Hay que partir del hecho de que un hogar es una especie de empresa viva y activa. Por tanto, las leyes que rigen el buen funcionamiento del hogar son, en cierta medida, las mismas que lo hacen en cualquier empresa. Una de estas leyes es la buena gestión de los recursos humanos. Los padres son los educadores de los hijos. Para esto han de tener en cuenta todas las dimensiones de la persona, que representan sus hijos. La buena gestión de los recursos humanos es básica para la formación de los hijos, y en esto no se deben ahorrar esfuerzos. Pero los hijos deben poner en práctica las indicaciones de los padres en todas sus actividades. La formación que han de recibir los hijos no se limita al ámbito interno, familiar, sino que aparca todo el área social, económica, religiosa, etcétera. Cuando los hijos pequeños ven la generosidad económica de sus padres con ellos, privándose de muchos gustos y necesidades, aprenden a ser ellos igualmente generosos y sacrificados el día de mañana, cuando dispongan de medios suficientes, y sus padres tengan necesidades. Así puede suceder en todas las áreas de la vida humana. Por eso, la buena formación es la mejor herencia que se puede dejar a los hijos. Pero, en este punto, hay que fijarse en un tema especial. La educación no se limita a los padres, sino que alcanza a los centros de educación, a las escuelas. De ahí la necesidad de la coordinación entre la formación que se da a los hijos en casa y la que se da en la escuela. Y el medio indispensable de toda formación es el diálogo, que debe darse normalmente entre padres e hijos y entre padres y educadores de centros. Cuando todo esto se produce normalmente, las crisis familiares y sociales se mitigan e incluso se pueden superar.