La sociedad de la comunicación dicta las normas. El abismo también se puede contemplar desde la solemnidad y con las cámaras grabando en directo. El primer ministro griego, Georges Papandreu, decidió que la televisión transmitiera el Consejo de Ministros. Y no para anunciar la salvación económica, sino para confirmar una nueva amenaza y su respuesta política: Grecia resolverá sus problemas "no reestructurando su deuda, sino reestructurando el país". Papandreu, pues, está decidido a continuar con sus medidas de ajuste para sacar a Grecia de la tragedia. El nuevo programa adicional se prolongará ahora hasta 2015. Habrá que recortar más gastos y privatizar bienes inmuebles del Estado sobre un horizonte de 23.ooo millones de euros.

¿Otro parche al final de la escapada? Puede. Pero por el momento el Gobierno ha ganado tiempo: ha tranquilizado a los poderes económicos occidentales. El placebo lo ha servido Papandreu dibujando una "hoja de ruta" sin determinar y descargando intenciones de largo alcance. La catástrofe de Grecia se caldeó sobre un sistema político débil y una sociedad desarticulada. Gobiernos perversos e instituciones huecas y

desacreditadas. En Grecia casi el 20% de la fuerza laboral trabaja para el Estado. Y los gobiernos de los últimos lustros se arrojaron a un despilfarro desbocado, sin sujetar el gasto y disparando la deuda. En fin, la loca carrera acabó amenazando la economía occidental. Grecia acabó recibiendo un crédito internacional de 110.000 millones para su desembolso en tres años a cambio de comer sopa y ajo y quedarse en el esqueleto. ¿Suficiente?

No. Europa ha intuido un nuevo apocalipsis: el impago de la deuda griega. Y los

principales acreedores son los bancos alemanes. Si los políticos europeos poseían dudas, se han desbocado en las últimas semanas. Grecia, al borde de la reestructuración. Fue el ministro alemán de economía -de nuevo- el más explícito: si el examen que ha de pasar Atenas en junio con el BCE y la Comisión Europea demuestra que su situación es insostenible, las alertas rojas estallarían definitivamente. Tras la declaración del alemán, el

terremoto: la espantada de los mercados, la sanción de las agencias de calificación, el FMI tratando de calmar los ánimos. Y la subsiguiente condena para Grecia: sus bonos a dos años, con intereses del 18%; la deuda a diez años, al 13%.

Papandreu ha respondido al "ataque" con más política. Y actúando en la

televisión para los amos del mundo. Habrá más recorte, que es como decir: habrá más política. El objetivo es reducir el gasto público al 44 % del Producto Interior Bruto (PIB) hacia 2015, al nivel que estaba en 2003, antes de dispararse hasta 53% en el año 2009. Las concesiones de Papandreu a los países europeos parecen haber obrado el efecto de un valium. No es su mayor problema: el peor escenario lo tiene en el interior. ¿Cómo convencer a las clases medias griegas de que la inmolación no tiene fin?