Tiger Woods, el deportista del golf profesional con más talento de la historia, convertido en icono en sólo una década, apareció en una conferencia de prensa pidiendo perdón en público sin su gorra Nike, sin sponsors. Los sponsors no están para bromas. Accenture y Gillete le han dicho bye-bye, Nike se lo está pensando. General Motors le ha dicho que de ruedas gratis para su Cadillac, nada de nada. Todo iba bien en su urbanización de lujo, cercada, con seguridad privada, situada cerca del aeropuerto de Orlando, ya que volaba sin parar y dormía fuera de casa más de 200 días al año, entre torneos y obligaciones de promoción publicitarias.

Pero una noche, tras una discusión por sus infidelidades, su mujer salió en su persecución con un palo de golf, y el enorme todoterreno Cadillac de sus patrocinadores, acabó chocando contra una toma de agua contra incendios y empotrado en un árbol. Los vecinos, escandalizados llamaron "a seguridad". La CNN cercó la casa, y por las televisiones empezaron a desfilar ex amantes. Miles de montajes fotográficos y chistes saltaron a Internet. A las 48 horas, apareció en Youtube una reconstrucción en dibujos animados "3D" de un minuto y medio (un "avatar") realizada en Hong Kong por la empresa taiwanesa Next Media, que inmediatamente tuvo una audiencia de decenas de millones de personas. Conviene preguntarse si todas estas estrellas del deporte profesional son "deportistas". Yo creo más bien que son personas, con aciertos y limitaciones, y con mucha más presión de la que nos creemos. No es normal que eventos deportivos como el tour de golf profesional PGA tengan esa enorme cantidad de torneos. En baloncesto, por ejemplo, un equipo como Los Angeles Lakers, tiene una media de tres partidos por semana, de costa a costa de Estados Unidos. Los "deportistas" viven en hoteles, sin derecho a la intimidad, acosados por fans, paparazzis, agentes, sponsors publicitarios. Y mientras la industria intenta exprimir al máximo la corta vida profesional del deportista, la ropa, los balones, las gorras se hacen en Indonesia u Honduras, pagando menos de un dólar al día en condiciones infrahumanas. ¿Tiene todo esto algún sentido? Tiger Woods es un superdotado del golf, pero no es un Superman. Y lo mismo le pasa a Pau Gasol, Cristiano Ronaldo, o quien sea. Desgraciadamente, la industria parece que va en otra dirección. Si no se para esto, al final, el Tigre del dinero se cargará al deporte.