del año pasado, la situación empezaba a estar controlada en China, vivíamos con preocupación por lo que pasaba aquí.

Fue más duro pensar que mi familia o amigos podían enfermar. Por lo demás, toda cobertura dura suele ser por lo general interesante y enriquecedora, aunque también ha tenido un punto de frustración no poder ir a otros países asiáticos a cubrir informaciones como el golpe de estado en Birmania, o revueltas juveniles en Tailandia. En marzo de 2020, China cerró sus fronteras y hemos vivido con la sensación de estar atrapados.

 -Por lo que ha visto, ¿los chinos se han sentido señalados internacionalmente por la pandemia?

Totalmente, pero no es que se hayan sentido, es que en el mundo polarizado en el que estamos inmersos, la pandemia es otra batalla en la guerra que libran las dos primeras potencias en los últimos años. Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos acusó directamente a China de ser la causante de esta pandemia. Y a partir de aquí, Pekín contratacó con los mensajes de que el virus pudo surgir en otros países, y que incluso lo podían haber creado en laboratorios estadounidenses. Y Washington, por su parte, señala a los centros biológicos chinos de Wuhan. La guerra política sobre el origen de este coronavirus sigue abierta entre los dos países, más allá del interés científico. Tampoco ayuda la negativa de China de que la Comunidad Internacional investigue más en Wuhan sobre la hipótesis del accidente en un laboratorio chino.

 -¿Le ha sorprendido algo de la idiosincrasia china? ¿Se ven como líderes mundiales?

China no dejaría nunca de sorprenderme, aunque viviese allí la mitad de mi vida, y por eso es tan interesante periodísticamente. Es un país en cambio constante, lleno de contradicciones donde convive la tecnología y la inteligencia artificial más avanzada con tradiciones sociales milenarias. Es un país con un sistema político único en el mundo, autocrático con formas dictatoriales y que tiene muy claro su objetivo de hegemonía mundial. China a diferencia de otras potencias, tiene un proyecto, otra cosa es que nos guste, o no, cómo lo van a llevar a cabo, pero desde luego, es el momento de mirarles de cerca para decidir después qué hacer y qué grado de dependencia que debemos tener respecto a ellos.

 -¿El trabajo del corresponsal se está librando de la revolución digital más que otros, mantiene más la 'esencia' del periodismo?

-No creo que las innovaciones digitales tengan que estar reñidas con la esencia del periodismo que no es otra que salir a la calle a buscar historias, destapar injusticias, dar voz a los más débiles y desfavorecidos, escuchar, ver, atisbar realidades por lejanas que nos parezcan. El problema viene cuando se prima el formato, y no el contenido. Vivimos tiempos en los que, afortunadamente, tenemos diversidad de plataformas y formatos, pero de nada sirven si las empresas no invierten en el periodista sobre el terreno, en el periodismo de fuentes o de investigación, reposado, contextualizado, y si no se apuesta por historias interesantes, aunque no sean el titular del día.

 -Se va a París, ¿le apetecía un cambio de aires?

-He tenido la suerte de que mi Casa, TVE me ha permitido estar en este destino el máximo de tiempo establecido internamente, seis años. Por ello, estoy muy agradecida a las diferentes direcciones de informativos que se han sucedido durante este tiempo por darme la oportunidad de poder profundizar en un país tan complejo e interesante. También creo que es muy bueno cambiar. La mirada se refresca, y la novedad de tener que contar otro país, aunque esté más cerca y sea menos sorprendente, es un reto apasionante.

 -Ha cubierto un buen número de tragedias y grandes acontecimientos, ¿cuál le ha marcado más?

-En todas tragedias humanas nos dejamos un trozo de nosotros. Ver la muerte de cerca nos recuerda lo afortunados que somos porque en un momento concreto nosotros volvemos a casa, pero las víctimas deben seguir con sus vidas rotas.

He cubierto catástrofes naturales en muchas partes del mundo, terremotos, tifones, pero sin duda, lo que más me afecta es cuando detrás de las tragedias y de las injusticias hay una autoría humana. Empecé en los telediarios cubriendo atentados de ETA, y después de diecisiete años todavía me emociona recordar algunas imágenes y testimonios del 11-M. Creo que fue la cobertura que más me ha marcado.