El Fútbol Club Barcelona fue fundado por un grupo de extranjeros liderados por el suizo Hans Gamper. Eran, religiosamente, protestantes. El Espanyol lo crearon catalanes católicos y, sin embargo, es el Barça quien aglutina el sentir catalanista. El Real Madrid fue fundado por dos catalanes Carlos y Juan Padrós, del comercio, y su adversario, el Athletic de Madrid, por estudiantes vascos. El Madrid aglutina los mayores sentimientos nacionalistas -españolistas, se entiende- y siempre ha estado cerca del poder.

Los Padrós predicaban consignas tradicionales como la de "mens sana in corpore sano" y escribían en la prensa a favor de la práctica deportiva. Eran en cierto modo, discípulos de los maestros de la Institución Libre de Enseñanza, quienes introdujeron el fútbol en Madrid. Gamper, campeón de atletismo en Suiza, también creía en los beneficios del deporte ya que naciones tan ilustres como Grecia y Roma lo habían practicado. (Un español, el emperador Adriano, prohibió los Juegos).

El Barça nació con dificultades. A Gamper, en el velódromo de la Bonanova, le impidieron que jugara porque era extranjero. Ahora, son los madridistas quienes aplican la extranjería al club barcelonés, en el que se alinean espiritualmente catalinos y polacos, denominaciones que se adjudican desde las gradas del estadio Santiago Bernabéu, nombre del ilustre presidente nacido en Almansa, de padre de Ontinyent y madre cubana.

El club barcelonés lanzó al mercado la frase de que es "mes que un club" cuya paternidad se ha adjudicado a gentes como Nicolau Casaus. El Madrid huye de tal denominación, pero también es más que una entidad deportiva. Los barcelonistas homenajean cuando es preciso a su presidente Josep Sunyol, asesinado al comienzo de la Guerra Civil en el puerto de Guadarrama. El Madrid no reconoce al presidente que tuvo durante el conflicto, el coronel Antonio Ortega Gutiérrez, quien fue ejecutado a garrote vil en el castillo de Alicante el 15 de julio de 1939.

Al club barcelonés le quitaron, tras la Guerra, dos de las barras de las cuatro que lucía en sus escudo como uno de los castigos. En la prensa madrileña se llegó a pedir que fuera suprimido. En el Camp Nou hay banderas azulgrana, senyeras y cuatribarradas esteladas. En el Bernabéu hace años que se instauró el deseo de ser propietarios de la bandera rojigualda y se exhibe para contraponerse a las demás. En el fondo sur del estadio ha habido, además, banderas nazis y símbolos de este jaez, lucidos por individuos de la ganadería de los Ultrasur. En el Barça hubo, con José Luis Núñez, morenos, guardia pretoriana que desapareció y fue superada por los Boixos nois. A estos les privó de sus gabelas Joan Laporta. Ahora, hay aficionados madridistas que lucen bufanda con los colores nacionales y el escudo del club.

En el Bernabéu había oficina con teléfono para los Ultrasur. Florentino Pérez les echó de la parte noble del estadio y les cerró la ventanilla de las ventajas. Contra Laporta hubo pintadas en su casa y amenazas de todo tipo. Contra Florentino hubo manifestaciones en el propio estadio. Ninguna de ambas bandas ha desaparecido, pero no cuentan con protección y subvención económica. Gracias a los Ultrausr y las gentes de su entorno, el Madrid ha sido el club más castigado en Europa y de ahí que haya tenido que disputar partidos europeos en Valencia y Málaga. El escándalo del derribo de la portería fue universal.

Madrid y Barça han vivido enfrentamientos históricos. El primer trasvase, el de Baldomero Albéniz, hijo del músico, no creó problemas. El gran conflicto fue por Di Stéfano. El Barça compró los derechos del jugador al River Plate y había que sumar, por decisión de la Fifa que volvió a admitir en su seno a Colombia, los derechos al Millonarios de Bogotá. El abogado Ramón Trias Fargas gestionó el pago de lo exigido por los colombianos, pero a su presidente, Martí Carretó, siempre le pareció demasiado. Le anunciaron una inspección de Hacienda en su empresa y prefirió abandonar. El Madrid compró primero el pase al Millonarios, y después, al Barça, los del River. Fue cuando Montal padre dijo aquello de "Per vostés el pollastre". Con anterioridad, en el Consejo de Ministros se había sentenciado que Di Stéfano jugara dos años en cada equipo.

Desde aquel 1953, la paz ha sido imposible. Según Raimundo Saporta, el Madrid siempre ha sabido estar con el poder y durante el franquismo se convirtió, en palabras del ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María de Castiella, jugador juvenil del Athletic de Bilbao, en el mejor embajador que había tenido.

Los mayores conflictos en el terreno de juego se dieron en 1943 y 1968. El primero registró la primera protesta política en Las Corts con el Madrid en partido de Copa que acabó 3-0. En la vuelta los medios madrileños calentaron el ambiente, el club dio un silbato con cada localidad y antes del comienzo del partido el Director General de Seguridad entró en el vestuario barcelonista y recordó a los futbolistas que algunos jugaban gracias a la generosidad del régimen ya que algunos había estado en el extranjero durante la Guerra Civil y no se habían incorporado a la España franquista. La vuelta acabó 11-1. Dimitió el presidente barcelonista, Marqués de la Mesa de Asta y tuvo que hacer lo propio el madridista y de ahí el inmediato nombramiento de Santiago Bernabéu.

La final de Copa del 68, acabó 0-1 con autogol de Zunzunegui. Llovió tal cantidad de botellas que a partir de ese momento quedó prohibida su venta en los estadios. Al terminar, en el palco presidencial, al lado de Franco, doña Ramona, esposa del general Camilo Alonso Vega, se dirigió a éste y le dijo: "Camilo, hemos perdido". Éste le respondió: "Felicita al presidente del Barcelona". "Claro al fin y al cabo Barcelona también es España", dijo la doña. El presidente barcelonista, Narcis de Carreras, no se pudo contener y dijo: "Senyora no fotem".

Para rematar los conflictos surgió el caso Guruceta quien pitó en el Camp Nou un penalti a favor del Madrid por la falta que le hizo Rifé a Velázquez fuera del área y que tuvo el testimonio de TVE. T

Barça y Madrid se vuelven a enfrentar en ocasión en que la Liga es cosa de ambos. Al frente de los azulgranas, Pep Guardiola, con aire de místico, salvo cuando pone pies en pared, y José Mourinho, quien en su día dijo: "hoy, mañana y siempre, mi corazón será del Barça".

En el terreno de juego dos estrellas mundiales: Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Ambos, extranjeros, canalizan los sentimientos de dos aficiones que se reparten el mundo futbolístico español hasta en la distribución de los dineros de los derechos televisivos con la complacencia de algunos consentidores.