Hace ahora casi cinco años, 'Dark', serie realmente envuelta en oscuridad, cogió por sorpresa al público adepto de los puzzles de misterio y/o los dramas familiares de múltiples capas. Aunque su estética lo sugiriera, no era la respuesta alemana a 'Stranger things', sino algo más gozosamente complicado: una truculenta pero romántica inmersión en los pliegues del espacio y tiempo con vistas al eternalismo, corriente filosófica según la cual el futuro ya existe y todos los puntos en el tiempo están conectados.

Tras el éxito de su primera temporada, Netflix fichó a sus creadores, la guionista Jantje Friese y el director Baran bo Odar, para crear series y proyectos en exclusiva. El primer resultado del acuerdo es '1899' (jueves, día 17), capaz como su precedente de volar cabezas al tiempo que rompe corazones. Podríamos definirla como versión de cámara de 'Dark': la práctica totalidad de su acción se desarrolla en los confines de un buque de vapor, el Kerberos (empiecen a hacer conjeturas sobre el nombre), que transporta a emigrantes europeos desde Londres a Nueva York en los estertores del siglo XIX. Tras la reaparición de un buque desaparecido meses atrás, su ruta se desvía hacia lo desconocido

"Es cierto que resulta más intima, quizá por el paisaje de la acción, un espacio cerrado del que la gente no puede escapar", dice Friese en entrevista por videollamada. A su lado, su compañero cita influencias como 'Alien: el octavo pasajero' o 'El resplandor', "en las que encontramos una situación contenida de la que la gente no puede emerger y empieza a perder la cabeza". También hablan de una "antiinfluencia": 'Titanic'. "No queríamos que nadie pensara en aquella película, en el romance y en el brillo. Por eso nos decidimos por un barco tan negro. ¡Si The Cure tuvieran un barco, sería este! [risas]".

'Perdidos' en un barco

De las casi dos mil personas que viajan en el Kerberos, son dieciséis las que interesan realmente a Odar y Friese. Dos muy en concreto: la doctora inglesa Maura Franklin (Emily Beecham), seguida de cerca por el torturado capitán de la nave, Eyk (Andreas Pietschmann, el Extraño de 'Dark'). Pero también les importan los destinos de la esposa triste (Mathilde Ollivier) de un teniente (Jonas Bloquet), o ese sacerdote (José Pimentão) con un hermano ajeno al celibato (el valenciano Miguel Bernardeau, revelado con 'Élite'). Cada episodio profundiza en la historia particular de algún personaje: de qué huyen y dónde quieren llegar.

Personajes a la fuga de sí mismos que dan con sus huesos en una jaula misteriosa: '1899' podría definirse también como la versión náutica de 'Perdidos'. Odar y Friese celebran la comparación. Dice el primero: "Para nosotros, Damon Lindelof y todos los que participaron en ella son maestros de lo que hacen. Éramos de esos espectadores que trataban de profundizar en la mitología y los símbolos; había secretos escondidos por todas partes". Como en el clásico de ABC, al final lo importante son los personajes: "Podemos tocar conceptos insólitos, pero nos interesa la realidad de nuestras creaciones, seguir de cerca cómo atraviesan esa experiencia", apunta Friese.

En el origen de todo se halla algo muy real: "La crisis de refugiados que vive Europa, en la que cada nación está trabajando de manera distinta y con la que estamos asistiendo a la rápida desintegración de la Europa que conocíamos", dice Friese. A través de la aventura fantástica se preguntan qué nos une y qué nos divide, o se lamentan por la división que genera el miedo.

Otro punto de partida fue una foto encontrada durante la fase de investigación: un hombre parado en la cubierta de un barco, martillo en ristre, su camisa blanca manchada de sangre. "No teníamos ni idea de dónde había salido la imagen, ni quién la había capturado", dice Friese. "A partir de ella nos hicimos preguntas que dieron pie a la historia: ¿cómo acabó ese hombre ahí? ¿Qué pasó en ese barco? ¿Por qué esta manchado de sangre? ¿De qué huía? ¿Hacia dónde va? Aquello fue el inicio de un proceso que nos llevó a un lugar completamente diferente del que imaginábamos". 

Limitaciones productivas 

La serie fue anunciada en noviembre de 2018, un año antes de las primeras noticias sobre la pandemia. El plan era rodar todo lo posible en localizaciones reales, reproducir el barco al menos en parte y usar un tanque de agua. "Después llegó el virus", recuerda Friese. "Y por un corto periodo de tiempo, creíamos que no habría serie. Hacer una serie paneuropea en mitad de una pandemia era imposible". 

Encontraron una difícil pero productiva solución en la tecnología conocida como Volume: una combinación de un muro de pantallas LED con escenarios reales, estos elevados sobre una base rotante en el caso de '1899', todo por acomodar la grabación desde diferentes ángulos. Método popularizado por 'The Mandalorian', cuyo rodaje, por otro lado, no pudieron visitar: Estados Unidos había cerrado las fronteras a vuelos de Europa y se tuvieron que conformar con escuchar el pódcast de la serie. "Pasó bastante tiempo hasta que logramos dominar la técnica", admite Friese. A lo que Odar añade: "Pero después de tres temporadas de 'Dark', volver a hacer lo mismo no habría sido emocionante. Queríamos aprender algo nuevo. No saber qué iba a pasar, en realidad, nos llenaba de energía". 

El futuro de '1899' depende ahora del favor del público. "La primera temporada acaba con preguntas; con algunas respuestas, pero también preguntas", avisa Friese con una sonrisa. "Nuestro plan es hacer tres temporadas. Alargar un misterio más allá de eso siempre es complicado". Tres temporadas: precisamente el plan original de Lindelof para 'Perdidos'.