Cómo es el poeta José Infante. En su página de facebook escribía hace un par de días: "Pero qué lenguas más anabolenas usamos en estas tierras". Lo decía refiriéndose a las malas críticas cosechadas por la ceremonia de los Oscar. Esa gala que fue etiquetada por algunos, desde el epicentro de los periódicos estadounidenses como sosa y aburrida, y como si de una nota de agencia se tratara, continuó acuñándose así por todo el mundo con derecho a poner un titular. Tanto da que la hubiesen visto como que no; que conociesen el material premiable como que no.

Planteaba José Infante en su página personal, entre muchas otras, la paradoja de que se haya criticado también la concesión del premio a la mejor película a El discurso del rey por el hecho de limitarse "solamente" a ser un trabajo bien hecho. Como si a estas alturas de nuestro hartazgo encontrarnos con un trabajo bien hecho, bien planteado y bien acabado, no fuese motivo más que suficiente para premiarlo y reconocerlo.

Personalmente, disfruté mucho con las diez películas nominadas al premio noble. Hasta gocé sufriendo, y no es contradictorio en términos artísticos, con Cisne negro y Winster's bone, y a algunas incluso he regresado varias veces. Pero mi opinión es un asunto menor. Lo relevante aquí es recuperar la voz del maestro Pepe Infante. El que con su refinado acento malagueño puso voz a decenas de reportajes culturales en una de las etapas de oro de Informe semanal. Uno de esos intelectuales con peso y con poso. De cuyos trabajos no podemos disfrutar desde hace años a través de la televisión, de acuerdo. Pero del que precisamente sabemos a través de las redes sociales, a las que se asoma con pericia, con rabia y con tino, alzando la voz como lo hacen las personas comprometidas e inteligentes. Con inconformismo y con elegancia.