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SERIE ICÓNICA

'Succession': por qué el mundo se ha rendido a los Roy

Analizamos las posibles razones tras la enorme repercusión global de la serie de HBO, cuya cuarta y última temporada se estrena el lunes

Detalle del póster promocional de la temporada final de ’Succession’. HBO MAX

Nada hacía prever todo lo sucedido con 'Succession'. En las semanas previas a su estreno en verano de 2018, este drama satírico sobre unos falsos Murdoch había levantado una expectación solo moderada. El máximo reclamo no era su creador, como antaño pudo ser normal en una producción HBO, ni tampoco su reparto, sin estrella clara al frente, sino la presencia como director y productor de Adam McKay, quien recientemente había ganado un Oscar por el guion de 'La gran apuesta' y todavía no había estrenado la menos afortunada 'El vicio del poder'. Había curiosidad, pero no entusiasmo generalizado. 

Las reseñas fueron de diversos colores, y aunque ganaron las positivas, cualquier idea de un consenso como el actual parecía utopía. Incluso los que más admirábamos al guionista Jesse Armstrong (por series como 'Peep show' o 'Fresh meat') admitimos, sobre todo para nuestros adentros, que a los primeros episodios les estaba faltando un punto de cocción. Pero es lo habitual con las comedias, y 'Succession' es una de ellas, además de una tragedia: hace falta siempre un período de pruebas para encontrar las mejores fricciones, depurar el caos, dominar los ritmos.

"El tono es muy particular, y ha ido mejorando conforme la serie avanzaba", convino Holly Hunter, alias Rhea Jarrell, antigua rival de Logan Roy (Brian Cox), cuando la entrevistamos con motivo de su incorporación al reparto. 

Para que aquello acabara de estallar, era necesario reunir a todos los personajes en un mismo sitio y darles vía libre para sincerarse. Fue lo que hicieron en un memorable séptimo episodio, 'Austerlitz', que no es adaptación del melancólico libro de W. G. Sebald sino hilarante crónica de una terapia familiar que es, en el fondo, artimaña para hacer subir las acciones. También había importante caos humano en 'Nunca falta nadie', gran 'finale' que invitaba a establecer paralelismos con el fatal accidente sufrido por Ted Kennedy en Chappaquiddick en 1969.

Pero fue sobre todo con la segunda y, sobre todo, tercera temporadas, ambas premiadas con el Emmy a mejor serie dramática, cuando 'Succession' entró a formar parte del panteón de la última era dorada de la televisión, al lado de 'Los Soprano', 'The wire' o 'Breaking bad'. 

Razones para amarla 

No existe un único ingrediente secreto que haya convertido a 'Succession' en obsesión global. La serie es superior a la suma de muchas acertadas partes. Pero seguramente haya tenido mucho que ver la schadenfreude, el deleite que hayamos en las desgracias ajenas, sobre todo de gente con mucho más dinero que nosotros. Los súper ricos de 'Succession' no solo fracasan, a veces, a la hora de conseguir lo que quieren, sino que pueden conseguirlo y seguir siendo infelices. Eso nos ha relajado y divertido a unos cuantos. Aquí no existe, además, la pornografía de la riqueza de 'Gossip girl' o 'Emily en París': esta gente se mueve en un mundo frío, sin alma, en perpetuo tránsito hacia la vacuidad espiritual. 

Y sin embargo, de golpe, nos podían asaltar sentimientos. Los Roy pueden ser deleznables, pero no son solo eso. Nadie es solo una cosa. Si solo fueran deleznables no querríamos pasar más de un episodio con ellos. El drama de los hermanos resulta universal: son niños eternos que quieren ser aceptados por un padre con limitada capacidad para demostrar su afecto, aunque lo tenga y esa sea "su debilidad", como ha declarado Brian Cox. Cuando asistimos al rodaje de la segunda temporada en Escocia, Jeremy Strong (Kendall Roy) explicaba así las tribulaciones de estos chicos: "Han crecido con todos los adornos del poder, bajo las mejores circunstancias económicas. Pero en ningún momento se les infundió ninguna clase de seguridad personal. Todavía hoy, cada vez que intentan imponerse, su padre les socava". 

Y de qué manera. Curtido al lado del experto de la sátira Armando Iannucci ('The thick of it', 'Veep'), Armstrong sabe poner los más ingeniosos desplantes en boca de sus personajes, sobre todo de Logan. Un ejemplo: "Dile que voy a moler sus malditos huesos para hacerme pan". U otro más entre un millón: "Karl, si tus manos están limpias es porque en tu prostíbulo también hacen manicuras".

Un tema musical obsesionante  

Por otro lado, sería irresponsable hablar del magnetismo de 'Succession' sin referirnos a los poderes extraños de su banda sonora. No nos referimos al vergonzante rap de Kendall ni a la canción improvisada por Roman para dar la peor noticia a su hermana, aunque un poco también. Hablamos, sobre todo, del gran tema principal compuesto por Nicholas Britell, mitad música de corte dieciochesca, mitad hip hop en toda regla (el rapero Pusha T llegó a lanzar una remezcla), todo adicción. Dejar de oírlo cada lunes será tragedia sin medias tintas.

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