A unque mi ámbito de trabajo es el de las Ciencias Sociales, no soy insensible a los incentivos de las denominadas Ciencias de la Naturaleza, o experimentales a las que ha dedicado el profesor Grisolía toda su vida y que ahora nos ofrece en una obra justamente titulada «Vivir para la ciencia», Instituto Alfonso el Magnánimo, Diputación de Valencia, 2006. Mi sensibilidad por estos temas se vio favorecida en la época de la transición democrática, por la reestructuración del dispositivo público del Centro de Investigaciones Científicas, tarea en las que participé desde la Comisión Asesora de Investigación en cuyo contexto elaboré un informe que sirvió de base a la reorganización del sistema, después recogido en un opúsculo titulado «La Administración de la Ciencia», Madrid, 1981. Estos antecedentes quizás influyeron en que posteriormente, ya en Alicante, el profesor Grisolía respaldara mi candidatura a los Premios Jaime I, preciado galardón que me fue concedido, por lo que le estoy sumamente agradecido, lo que hago constar en mis «Memorias», sobre todo porque ello ha facilitado nuestros mutuos y para mi enriquecedores contactos, ya que se trata de un científico humanista como lo fue también su maestro Severo Ochoa y antes Santiago Ramón y Cajal, lo que me consta reconocen en el día a día sus colaboradoras.

«Vivir para la Ciencia», es una obra que responde fielmente a su enunciado, refleja toda una actividad dedicada a estos objetivos propiciando que el autor haya realizado valiosas investigaciones y acertadas reflexiones que en un sentido u otro guardan relaciones con los progresos en el conocimiento.La obra glosada no es una autobiografía en el sentido clásico de este tipo de aportaciones, sino un conjunto de reflexiones, vivencias y análisis que versan sobre las relaciones del quehacer científico con múltiples manifestaciones y contrastes.

Estas actividades trascienden a diversas circunstancias de la vida real, por lo que proporcionan así un acerbo de consulta valiosísimo para múltiples saberes, incluidos, desde luego también, los propios de las denominadas «Humanidades» suministrando criterios estimables para el progreso de los conocimientos, orillando la reiteración de pasados errores.

o se trata pues de una mera recopilación histórica de sucesos y experiencias, sino de la ponderación de acontecimientos múltiples que se han prodigado durante la fecunda vida del autor de la obra, entre los que se incluyen los que hoy agobian a la humanidad, como es el caso de catastrófico efecto invernadero que puede dar al traste no sólo a nuestro actual entorno vital sino al futuro del hombre, lo que hace recordar al autor de estas «Memorias» un cuadro de Goya en el cual dos chulos peleaban entre sí mientras se iban hundiendo en un cenagal. Bienvenida sea esta generosa aportación de reflexiones y vivencias que ilustran sobre lo que se debe emular, o contrariamente orillar, en el campo científico, por todo lo cual incluyendo realizaciones prácticas institucionales, de trascendencia mundial, la Comunidad Valenciana, en particular, tiene contraído una importante deuda de gratitud con el autor de la obra que aquí se comenta.

Las memorias glosadas recogen sólo el núcleo más significativo de las actividades del autor, que por cierto sigue briosamente prestando sus servicios a la sociedad a través de las organizaciones que preside, ayudando incluso en temas polémicos y espinosos.