Los hechos son los siguientes. La semana pasada se celebró una reunión de la Comisión Informativa de Urbanismo en la que se decidió solicitar a la Generalitat Valenciana la prórroga de la suspensión de licencias de edificación en los huertos de palmeras, mientras se aprueba el Plan Especial del Palmeral. El PP salió en tromba oponiéndose a la medida.

El Plan que el Ayuntamiento está intentando que se apruebe es la culminación de una política en relación con el Palmeral ilicitano que se inició con la primera Corporación democrática y que se caracteriza por la formación de un patrimonio público de huertos, la conservación de las palmeras y la restricción de la edificabilidad en ellos. Un modelo, por tanto, conservacionista. Inicialmente, se permitió sólo la edificación de centros de servicios y equipamiento públicos. La Ley de Tutela del Palmeral de 1986 avanzó en las medidas. El PGOU de 1998 dio un salto en la formación de un patrimonio municipal de huertos al incluirlos en las unidades de actuación urbanísticas como objeto de cesión obligatoria. Por último, el Plan Especial del Palmeral, en espera de aprobación, determina la edificabilidad cero en los huertos. Ni siquiera el propio Ayuntamiento. Ni siquiera para servicios públicos. Tan sólo se permitiría la rehabilitación de determinadas casas ya existentes incluidas en un catálogo ad hoc en función de su interés arquitectónico o ambiental. El Plan, que se considera una herramienta necesaria para la preservación definitiva del Palmeral ilicitano, fue consensuado con los órganos representativos de arquitectos y urbanistas.

Pues bien, este Plan, que el Ayuntamiento ha redactado en ejercicio de su potestad soberana para dictar el planeamiento del municipio, está retenido sin aprobación por parte de la Generalitat varios años. Dos son los argumentos que viene utilizando para ello.

El primero, un informe de la Dirección General de Patrimonio que, con la excusa del proyecto del "Mirador", aduce un impacto paisajístico y visual rechazable. O sea, considera un elemento pensado para una óptima visión del Palmeral un factor de contaminación visual. Más aún, para proteger al Palmeral de un rasgo que podría ocasionar una hipotética contaminación paisajística decide desproteger todo el Palmeral. Más aún, este dudoso informe llegó mucho después del plazo reglado por la propia Administración autonómica, por lo que claramente estamos ante un caso de silencio administrativo positivo. Este último extremo resulta especialmente llamativo si se atiende al fervor con que el Partido Popular propugna la ausencia de burocracia como garantía de eficacia.

El segundo argumento es aún más brillante. Falta, se aduce desde Valencia, el preceptivo informe del Patronato del Palmeral. Y es así. El Patronato lleva sin reunirse desde el año 2006. Y ¿quién lo tiene que convocar? La propia Generalitat a través de la Conselleria de Cultura. Y, efectivamente, el Ayuntamiento ilicitano lleva años pidiendo insistentemente la convocatoria de este órgano. El mismo tiempo que lleva el Gobierno valenciano negándose a hacerlo sin que se conozcan las razones que lo asisten mientras se conocen claramente las agónicas razones que aconsejan su convocatoria: la ya muy avanzada plaga del picudo y el informe del Plan Especial. O sea, la Generalitat alega para no aprobar las medidas de protección al Palmeral la falta de un informe que, al mismo tiempo, impide que se elabore.

Absurda y vejatoria gimnasia administrativa para esconder la espeluznante razón que subyace en el fondo. Los planes del PP respecto del Palmeral no pasan por su protección. Apuntan a su inmolación en la cultura del ladrillo. El propio concejal Granero, en su declaración desveló, sin duda inocentemente, sus auténticas intenciones al denunciar que con la prórroga de suspensión de licencias para construir en los huertos tienen paralizado el urbanismo ilicitano. Luego, están por dejar construir en los huertos. En el programa electoral de 1995 ya lo comprometían.

Ésta es la auténtica cuestión de fondo. El modelo de ciudad y el modelo urbanístico que subyace en el PP ilicitano. O la ausencia de él, que es el peor de los modelos porque es el que acaba entregando la ciudad al capital especulativo. Y ningún municipio en la Comunidad Valenciana como el de Elche, que es el único que ha preservado razonablemente su amplio término municipal y que hoy constituye un impagable activo de futuro y de riqueza.

El martes que viene el Palmeral de Elche celebra su décimo aniversario como Patrimonio de la Humanidad. Llega enfermo a ese cumpleaños. El picudo le corroe las entrañas y la especulación espera hacer negocio con sus escombros. Infeliz cumpleaños.