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Sobre la pobreza

Ángeles, perdona que te tutee, pero es que te siento cercana. He admirado tu verbo siempre, tu sensibilidad, sobre todo con los temas sociales; no digamos tus cuentos, con el que ganaste el "Gabriel Miró" me hiciste temblar de emoción; cuando dedicaste aquel artículo a Tomás Solórzano (perdóname si no escribo bien el apellido) pensé que no cabía más humanidad en tu pluma. Te sigo en todos tus reportajes. Como te he dicho al principio: sencillamente te admiro. Por eso el domingo, el pasado domingo, 18 de octubre, me lancé a leerte, "Ángela, mater dolorosa", y como siempre quedé subyugada por la historia, atrapada en tu maestría, pero me frenó en seco el párrafo "(É) la asistente social, en vez de gestionarle una ayuda, le ha dicho: pues nos llevamos a la niña a un colegio y en paz. Así que Ángela de la asistente social ya no quiere ni oír hablar". ¿Qué quieres? Yo soy asistente social -así en minúscula como tú lo escribes- y la frase me sonó despectiva, a cliché de película americana donde la asistente social aparece para llevarse a los niños. Es más, te abrogas un conocimiento de la profesión que creo no tienes, porque te atreves a decir "la asistente social en vez de gestionarle una ayudaÉ". ¿Te atreverías, igualmente, a decir, por ejemplo, de un médico, en vez de operarle una pierna le ha dado una pastilla? Los médicos operan y dan pastillas, las asistentes sociales gestionamos ayudas y otras cosas. No todo en nuestra profesión es gestionar ayudas económicas, me imagino, que es en las que estás pensando, pero aun así la gestión de una ayuda pasa por un proceso en el que se valoran todas las perspectivas para poder ayudar del mejor modo, buscando la promoción de la persona y tratando de activar sus recursos personales y sociales para resolver su situación.

Desconozco la situación concreta de Ángela, desconozco asimismo qué le diría exactamente la asistente social, pero sé que en cualquier situación que abordamos el interés del menor está por encima de todo, y eso de "nos llevamos a la niña" estoy segura de que no fue así de literal y simple, porque no nos llevamos a los niños, ni que fuéramos el coco. Y sí, a veces para proteger al menor hay que apartarlo de sus padres, pero eso no es llegar y llevárselo, eso requiere una valoración exhaustiva y no se hace a la ligera.

Ayudar es difícil, muy difícil, es un arte muy complicado, por eso pasamos por la Universidad unos cuantos años. Ayudar, perdona, no es dar un bocadillo de tortilla, como propones, aunque en ocasiones haya que hacerlo y te felicito por tu buen corazón, pero eso es un parche: "lo de dar el pescado o enseñar a pescar", que seguro que te suena.

Es tan difícil ayudar que yo pediría respeto por las personas que han elegido ese modo de ganarse la vida, desde todos los ámbitos que ésta puede hacerse efectiva: colegios, hospitales, asociaciones, etcétera, etcétera. Convivo a diario con asistentes sociales, como te he dicho yo soy una de ellas, y, créeme, son profesionales implicados que sufren cada día con las situaciones de pobreza y gozan cuando consiguen ayudar a resolver una situación. Nuestra profesión es así de sublime. Te invito a conocerla.

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