Un viejo dicho popular sentencia: "Éramos pocos y parió la abuela". Se utiliza, como todo el mundo sabe, en aquellas ocasiones en las que algo desborda el vaso de la normalidad. Y eso es lo que ahora, una vez más, ha sucedido en las tierras de la Comunidad Valenciana.

Como si no tuviéramos ya suficientes motivos de discusión, cuando no de enfrentamiento, ahora los valencianos del cap y casal han hecho otra demostración de su empeño de regir, mediante el ordeno y mando, en todo lo que afecte, de una u otra manera, a la vida y las tradiciones valencianas.

Ahora han destapado su autoritarismo, que no autoridad, imponiendo una receta única para el plato más internacional de la cocina española: la paella. Una delicia gastronómica que ha captado los paladares de todos los gastrónomos del mundo y que figura en las cartas de miles de restaurantes, tascas, figones, mesones, y casas de comida de la más diversa índole y categoría como el plato estrella de sus más populares menús.

La justificación es absurda. Decir que la paella valenciana se tiene que atener a unas normas que ellos imponen es olvidar que incluso el nombre del plato es el derivado de la denominación valenciana de la sartén de dos o más asas que siempre se conoció, en estas tierras, como "paella".

Era pues el plato, en su denominación genuina el de "arrós en paella" o sea, el arroz cocinado en ese cacharro de cocina y utilizando para ello, como muy bien han dicho siempre los viejos de la región, sin caer en demagogias ni egoísmos pueblerinos "arroz con cualquier cosa" debido a la enorme capacidad de adaptación de los granos de arroz de asimilar cualquier ingrediente que se cocinara en su entorno caldoso, adquiriendo las condiciones de sabor y aroma de todo aquello que se añadiera a su elaboración.

Miles han sido las formas de preparar el arroz en paella a lo largo y lo ancho de toda la geografía valenciana sin que ninguna de ellas haya merecido nunca ninguna clase de supremacía sobre sus vecinas.

En unos sitios se sofríe el arroz, en otros se hierve directamente, hay lugares donde privan los pescados como acompañantes del guiso y otros sitios donde se utilizan conejos, pollos, caracoles, verduras diversas u otros acompañamientos que enriquecen la amplísima gama de sabores, aromas y texturas de los arroces cocinados en "paella".

Es Alicante, precisamente, uno de los lugares donde, desde siempre, se han cocinado la más amplia gama de paellas de todo tipo, desde la mixta, con carne y pescado o marisco, hasta el arroz negro, el caldoso, el con boquerones, con coliflor, a la banda, del senyoret, con garbanzos, butifarra y lomo de cerdo, amb fresols y naps (con judías y nabo) y otras varias docenas de formas que se han venido tratando a lo largo de los tiempos con el cariño y el respeto que un plato de tan excelso resultado gastronómico merecía.

A nadie se le ha ocurrido la boutade de intentar nacionalizar una paella alicantina que hubiera tenido los mismos méritos, al menos, que la valenciana.

¿A qué viene ahora ese nuevo empeño de los valencianos, "de la capital" por querer apropiarse, en exclusiva, de la denominación oficial de un plato que se extiende por todo el ámbito de la Comunidad autónoma en sus cientos o miles de variedades?

¿Son ellos los únicos que están en posesión de la verdad absoluta a la hora de definir la manera de cocinar el arroz para que se pueda denominar paella valenciana?

¿No son valencianos los arroces de Alicante, de Jávea, de Benidorm, de Cocentaina, de Santa Pola, de Benicarló, de la Vega Baja, de la montaña, de las tierras de Castellón y de tantos otros lugares que presumen, con todo derecho y toda brillantez, sin duda de ofrecer unas paellas merecedoras de las más altas calificaciones?

Déjense ya los valencianos de Valencia de creerse los únicos con derecho a erigirse en jueces, parte, jurados y sentenciadores en temas que hieren la susceptibilidad de los que comparten con ellos territorio autonómico y no se le busque al gato menos pies de los que desde siempre ha tenido.

Bon profit.