Dicen que no hace las cosas el que puede sino el que quiere y yo tengo claro que la Diputación de Alicante, ni aún pudiendo, ha querido encargarse de organizar y exponer el legado de Manuel López Almagro y ofrecer una impresionante exposición a todos los alicantinos y no alicantinos que tengan a bien visitar nuestra ciudad para algo más que ir a la playa y salir de fiesta por el casco antiguo. Estoy segura de que nada de esto hubiera pasado si habláramos de grandes ciudades como Valencia o Barcelona, donde, y más aún que nos pese, saben defender lo que es de ellos y no dejan que nada o casi nada se les escape.

En este sentido, el artículo del pasado 26 de Diciembre de 2010 bajo el título Historia de una donación me afecta y me hiere sobremanera en varios aspectos.

En primer lugar, porque Manuel López Almagro era mi padrino y el hecho de que se diga, que "el primo" o "el padrino", como nosotros lo conocíamos, no tenía apenas familia, duele; ya que, si bien es cierto que su hermano murió muy joven, y que sus padres (el tío Manuel y la tía Carmencita) fallecieron hace ya algún tiempo; ya quisieran muchos verse tan arropados como él, tanto por nosotros: su familia, como por una gran cantidad de amigos.

Su prima Constantina -mi abuela y madrina-, su prima Encarnita, mis padres -grandes compañeros de viaje, amigos y apasionados de las antigüedades, gracias en gran medida a él-, sus incondicionales José Manuel y Aurora, Juanito y Andrés, su vecinos Guillermo y Ángela, su amigo Luis, o yo misma, somos entre otros, algunos de los muchos que compartíamos y disfrutábamos con él de grandes y pequeños momentos. Estoy segura de que, conociéndolo como lo conocíamos, lamentamos por igual el rumbo que desde hace tiempo viene tomando todo este tema.

En segundo lugar, hay que señalar que es una pena que un legado como el suyo se pierda de esta manera. Legado ofrecido en primera instancia a la Diputación de Alicante, con la ilusión o el pensamiento erróneo de que, expertos y técnicos de la misma, serían capaces de catalogar todas las obras y mantenerlas juntas, brindando a nuestra ciudad, la que podría haber sido una magnífica exposición.

Es una pena, además, que los políticos que nos gobiernan o dejamos que nos gobiernen, nos hagan parecer tan tontos, al intentar hacernos creer que realizan esfuerzos sobrehumanos por el bien del mundo, del país, de la ciudadÉ cuando en realidad pocos de ellos, por no decir ninguno, se salva, y por hacer no saben ni lo que es, hacer esfuerzos para llegar a fin de mes cuando los demás apenas pueden tenerse en pie. Con esto, iba diciendo, entonces, que el esfuerzo por parte de la Diputación ha sido muy grande (por no decir enorme, monumental, descomunal o titánico) a la hora de examinar, catalogar y fotografiar. PeroÉ, vamos a ver, me consta de primera mano que, mi primo, ahora profesor de historia, en su época de estudiante, cuando mi padrino aún vivía, se ofreció a comenzar esa "dura tarea" lo que se dice literalmente, por amor al arte, a lo sumo, a cambio del placer de compartir mesa, tertulia y gratos momentos con él, disfrutando de su pasión por el arte y las antigüedades en cada una de sus palabras. Claro que, como he empezado diciendo, no hace más el que puede sino el que quiere.

Lo que está claro es que, para los que mandan, una colección de este calibre sin continuidad expositiva ninguna (según palabras de Joserre Pérezgil, directora del MUBAG), no merece ser expuesta. Como si únicamente las cosas con continuidad merecieran la pena en esta vidaÉ íbamos listos.

Después de cuatro años, con las cosas que se habrán quedado por el camino y las que se quedarán, vamos a intentar hacer su voluntad, la de Manuel (aunque sea en segunda instancia) y a pasarle el muerto a otro (nunca mejor dicho). Que sea ahora la Cruz Roja la que se encargue del legado (o de lo que quede del mismo después de cuatro años y de pasar por tantas manos) y que se haga una subasta pública, o mejor, privada (así los de pie de calle no nos enteramos de nada).

Digo yo, que al final de todo esto, algo llegará a buen puerto y a lo mejor dentro de otros tres o cuatro años leemos en prensa un artículo que habla de la recaudación de cierta cantidad de dinero para fines humanitarios a partir de una subasta de quinientas piezas de la colección de un anticuario conocido (para entonces, quien se acordará ya de si eran tres mil o trescientas las obras de arte de aquel coleccionista alicantino).

Yo sé, igual que sabe todo aquel que haya tenido la posibilidad de estar en casa de Manuel, que su legado es uno de los que más orgullo daría a nuestra ciudad, dejando boquiabiertos a cualquiera que tuviera la posibilidad de disfrutarlo, igual que nos dejaba a los que visitábamos su casa. Casa museo en la que, a pesar de ir una o dos veces por semana desde bien pequeña, siempre descubría algo que no había visto antes. A mí por lo menos, siempre me quedará eso.